Fernando Savater y Rosa Díez (foto: Upyd) Bisagra estatal Desde la disolución de UCD, aquel conglomerado de ex franquistas transicionales, el PSOE y la AP de Fraga (después, PP) han configurado el régimen de partidos estatales. Cuando el dominio felipista empezó a resquebrajarse, don Jordi Pujol pudo coser a su antojo las costuras de la gobernabilidad. Los fracasados intentos de reflotar el centrismo (CDS de Suárez) o de reformularlo (operación Roca), así como la marginación de IU, hacían indispensable el concurso de CiU en situaciones parlamentarias de mayoría relativa. Así pues, un Gobierno central, cuyas pautas son marcadas por el nacionalismo periférico –que desde su posición de ventaja obtiene jugosas competencias-, es el envenenado fruto que se desprende del régimen electoral vigente.   Y para combatir estos perversos efectos particularistas, dejando intacta la causa general de la podredumbre política, surgió UPyD, con la frescura de Rosa Díaz y Fernando Savater al frente. En la clausura del I Congreso, aquélla ha declarado que el impulso de su formación es necesario para obligar a PSOE y PP a comportarse como verdaderos partidos nacionales, sin verse sometidos a los nacionalistas. Esta ex eurodiputada ha ilusionado a su feligresía con el anuncio de la llegada del día en que UPyD condicione quién gobierna España: ojalá llegue antes la posibilidad de que los ciudadanos sean quienes lo decidan, eligiendo a su presidente. Aunque padezcan el peor Gobierno y la peor oposición posibles, ahí está, sin embargo, el partido laico y progresista de la señora Díez para remediar las cuitas de los españoles, defendiendo: la unidad nacional, la igualdad de todos los españoles ante la ley (con una regia excepción, por supuesto) y “la separación de poderes” o lo que en UPyD entiendan por tal cosa. Ya lanzada, doña Rosa, también dictaría las líneas correctas de la política internacional, impidiendo la complicidad de Zapatero con el dictador cubano y el sátrapa marroquí.   Reafirmada en la jefatura con el 80% de los votos de la militancia (conforme a un inapelable funcionamiento oligárquico, los críticos han sido expulsados de los órganos de dirección) Rosa Díez se dispone a engrasar una bisagra con la que se podrá girar a la derecha o a la izquierda estatales, pero no abrir la puerta de la Monarquía de Partidos para acceder a la democracia.

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