Querido repúblicos y amigos, lectores del Diario y oyentes de nuestra radio:

La actualidad política de esta semana ha estado marcada por la noticia de la caída y el perdón del rey don Juan Carlos, situación que ha sido calificada certeramente por Antonio García-Trevijano como la disolución de la monarquía.

El cúmulo de sucesos que durante los últimos tiempos ha producido la familia real, como si, más que de una familia, se tratará de la redacción de aquel periódico sensacionalista, de célebre recuerdo, llamado El Caso, o de una productora de películas de terror, ha llevado a la monarquía del rey Juan Carlos a introducirse, efectivamente, como si de un terrón de azúcar se tratase, en las espesas y mefíticas aguas de la corrupción estatal, cuyo nauseabundo tufo anuncia el final del régimen monopolístico de los partidos.

La caída del rey y la disolución de la monarquía han venido a asociarse, además, en el inconsciente de los españoles, con la matanza de elefantes y la gamberrada de un escolar, confirmada por el ambiguo «perdón» de un inestable y balbuciente monarca, que decidió desprenderse de su vestidura real para sustituirla, después de unos instantes de pública e infantil desnudez, por el sobretodo de una guardería.

En este degradado escenario de parvulario político, la candorosa monarquía y su inseparable sistema de púberes partidos estatales deberían dejar paso a un período de libertad constituyente, que inaugurara, si así lo decidiera la mayoría de los españoles, un sistema político para ciudadanos adultos y responsables; nos referimos al ejemplar tipo de república preconizada por nuestro Movimiento, es decir, a la República Constitucional.

Por ello, es más importante que nunca redoblar ahora nuestro esfuerzo, de modo que el admirable proyecto político que podría librar a España del zafio despotismo de los partidos oligárquicos –cáncer de la nación y del Estado–, y superar esta horrible crisis originada por ellos, se convierta en una realidad política al alcance de la mano.

Igual que la semana pasada, me dirijo a todos los miembros del Movimiento Ciudadano por la República Constitucional, y a cuantos españoles honrados creen en la solución a los males de España propuesta por nosotros, a colaborar activamente, tanto en su ambiente social como en nuestros medios de comunicación –periódico y radio–, en la hermosa y utilísima causa de la libertad política colectiva y la democracia representativa, propagando eficazmente nuestras ideas.

Confío en que en esta hora decisiva para España, el Movimiento Ciudadano por la República Constitucional se halle por encima de la penosa circunstancia política y económica actual, con objeto de ayudar a superarla en el menor espacio de tiempo que sea posible.

Doy a todos muchísimas gracias de antemano por vuestra ayuda, una ayuda que no es solo necesaria sino completamente imprescindible.

Por José María Aguilar Ortiz

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