Paco Corraliza
PACO CORRALIZA.

En nuestro mundo, la Libertad ha tenido y seguirá teniendo cuatro grandes enemigos que, impidiendo su humana comprensión, imposibilitan la natural expansión del amor hacia Ella y que, imposibilitando ese amor, impiden su aparición y despliegue real en cualquier Comunidad política particular, así como, desde cualquiera de esas Comunidades, a la Comunidad Humana en su totalidad. Si el amor a la Libertad no nace y florece en las mentes de las personas (no se hace consciente), no habrá semillas que permitan, realmente, el despliegue de la Libertad en la Comunidad existente; Comunidad en la que, cada persona es, a su vez, singular parte esencial. Si en una Comunidad presente no prospera el amor a la Libertad, sino la contralibertad, difícilmente la Comunidad prosperará, porque sin Libertad no hay autenticidad personal y, si lo que es singular se hace indiferente o idéntico, lo singular se hace inauténtico y la Comunidad entera tenderá a falsear lo cierto y a negar la Verdad.

Si en el Paraíso de la Libertad hay algo cierto es esto: si no entra en él la Verdad, nadie abrirá la puerta de la Libertad y si la Libertad no ordena la casa, no morará en ella la Paz. Y sin Paz, como saben todos los amigos del humano cariño, en especial si recuerdan que fueron niños, no habrá Paraíso en que morar.

Esos cuatro enemigos potentes y presentes, siendo los césares de la contralibertad, cabalgan sin cesar porque cabalgan sin descabalgar, pues no pueden, por sí mismos, parar de galopar. Su galope impersonal es consustancial con la humana humanidad. Sólo pararán si las personas integrantes de la Comunidad política, haciéndose conscientes de la Libertad, saben distinguir y señalar a los jinetes primero; después, asumir el origen y el por qué de su enemistad para, finalmente, embridar y atar a los enloquecidos y cabalgantes lobos recurrentes que, en lugar de avanzar normalmente, retroceden sin cesar, en su avance tan ciego como demente. Las propias personas los persiguen y enaltecen, llenas de temor en su espiritual corazón y ambición en sus materiales mentes. No se percatan de que su mentiroso progreso es un incierto regreso. ¿Consciente, inconscientemente? ¿somos culpables o inocentes?: eso no importa; y decirlo resulta tan pertinente para unas como impertinente para otras.

El primer enemigo se llama Poder (Estado-Dinero), es el que encabeza la manada, toma su energía del tercero y los consejos del segundo, al que no siempre escucha aunque le oiga. Es el que se encarga de «hacer», de «ejecutar». Es el lobo ejecutivo, ávido de ambiciones por él. También dicta leyes como si fuera un dios de la Naturaleza. Es cabeza de león, sus fauces son suaves con sus hijos e implacables con sus hijastros, para esto dispone de afilados dientes de vampiro, lengua tan lenguaraz como mendaz y toneladas de papel «sangrado» de papiro.

El segundo enemigo es más potencial que potente. Es la Psique material (informada organización de armonías materiales encabezadas por la idolatrada Razón). ¿Problema? Se ha hecho, con el YO, egolátrica y materialista. Tiene aspecto de vieja zorra y se cree inteligente, siendo apenas ingeniosa y algo lista; no es consciente de sí misma y carece de voluntad; es astuta por creerse vieja y traidora potencial. Pero, ¡ay!, es ciega al Amor y, por eso, siempre anda a oscuras y continuamente se equivoca; es ideológica. Sus sumarias leyes y sus ciegos juicios temerarios, ejecutados por el Poder buscando su propio beneficio, acaban siendo el motivo de sus vicios; vicios, a su vez, nocivos para el Poder. Sus pasiones animales la traicionan continuamente. Se cree capitán de sus propios inventos, pues carece de humildad para ser, tan sólo, el más sutil de los instrumentos. El Poder atroz se revuelve contra ella cuando falla, pero la avisada zorra deviene avispa y responde con picadura a la coz, para, después, embelesar inoculando una nueva mentira que el Poder impone como contraverdad. En el fondo es una pequeña inocente acosada por el miedo egolátrico, pero se cree muy vieja por los éxitos obtenidos al servicio del Poder. Es tan extremadamente plástica y adaptable como juiciosa, fabrica apariencia de futuras necesidades; es de humo blanco y de humo negro y, de ellos, toma sus tonalidades.

El tercer enemigo se llama Egolatría, o sea, YO (también Soberbia o Soberanía). Fundamenta su energía en sí mismo, pero es tan estúpido como miedoso y no sabe que su propio movimiento circular, enroscándose sobre sí, va deteniendo, lentamente, sus giros. Su problema es que se fía ciegamente de los consejos del segundo. Su cuerpo metafórico es el de un inofensivo gusano o el de una venenosa serpiente, según recomiende el segundo, su sirviente; para eso, se perfuma con seductores aromas o se esfuma entre aires inodoros. La reclusión de las personas en sí mismos, típico producto de la época moderna, los revuelve contra sí y colapsa la libertad.

El cuarto enemigo va de la mano con el YO y tienta, naturalmente, su Egolatría: se llama supervivencia y se llama necesidad; pero también se llama exceso y se llama ambición. ¿Dónde está el límite? No lo sé. El mantenimiento de toda vida humana, desde su misma concepción, es un deber de toda Comunidad. La desatención de ese requisito genera desigualdades en dignidad y desprecios mutuos que son repugnantes a la igualdad del valor singular de cada persona.

Los tres primeros lobos visten pelaje negro y apenas se les ve, si es que se les ve en la oscuridad en que se mueven. Creyendo afirmarse a sí mismos, se niegan continuamente. Creyéndose grandes iluminados, viven en la oscuridad al expulsar de sí, ellos mismos, la Luz de la Verdad. El cuarto salta a la vista de todos y puede ser tanto causa como consecuencia de los otros tres.

Pero hay un Gran Amigo ausente que puede hacerse presente. Es el más grande de los Amigos y el mayor enemigo de los primeros tres; y ama, especialmente, al necesitado. Los tres primeros no le dejan entrar en su paraíso terrenal porque prefieren la oscuridad. Su incansable, bellísimo e invencible caballo multicolor no deja de trotar sobre la infinita esfera de Luz que rodea aquella oscuridad. Cargado de Verdad y Amabilidad, repleto de Ser, va dejando caer, como Personas y Personalmente, estrellas que se hacen nacientes en aquella oscuridad. Pero, al verse perdidas y ciegas, no dejan de llorar; lloran y lloran sin cesar tras el tormento de su milagroso nacimiento.

La exclusión del Amor, hecho amor presente, voluntario y consciente (hecho amor humano y valiente), en la Comunidad de personas presentes, es, con gran diferencia, el mayor de los errores cometidos jamás por la filosofía y por los teóricos políticos europeos, devenidos oficiales del Poder. ¿Dónde está el Amor en la astucia maquiavélica que entendió y ensalzó al Príncipe? ¿Dónde en el miedo hobbesiano que justificó el Poder impersonal del Estado? ¿Dónde en la egolatría cartesiana que se autoafirmó? ¿Dónde en la soberbia y ciega Razón de la Ilustración que fue endiosada en la francesa Revolución y que, para colmo de los colmos, al Estado espiritualizó partiendo del YO=YO hegeliano?. No, no se ve el Amor. El siglo XX, producto del dios Razón y del YO envilecido por sí mismo y por el Estado-Nación, nos devolvió al terrible Poder imperial del sanguinario Nerón. Y las actuales Partidocracias de la Social-Burocracia siguen con el Estado-Dinero como maestro de idolatrías y con su burocracia como la peor de las tiranías; su progreso y su Poder son alobado regreso para nuestro ser.

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