Destino de jornada abstencionaria (foto: kappazeta) No voto porque sé que de las urnas de este sistema electoral proporcional de listas no salen representantes, sino delegados de partido. El resultado sólo sirve para calcular la cuota de poder asignada a cada partido en las instituciones y en las empresas estatales. Las cuotas no reproducen en el parlamento las ideologías en conflicto, solo determinan la relación de fuerzas en la lucha entre partidos por conquistar la máxima cuota de poder. Y la pluralidad de siglas sólo maquilla la ausencia de política.   Hay un treinta por ciento de españoles que, bien sea por inteligencia natural, o bien por el estudio de las instituciones políticas que dan forma al Estado, no votamos. Se nos atribuye desidia, insociabilidad, ignorancia, egoísmo o indiferencia, pero sabemos que no votamos en las urnas de lista de partido porque son un fraude. Y votar en ellas, actuar sin hacer nada. No votaremos mientras no tengamos la libertad de elegir, la capacidad de controlar, y la posibilidad de cancelar el mandato de los diputados del parlamento legislador y del Presidente de España que, por separado, salgan de las urnas.   Lo sabe muy bien la clase política que no necesita debates ni pactos pre-electorales para vocear la consigna unánime: “a votar, a votar”. El mensaje es firme: da igual a quien votes, incluso vota en blanco, pero ¡vota! El voto es, para el votante, el placebo de la participación, sin elección. Y para el candidato de lista la cuantía del aval ante el poder corruptor. No se corrompe quien quiere, sino quien puede. Reza un dicho en Sudamérica: “no me den, pónganme donde haya”. Las instituciones del Estado de Partidos formalizan la corrupción, porque son incapaces de evitarla con mecanismos de control que sólo la separación formal de poderes y la representatividad de las instituciones garantizan.   Yo no voto en las elecciones generales y ese día me voy a la playa, o al monte, o me quedo en casa con mis amigos, votados o no. El día de la comparsa electoral no actúo y mi conciencia permanece tranquila el resto del año. La dignidad del voto en urnas que no permiten elegir a los votantes, ni a los votados representarlos, está en la acción de la inacción. Nuestra abstención es “abstención activa” porque denuncia la falsedad del sistema de representación.

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