Mask (foto: jam343) Hombre Estado Para que un hombre de la sociedad civil pierda involuntariamente su condición de ciudadano, otro debe haberla entregado voluntariamente al Estado. Este último no es el humano estatalizado o reducido a la condición de ganado. Ni el estadista, el revolucionario o el tirano capaces de pensar, combatir o guiar los designios del poder. Se trata del hombre sublimado; si quien renuncia a sus atributos sexuales naturales es transexual, este tipo es transocial. Supone el sujeto activo de la opresión política, de la extirpación de lo más noble del ser humano -Libre, demasiado humano, debería haber escrito Nietzsche.   Don Jorge Agamben lo describió con belleza: la palabra sin cuerpo por un lado y los cuerpos sin palabra por otro. Suya es la acepción política del término homo sacer que en la Antigüedad supuso la deshumanización legal. La expresión es afortunadísima: el estado de religión supone un temor previo del mortal a pensar lo inmortal (usurpador del estado) y del inmortal a la hora de pensar su mortalidad (regreso a la sociedad civil). Así permanecen (“Estado” proviene de “permanecer”, “estar”) el homo sacer (hombre sagrado) y el homo stater (hombre estado), uno frente a otro, inmóviles.   El señor Obama, el fenómeno, supondrá un cambio histórico de gran magnitud, pero mantendrá su vínculo con la plutarquía estadounidense y la oligarquía europea para compensar políticamente la reacción moral que encarna y escenificará con la retirada de Irak. La reunión mundial entre los políticos sin control y los descontrolados magnates del dinero, supone, de hecho, la supresión del Estado de Derecho. Ellos son el poder excepcional y lo saben. Con ustedes: los hombres Estado.   Los derechos civiles son causa de los naturales (Arendt). En Roma, el homo sacer podía ser muerto por cualquiera, en cualquier momento. Ese es el verdadero sentido de la esclavitud, la posibilidad de eliminación física de los ciudadanos ya en Afganistán, ya en una manifestación parisina. Sin libertad, todo lo que proviene de quienes encarnan el Estado es amabilidad. La sonrisa del torturador.

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