La horizontalidad y frivolidad en la que se debate la partidocracia  española se revela patraña monárquica para ocultar  el ascenso imparable hacia el cielo de la libertad de todos. Entonces podremos elegir y deponer a los gobernantes en un sistema político democrático y representativo.

La conquista del “cielo” mediante  la libertad exige  la superación de una pasión de servidumbre (1) y de un esquema mental colectivo (2).

(1)        La pasión paralizante e integradora de ser de izquierdas o de derechas.

(2)        La escala del ser.

1) La pasión de izquierda y derecha es un componente ideológico y cratológico del estado de partidos que impone la superficialidad, la integración estatal de los siervos y  la paralización del pensamiento. “Se es de derechas o de izquierdas por pasión, no por raciocinio”[1].

 Imposible, pues, el pensamiento profundo en política si la inmensa mayoría de las personas adultas se declaran de “derechas o de izquierdas sin saber dónde está, o cuál es, su diferencia racional”[2]. A lo máximo que alcanzan los funcionarios de partido de izquierda y derecha es a buscar el centro de sus posiciones ideológicas para conseguir el voto del elector medio. Imposibilidad de reconocer la inexistencia de la izquierda política o de la derecha política en un estado de partidos.

2) Ausencia de pensamiento político necesaria para la integración del siervo de partido estatal, previamente ideologizado pasionalmente, en los distintos niveles o escalones de la administración de la monarquía de partidos. El estado de partidos refleja  así el esquema medieval de la escala del ser o jerarquía de los entes.

Santo Tomás de Aquino sistematizó, ya en el siglo XIII, una escala del ser mediante la gradación de las esencias que ha permanecido en el imaginario del pueblo español hasta nuestros días.

En lo alto de la escala: Dios, ser necesario y eterno en el que la existencia es igual a su esencia. En un nivel inferior pero igualmente eterno: los ángeles, seres espirituales en los que ya su esencia no coincide con su existencia, y se organizan en diversas categorías o niveles en orden de potencia decreciente. Los coros de los ángeles  son los siguientes[3]: Primera jerarquía: serafines, querubines, tronos. Segunda jerarquía: dominaciones, virtudes, potestades. Tercera jerarquía: principados, arcángeles, ángeles.

Más abajo, al añadirse materia corrupta, nacen y están las substancias individualmente diferenciadas y contingentes  de los hombres, animales, mundo vegetal y materia inerte.

En lo alto de la escala partidocrático y del Estado: el Rey, heredero del Caudillo de España por la Gracia de Dios.

En un nivel inmediatamente inferior: el coro de políticos de partido y mucho más abajo el hombre medio español, ya “contaminado” por la materia corrupta.

Si eres de una ideología y el partido que supuestamente la representa está en el poder, entonces, asciendes en naturaleza y alcanzas, o puedes alcanzar, el  nivel angelical del político de partido estatal.

De esta manera el régimen intenta asegurar su eternidad pues monarquía y partidos se muestran necesarios y eternos frente a un pueblo contingente y al que intentan integrar en la administración de forma selectiva e ideológica por la izquierda o la derecha, alternativamente.

El esquema mental de organización política funciona verticalmente pero de arriba abajo. La libertad política está secuestrada por las jerarquías.

Mas los hechos están mostrando, a los “contingentes” electores, que los políticos de la monarquía de partidos no son precisamente unos ángeles.

Antonio Muñoz Ballesta.



[1]  Antonio García-Trevijano, Pasiones de servidumbre. Editorial Foca, Madrid,2000.

[2]  Antonio García-Trevijano, op.cit., página 172.

[3] La clasificación más influyente fue discutida por Pseudo Dionisio Areopagita en el siglo V, en el libro De Coelesti hyerarchia (La Jerarquía Celeste).

 

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