Cierto es que España no es una dictadura, pero tampoco es una democracia. Como también es verdad que Fraga fue un hombre de Estado y no un demócrata. La historia hay que estudiarla en su contexto para saber interpretar el calado de los hechos que recoge, así como sus consecuencias. Convertir en héroes a quienes no lo fueron resulta tan contradictorio como considerar los mayores canallas a quienes encabezaron los movimientos de su época. El tiempo pasa y España entierra a sus muertos como siempre, con respeto. Hablo de España, de la nación, de sus ciudadanos, testigos siempre, víctimas también, silenciosos… incautos… confusos…

La partidocracia española, en cuya fundación participó activamente Manuel Fraga, tanto en la censura previa a quienes defendían la libertad constituyente, como en la redacción posterior de lo que se conoce como Constitución Española, avanza agónica en un globo sin gas que se eleva a costa de desprenderse del lastre de la decencia. No pesan los muertos, sino las fechorías de los vivos que abandonan el poder para ocupar el limbo del sueldo vitalicio; así también las traiciones de los que recogen el testigo como si la acción política en España transcurriera en el albero o en un campo de fútbol ¿De qué equipo eres? Ni esto es un juego, ni los que pierden son otros.

Dicen que Intereconomía es el toro de España. Pero a mí me preocupan más los cuernos que soportamos los ciudadanos que los de aquellos que empitonan con puntas romas a unos políticos necesitados de intelectuales a su favor y en su contra, entrando al trapo. La partidocracia no practica la censura que sí ejerció Fraga en sus años de Ministro de Información y Turismo, no ataca las fuentes ni a sus mensajeros, sino que somete a los medios que canalizan las noticias. El Estado otorga licencias de emisión arbitrariamente, favoreciendo a grupos de comunicación que le sean afines, garantizando negocios millonarios a sus compañeros de servicio, para luego dejar un reguero de empleados asolados por el concurso de acreedores y el impago de las nóminas consiguiente. ¿Para qué necesita ahora un canal de televisión Zapatero? Rubalcaba quiere el suyo, Rajoy el de todos. Que ni privatizan, ni privatizarán por miedo a que la libertad de acción pueda atacar al régimen. Si al fin lo hacen… ¿Será de nuevo Lara el beneficiado? ¿O será Berlusconi?

En estos días me acuerdo de Don Antonio García-Trevijano. Ya no le pueden encerrar injustamente en la cárcel. Pero el daño está hecho. Ahora observa usted al difunto gallego atravesando su propio destino, no sin antes haber condicionado el nuestro. La historia lo juzgará. Y la libertad se abrirá camino como sólo sabe hacerlo, colectiva, sin rencor y con mesura. Frente a los hombres de Estado hay hombres de Dignidad, hombres leales a sí mismos, consecuentes, capaces de aceptar su cometido. Su compromiso ha querido que no pasen sus palabras para que otros las puedan convertir en realidad. Sólo la generosidad alimenta el heroísmo. Si unos forman parte del pasado, otros escriben para el futuro. Algunos superan incluso los ochenta y cinco años de bigote. Por ellos, gracias Don Antonio.

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