Comienza la Eurocopa de naciones y las pasiones deportivas traspasan a lo político y a la política. Como calentamiento, la polémica de la vacunación de los jugadores y, después, la indiferencia impostada de los nacionalistas periféricos por una selección que «no nos representa». Qué curioso, lo mismo que decían los indignados que ahora se sientan en los escaños de la Carrera de San Jerónimo. Ahora parece que sí representan algo, a su partido… y a nadie más que a su partido (y no de fútbol precisamente).

Y es que hoy, superadas las bases del tradicional menú reivindicativo nacionalista de idioma y transferencias,  al albur de un ineludible pactismo favorecido por un nefasto sistema electoral imprescindible para alcanzar la deseada «estabilidad de gobierno», el independentismo se manifiesta en su pleno esplendor deportivo.

Las nuevas promesas electorales antes ausentes o en segundo plano y que ahora constituyen ejes principales de su oferta son la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el reconocimiento oficial de las selecciones deportivas autonómicas.  

Que  gigantones que juegan al baloncesto en América o futbolistas vestidos de bandera hagan una declaración nacionalista se convierte en objetivo periodístico con más repercusión que la corrupción judicial de los lores protectores del crimen.

La independencia de la justicia, indisoluble de la de su organización, es un punto electoral equiparable en importancia a la oficialización de las selecciones deportivas autonómicas. El show de los políticos luciendo barrigas con las elásticas con los colores propios dentro y fuera del congreso es observado con perplejidad por oriundos y extraños, cuando no comentado con incrédula ironía por la prensa internacional.

Pero lo más grave es que en este Estado de poderes inseparados el detalle supere a lo sustancial. Lo que nos une no es la Constitución, como machaconamente nos grita la propaganda de la publicidad institucional de los cuarenta y pico años de paz, sino el fútbol. La Liga de Fútbol Profesional y El Corte Inglés son la espina dorsal de la España postmoderna.

Vocales conservadores, vocales progresistas, vocales nacionalistas… y delanteros del terruño. El CGPJ convertido en la selección de la falsa Justicia, elegida por y entre los equipos de la primera división de la partidocracia.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí