Paco Corraliza

PACO CORRALIZA.

[Dedicado a la memoria, el valor y la excelencia de una mujer judía: Hannah Arendt]

En el verano de 1980, durante una breve estancia (curso de idiomas) en la bella ciudad de Salamanca, entablé amistad con un joven alemán, Michael, vecino de Lippstadt (Renania del Norte-Westfalia). El amigo Michael (que hablaba inglés fluido y venía a mejorar su deficiente español) era dos o tres años mayor que yo; entonces, ¡ay!, sólo 13 años me acompañaban. Nos hicimos buenos amigos; la similitud de temperamentos y lo mucho que se reía conmigo, afianzaron la amistad. Un día, no recuerdo por qué, quizá sin un porqué, se me ocurrió preguntarle por Adolf Hitler. Su reacción hostil fue inmediata, automática; mostró, sin querer, un agrio desagrado ante la propia irrupción de la pregunta: un gesto despectivo con la mano y de asco en un rostro esquivo se combinaron con un cortante: «¡bah, un loco!» … Ahí terminó la conversación sobre el Führer, Canciller del «III Reich» durante doce años (1933-45) y que había dejado de serlo sólo treinta y cinco años antes de aquella conversación, poco más del doble de la edad de mi joven amigo Michael.

Cerca de la Navidad de 2004, en la pequeña y luminosa Huelva, conversaba con un amigo del trabajo (omito su Nombre). Este amigo (con 44 años entonces), siete años mayor que yo, es un onubense típico; honesto, sencillo, dotado de una fina y natural inteligencia moral, más instruida por el sano ambiente onubense y la propia experiencia de vida que por palabras escritas. Mis palabras sobre la degradante falta de Libertad Política en España no fueron comprendidas. El comentario recibido en esta ocasión, entre serio y burlón, fue: «pero eso es muy viejo, ¿no?». Para mi amigo español, hablar y defender la Libertad Política era un extemporáneo sinsentido; cuando lo cierto es que mi amigo, creyéndose libre, en sus iterativos 44 años, nunca lo había sido [«XXV»].

Ninguno de mis amigos respondió certeramente. ¿Mentían? No, no me mintieron. Pero faltaron a la Verdad. Reprodujeron falsas simplezas absorbidas por sus mentes; las más útiles para sacudir de sí mismos, de su entorno y de su Nación, toda responsabilidad política (o, lo que es lo mismo, para huir de la Verdad y la Libertad de quien responde con autenticidad sólo cuando expresa lo que sabe tras haberlo comprendido). Respondieron con falsedades prefabricadas, éstas sí, artificialmente, «mentirosamente». ¿Por quién? Por el «Poder-en-sí» («Estado-Dinero») y por su «ensimismada clase dirigente», cuya mendaz propaganda autocomplaciente (como aquellas respuestas) es la causante de la moderna ruptura entre experiencia colectiva y sentido común, entre imperativa realidad fabricada y Verdad ocultada; de modo que, en los tiempos presentes, existencia impostora y contraverdad propagada [«XXVII»] vienen aparentemente a coincidir en la dictada y dictatorial mayoría de las mentes «estatalmente socializadas». El natural, involuntario, inocente y «psiquista» sentido común se trastorna en artificial contrasentido y, el espiritual discernimiento (que no es «el juicio»), en extraviado desquiciamiento; así, en términos de Libertad, el avanzar del tiempo se convierte en un converso recular invertido; en el peor de los contratiempos; en enemigo de su discurrir; en tales condiciones, el tiempo transcurrido se revierte y, en verdad, se transforma en tiempo retrocedido (cedido al paralizante contratiempo: al Poder) [«Contralibertad»]

Hannah Arendt era una mujer; una espiritual mujer judía; una mujer fuerte, valiente y tenaz, como tantas y tantas mujeres; y era femenina, genuina, honesta e incisivamente inteligente como pocas personas. La inteligencia es una cualidad espiritual que sólo saben verdaderamente amar (discernir y apreciar) personas inteligentes que desprecien el Poder, la astucia y el egoísmo al mismo tiempo (en acto sostenido de la Voluntad); ni el poderoso -mentiroso-, ni el astuto -huidizo- ni el egoísta -autocomplaciente- (utilidades del «sí-mismo» que suelen ir unidas), aun siendo inteligentes, comprenderán a la persona inteligente que no es como ellos; pero esta persona sí los comprenderá; su tesoro y su premio consiste en su pequeña humildad. Como dijimos en otro lugar [«Libertad-III-preparación»]: “la humildad es el asiento del Amor” (es sustrato acogedor de fértil fertilidad, de maternal maternidad y de nativa natividad) [«Libertad-I»; «II»; «IV» y «V»].

Hannah Arendt publicó (1951-52), el ensayo titulado “A la mesa con Hitler” (1a) (parafraseando la publicación que Arendt(1a)  reseñaba, titulada Charlas de Hitler a la mesa(1a1), publicada en 1951 por el “Instituto Alemán de Historia del Período Nacionalsocialista”). Gravísimos errores de enfoque y presentación, que Hannah Arendt detecta, la llevan a desacreditar tajantemente la obra reseñada. Pero no entraremos en eso en este artículo. Lo que ahora resaltamos es la respuesta correcta a la pregunta que respondió incorrectamente el amigo Michael. A diferencia de Michael, el inteligente espíritu libre de Arendt le permitió ver y reconocer en “Hitler una aguda inteligencia, completamente fuera de lo común, y una auténtica capacidad de juicio, que, aunque también muy limitada, funcionaba muy bien dentro de estos límites. Las valoraciones de Hitler acerca de las relaciones políticas europeas son casi siempre correctas.” (1a) Si tenemos en cuenta que, para la propia Arendt, “la razón de ser de la Política es la Libertad” (2), entonces creo que la expresión correcta de esas «relaciones políticas» -en minúscula- debería ser «relaciones de Poder», que, en el caso de Adolf Hitler presuponen, sin duda, «relaciones de Poder entre Estados» y, dentro del Estado, «Poder para la sumisión consentida de la población» (fundamentalmente mediante la manipulación «psico-sociológica» XXVIII»]; el terror vendría después y, además, presenta esa misma naturaleza).

Por su parte, en Hannah Arendt de ningún modo habría aflorado una respuesta como la de mi onubense amigo.  Así, dejó escrito (1951): “Dondequiera que todavía existen cuerpos políticos libres y sociedades libres, y todavía funcionan razonablemente libres de un peligro inmediato -¿y dónde es ello excepto en Estados Unidos y, posiblemente, en Gran Bretaña?-.(1b) Y, también escribió este importantísimo texto (1963): A diferencia de las ideologías décimonónicas […], la guerra y la revolución constituyen aún los dos temas políticos principales de nuestro tiempo. Ambas han sobrevivido a todas sus justificaciones ideológicas […]. La única que ha sido abandonada es la más antigua de todas, la única que, en realidad, ha determinado, desde el comienzo de nuestra Historia, la propia existencia de la Política: la causa de la Libertad contra la tiranía. Hay de qué sorprenderse. Bajo el asalto concertado de las modernas «ciencias» «desenmascaradoras» -psicología y sociología- la idea de Libertad ha quedado sepultada sin que nadie se conmueva” .(3)

El amigo León Tolstoi escribió en su monumental “Guerra y Paz” (4) (1863-69): las historias universales no valen como oro sino cuando pueden contestar a la “pregunta esencial de la Historia: ¿qué es el Poder?” (4) Teniendo esa pregunta muy en cuenta, nos sentaremos «a la mesa con Hitler» en los próximos artículos, junto con Hannah Arendt. Puesto que, quizá, Adolf Hitler ha sido, (en pugna con Joseph Stalin), la persona más brutalmente poderosa de todos los tiempos. A ver qué le sonsacamos. La España y la «€uropa» actuales no se comprenden sin el nacional-socialismo.

(1)  ARENDT, Hannah. “Ensayos de comprensión. 1930-1954”. Caparrós Editores, S.L. 2005.

(1a) “A la mesa con Hitler.”  [Edic. orig. 1951-52]. Reseña del texto:

                (1a1) PICKER, Henry. “Hitler’s Tischgespräche”  [“Charlas de Hitler a la mesa”]. [Edic. orig. 1951].

       (1b) “Los huevos rompen a hablar”  [edic. orig. 1951].

(2) ARENDT, Hannah. “Entre el pasado y el futuro”. III: “¿Qué es la autoridad?”. Edic. Península. 2003. [Ed. orig. 1954].

(3)  ARENDT, Hannah. “Sobre la revolución”. Alianza Editorial, S.A. 2004. [Ed. original 1962].

(4)  NICOLÁIEVICH TOLSTÓI, Liev. “Guerra y Paz”. Editorial Planeta, S.A. 1998. [escrito 1863-69].

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