La cárcel Modelo de Barcelona (foto: Jaume) Han transcurrido casi dos meses desde las elecciones legislativas del 9 de marzo y los partidos de la oposición, como era de esperar, siguen sin sorprendernos, exigiendo al gobierno y reclamando en las instituciones públicas, el establecimiento de la libertad política y la democracia representativa. Capítulo a capítulo, la crónica de la vida política de los partidos en España, es la historia de una capitulación tras otra ante lo meramente administrativo. No hay agrupación política- aunque sea novísima- que no se rinda ante la imposición del “Estado de Partidos” en la presente transición y revele, así, su condición servil a la prebenda estatal. La ubicua capitulación nimba la escena y concita premuras de festividad casetera en la feria de abril, rociera en el camino y estival, al fin. La historia política nacional es novela de capitulaciones. Dos de ellas son paradigmáticas de los usos y costumbres de la corte. La que pactaron un 17 de abril de 1492 los Reyes Católicos con Cristóbal Colón en Santa Fe y el Pacto de Madrid de 1953 entre Franco y EEUU. En la primera los monarcas prometieron cubrir de oro al iluso Almirante, explicándose así su insistencia en el descubrimiento; en la segunda Franco capitula ante la política exterior de la guerra fría del gobierno americano contra la URSS y entrega las plazas o bases de Torrejón – cerca de Madrid-, Zaragoza y Morón de la Frontera (Sevilla), además de la base naval de Rota en Cádiz. Las bases militares de EEUU significan en realidad la derrota militar del régimen franquista, tan afecto a los ejes fascistas y a las divisiones azules como a la autarquía. La propaganda – pura poesía romántica para un pueblo sumiso- se encargó de transmutarla en una nueva victoria internacional y económica. Le dimos la bienvenida a Mr. Marshall con retraso, pero con redoblado entusiamo. Desde entonces, en España, las capitulaciones de la libertad concitan los mayores consensos. No hay que remontarse al 2 de mayo de 1808. Desde la capitulación de Madrid para los españoles gobernar es castigar y capitular es ganar. Vivan las cadenas del indeseable Fernando VII y sucesores.Después de todo ¿no se asegura el marido frente a la mujer las plusvalías del matrimonio con otras capitulaciones? Aunque en España han aumentado de manera considerable los divorcios, la utilización de las esposas políticas sigue siendo muy apreciada.