El informe “The Learning Curve”, elaborado por Pearson sitúa a España en el puesto número 28 dentro de un ranking que estudia la educación en un total de 40 países. Bajo los estándares OCDE-PISA, TIMSS y PIRLS, y datos como el de alfabetización y tasas de graduación escolares y universitarias, salimos una vez más muy mal parados.

Se avecina otra reforma educativa y nuestros estudiantes siguen siendo de los peores en las clasificaciones mundiales. Independiente del alboroto nacionalista que se ha montado con las medidas que facilitan de la enseñanza en español (cosa que debería ser obvia) todas las reformas educativas de este país han dado unos resultados lamentables a lo largo de estos 30 años. Los repúblicos sospechamos el porqué de esta falta de efectividad. No es otra que el origen inmutable de este afán de reformismo legal: la ideología. Educar a golpe de ideología y sin fomentar valores de esfuerzo y dedicación sino sectarismo, igualitarismo y borreguismo, ha dado lugar a una juventud reflejo de las metas que le han puesto por delante.

Aunque muchos quieran culpar a los jóvenes de la apatía y falta de ambición, no han podido ser más coherentes. Han respondido a los valores que les han transmitido así como muchos españoles han comprendido que en este Estado de partidos la única manera de triunfar es la traición.

Educación para la ideología

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