Jürgen Habermas Aunque la presunción por parte de Habermas de que los regímenes europeos son democracias constitucionales sea errónea, su teoría de la democracia deliberativa sintoniza en puntos importantes con la teoría pura de la democracia de García-Trevijano.   En primer lugar, el modelo de Habermas quiere también rescatar lo mejor de la tradición liberal, que en la escuela de Frankfurt había quedado atrás para más bien abrazar la vaga utopía del comunismo. Por otra parte, junto con los derechos humanos y las libertades civiles, Habermas entronca con Rousseau –soberanía popular mediante– y su idea de la participación política directa. Habermas no llega tan lejos como AGT cuando precisa el mecanismo institucional mediante el cual el pueblo es inmediatamente convocado para resolver un conflicto de intereses entre poderes, y menos aún alcanza el fondo de libertad de acción colectiva de la que surgen, pero se acerca mucho a la esencial irresponsabilidad de este movimiento cuando describe el modo en que la sociedad civil debe poder dar forma a las estructuras y contenidos de la reglamentación política. De este modo, Habermas entretiene la visión de un momento constituyente.   Habermas critica la idea del “consenso solapado” de Rawls como el mejor modo de llegar a decisiones colectivas, precisamente porque apenas permite una verdadera apertura a lo nuevo. La idea subyacente es que cada generación debe descubrir y crear su propia conformación política.   Aunque Habermas distingue con claridad entre los tres poderes estatales e incluso detalla en qué consiste su mutua detención, la denuncia (evidente) de que no es esto lo que sucede de facto nunca es dado. Habermas parece dar por hecho con demasiada facilidad que la sociedad civil tiene canales de comunicación públicos en los que discutir la coyuntura política. De ahí que aunque su teoría se acerca a la de la democracia formal, no logra establecerse como plataforma de rebelión para la sociedad civil. Habermas no percibe que no existe representación, y por tanto que la conexión Sociedad-Estado está sajada. Por ello tampoco es capaz de ver hasta qué punto es explicable (y evitable) que el Estado se apodere de la esfera pública por medios oligocráticos típicos: la clase política, la banca y la prensa estrechan sus vínculos, y no hay medio institucional de prevenirlo.

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