Valeriano Gómez (foto: Gobierno de España) El Ministro Valeriano   La línea dialéctica de este personaje, ex sindicalista reconvertido a ministro, es sumamente sospechosa de impostura. Hace tan solo algunas fechas, refiriéndose a las concentraciones de 15 M, aludió al empleo de las urnas para canalizar las propuestas y reivindicaciones sociales. Es evidente, que estas declaraciones como principio seria lo adecuado en un sistema democrático real. Pero precisamente los movimientos que han aparecido últimamente como signo de protesta, tenían un sólo lema: "Democracia Real”. Lo cual, es toda una declaración de principios y de denuncia clara de que en España no existe democracia real alguna. Y una de las pruebas más evidentes, la ha personificado el ministro ex sindicalista, que como tal acudió a dar cobertura a la huelga general del pasado año en contra de las medidas antisociales de un gobierno llamado socialista y obrero, y unas semanas después, el ínclito personaje entra a formar parte del gobierno, en calidad de Ministro de Trabajo para dar aplicación a las medidas que su señoría rechazaba con su presencia en la huelga general. A esto se le llama coherencia democrática, señor ministro.   Frente a todo este cambio de desvaríos políticos, ¿qué capacidad tiene el ciudadano para poder controlar este poder absolutamente corrompido? ¿Qué mecanismos de defensa tiene el ciudadano para poder librarse de personajes como el Ministro Valeriano?   Decir que esto no es una democracia, supone más que una condena retórica del actual poder y de sus demagogias, una clara invitación de desearla con nuevas ilusiones. Este régimen tolera y admite en su seno, a personajes de este perfil, a los auténticos saboteadores de ideales que reprimen el orden social, pero no tolera y silencia a los partidarios de la verdad, a los verdaderos contestatarios que piden un régimen decente donde la democracia real tenga cabida.   La ilusión intelectual de que este régimen monárquico es una democracia constituye la mayor ofensa para el orden del conocimiento, para la decencia política y para la democracia.   Sin embargo, la ilusión en una República Constitucional consagrando la democracia, constituye la única posibilidad de conciliar la decencia con la verdad, que evitaría que personajes como Valeriano pudieran tener cabida en cargos estatales porque la lealtad a los principios democráticos sería condición indispensable para tener acceso a cualquier puesto de representación en las Instituciones. Lo contrario, que es lo que está sucediendo, es demostración inequívoca de que esto no es una democracia. Esto, es un régimen oligárquico donde la libertad política no tiene cabida y donde las urnas que el ministro invita a utilizar, no son nuestras urnas, son sus urnas.

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