En España y con motivo de las elecciones del 22M ha aparecido un movimiento que en un principio se llamaba “Democracia real ya” para posteriormente denominarse “15M” al que sus organizadores y los medios de comunicación de la partitocracia han elevado a la categoría en versión inglesa de “spanishrevolution” con la intención de extenderlo a nivel mundial. En uno de sus último manifiesto, los congregados en las distintas plazas de la geografía española pedían al régimen una serie de mejoras sociales por lo que en su difusión desde las cadenas de televisión oligocráticas lo llaman también “Revolución social”.   La sociedad civil española está oprimida, sufriendo una crisis económica y política como nunca jamás se había dado en la historia. El régimen es consciente de eso y ante las elecciones y para cortar el paso a la gran abstención de la izquierda social y la juventud (800.000 nuevos censados), decidió poner en marcha toda una parafernalia basada en la mentira a la que ya nos tienen acostumbrados dándole la mano a una casi extinta IU correa de transmisión del PCE. Tanto IU como PSOE han cabalgado siempre juntos a lomos del consenso, lo más antidemocrático que existe, y ahora IU no ha dudado en ayudar, como ha hecho siempre, a su aliado salvando así a un agonizante PCE que tan buenos frutos ha cosechado desde que traicionara a la clase obrera en 1976. Hay que apuntalar una Monarquía de Partidos que ya no se sostiene. Los dos son herederos del franquismo disfrazados de ideología izquierdista pero capaces de amordazar el grito desesperado de la sociedad civil sin libertad colectiva utilizando sin escrúpulos a toda una clase social.   De aquellos barros estos lodos. El PCE ha corrido presto a la llamada del amo para salvar la partidocracía, su tajada en el Estado de Partidos conseguida con su traición a la Junta Democrática y a la ya mencionada a la clase trabajadora. Ahora disfrazado de IU, se hizo monárquico de la noche a la mañana aún sabiendo que por el sistema proporcional nunca llegaría al Poder, pero había que coger sillones en las Cortes y traer de la Unión Soviética a su élite y sentarlos en ellos. Para eso no dudó en olvidarse de sus militantes más combativos encarcelados todavía cuando firmó los pactos. Tampoco dudó en mentir a su militancia vanguardista haciendo creer que había ruido de sables en los cuarteles y que ya antes del pacto traidor había empezado a prohibir movilizaciones desde los movimientos sociales por la “reconciliación nacional”. Ellos que hoy van teóricamente contra la iglesia católica, aunque la tienen en su seno, utilizaron un término eclesiástico. Ellos frenaron  la  libertad  colectiva  en  España  en 1976 forzando a su militancia a ser súbditos de un rey continuador del franquismo y sucesor del dictador. Ellos hicieron posible la continuidad política postfranquista participando en la elaboración de una carta otorgada a los españoles y llamándola Constitución. Ellos durante estos últimos treinta y cinco años han sido cómplices y brazo de la partitocracia para introducir hábitos y costumbres perniciosos en la sociedad española aderezados de “progresismo”. Ellos, ahora, han utilizado a esos torcidos hijos de su renegada militancia vanguardista que no pensaban votar y los han puesto en la Puerta del Sol y en las plazas de pueblos y ciudades. Con un solo objetivo: suministrarle oxígeno a un sistema que agoniza.   En 1976 el PCE era revisionista. Hoy es revolucionario. ¿Qué será mañana? ¿Qué nuevo quiebro hará? ¿Dejará de ser reaccionario? Lo que sí es seguro que alcanzada la libertad política tendrá que salir del Estado con su disfraz y nutrirse de las cuotas de sus militantes.

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