(Foto: partido socialista)   Ausencia de serotonina   En un mundo que avanza tecnológicamente mientras, en relación inversa, retrocede en los aspectos esenciales para nuestro desarrollo como seres humanos, la investigación sobre el funcionamiento de esas 'máquinas' que somos ha experimentado en estos últimos años un muy significativo avance. Y si hemos advertido que nuestro genoma es muy similar al de la mosca del vinagre, también hemos logrado establecer que la producción de serotonina está ligada de manera directa a la violencia de nuestro comportamiento.   Las mentes mas simples y primitivas, educadas por la Televisión 'de los sucesos', creen que la violencia está limitada al campo de lo físico y el derramamiento de sangre. Obviamente, no es así. La violencia abarca numerosos aspectos de nuestra vida en común que van desde la agresión, al sometimiento o a la polución acústica, por ejemplo. Y qué tiene esto que ver con la política, la oligarquía, la partitocracia, la República y todo aquello que trae ahora mi palabra a este diario. A ello voy.   Está absolutamente demostrado que una clase política inoperante y corrupta, la falseada labor de las instituciones, un sistema injusto, el sibilino yugo y la manipulación del lenguaje encaminado al sometimiento de las conciencias, ejerce una fuerte presión psicológica sobre la ciudadanía que, en función de su formación y capacidad de análisis, la siente claramente o la asume de manera inconsciente. El tono vital resulta gravemente agredido en sus cimientos.   La división, la separación, el cortocircuito, el río revuelto, han sido siempre armas del poder para mantener en calma los escenarios donde vierte anzuelos y carnada y obtiene abundantes     beneficios     económicos.     No obstante, aún a pesar de la crisis, que sentimos en nuestras necesidades más básicas como una vuelta a las cavernas, el sistema oligárquico, la partitocracia y las mentiras repartidas por doquier, no se detienen en nuestros bolsillos. Van mucho más allá. Penetran hasta el alma colocando minas y alambradas en el camino hacia la felicidad. Camino utópico, si quieren, pero la utopía no es un destino sino un sendero y un motor.   La necesidad de acabar con nuestro cada vez más demenciado y esperpéntico sistema político no se circunscribe, a mi juicio, y tampoco incidirá solamente en la consecución de una real democracia con verdadera capacidad del ciudadano, que hoy no lo es, para decidir su destino a través de una representatividad efectiva. La ya obligada implantación en España de una República Constitucional va a llevarnos también hacia una convivencia enriquecedora. Va a procurarnos una sonrisa que sustituya en nuestro rostro el siniestro rictus que provoca el yugo que soportamos.   La lamentable ausencia de serotonina o/y la falta de ética, honestidad y vergüenza de partidos y sindicatos es una violencia que nos atraviesa de manera subliminal y convierte nuestro vivir en un gratuito sufrimiento. Más aún para los débiles y para los que practicamos la reflexión y el pensamiento. No es casualidad que se denomine 'liberación' a sacudirse de encima la dictadura, que la hay, no militar pero sí oligárquica. A veces los seres humanos tienen que dar un paso adelante, desterrando acogotadores miedos tendenciosamente alimentados. Creo que ahora estamos ante uno de esos históricos momentos. La cobardía ante la injusticia es la anulación de la dignidad y de la insondable esencia que nos hace personas.

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