En las recientes elecciones estadounidenses, los estrategas del Partido Demócrata buscaron una narrativa, una historia bien contada; una persona que la transmitiese: un negro orgulloso, culto y bien educado, que creyese en el “sueño americano”, con una biografía posracial y sin rencor; una persona que inspirase a la gente para ser mejor y de la que pudiesen enamorarse pues sabían que las emociones tienen más poder que la lógica en los momentos de votar. En definitiva diseñaron las acciones a ejecutar y una serie de movimientos a la vista de la información que recibían de los demás actores.   Los tácticos trataron de ejecutar correctamente los planes y describieron las acciones específicas que se habían de realizar en los lugares concretos (Estados o Distritos), teniendo en cuenta las reglas del juego para cada caso (el nº de compromisarios para la elección del Presidente o de distritos de cada Estado para los Representantes en el Congreso). Centraron sus acciones en conseguir aquello que más se necesitaba en cada Estado: animar a la gente a inscribirse en el Registro de electores en aquellos Estados que consideraban minoritarios, el candidato debía exhibir un comportamiento religioso y familiar en aquellos lugares más tradicionales y moldear el discurso dependiendo del lugar en el que lo pronunciase. Desmenuzaron el electorado contratando a empresas especializadas en “microtargeting”, de esta forma tenían el mapa de USA dividido en condados por colores (azul-demócrata, rojo-republicano y tonalidades de grises en los indecisos); como los militares, estudiaron las condiciones geográficas y ambientales del escenario de la escaramuza.   Los encargados de la logística calcularon la posición que deberían ocupar la multitud de grupos de voluntarios que surgieron en todas partes; los “blogeros” afines que lanzan sus “memes” (ideas que se propagan rápidamente de blog en blog) por toda la red; las “think tank” colaboradoras (“Brookings Institution” que elaboró un informe advirtiendo de los 10 Estados indecisos, “Center for American Progress” en la que trabaja John Podesta, el seleccionador del futuro equipo del Presidente); los Gobernadores estatales y poderes locales afines; y el equipo que controlaba la financiación de la campaña. Al igual que en el mundo empresarial, la logística (puente entre la producción y la venta) trató de que la oferta electoral llegase oportunamente a los potenciales votantes.   Barack Obama y John Podesta (foto: CAPAF)

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