Pablo Sebastian

PABLO SEBASTIÁN.

Puede que Rajoy y Rubalcaba sean los últimos gobernantes de la transición si se confirma el fin del bipartidismo que anuncian las encuestas electorales. Por ello todo lo que no pacten ahora antes de 2015 en cuestiones de grandes mayorías -como la Corona, en la abdicación y el derecho de sucesión de la mujer, la reforma de las Autonomías, ley electoral y separación de poderes-, o lo que no imponga la mayoría absoluta del PP, no se podrá hacer con facilidad en el futuro Parlamento multipartidario con el que los ciudadanos van a castigar, y con razón, a los actuales dirigentes y gobernantes del PSOE y del PP.

Como en la película de ‘El gran Dictador’ de Chaplin, Rajoy se podía permitir el lujo de jugar en privado en su despacho con un balón que incluyese el mapa de España, porque todo el poder del país está en sus manos. Pero su proverbial inmovilismo ante los problemas nacionales le impide, para bien o para mal, hacer uso de sus prerrogativas poderosas, entre las que no se incluyen -eso no lo dan las urnas- la capacidad de liderazgo, o la audacia y el valor.

Y en consecuencia tampoco goza de una visión de estadista o de una pasión reformista en favor de la Democracia, a pesar de la urgencia española y la oportunidad histórica que tiene por delante. Digamos que Rajoy se conforma con salir mas o menos airoso de la crisis, o con que la UE no nos intervenga algo mas de lo que ya estamos (lo que debemos anuncio disuasorio del BCE y Draghi), para ver si con algo de recuperación económica consigue llegar a las elecciones de 2015 con posibilidades de victoria (que nunca será absoluta). No en vano Rajoy aseguró hace poco que a él no le pasará lo del presidente G. Bush padre, que perdió ante B. Clinton por subir los impuestos y dañar la economía.

En los dos últimos siglos de la Historia de España sólo las dos dictaduras de Primo de Ribera y Franco tuvieron mas poder del que en la actualidad detenta Mariano Rajoy a bordo de la agotada partitocracia española. En la que domina por decreto la acción del poder Ejecutivo, adornada con la mayoría absoluta del Legislativo y con un cómodo control el Judicial (acaba de ocupar el Tribunal Constitucional). Además de todos los canales nacionales de la TV, y una gran influencia sobre la Banca y órganos reguladores de las empresas. Y trece autonomías y la gran mayoría de ayuntamientos del país, toda clase de organismos e instituciones y el BOE.

Todo el poder, pero la pregunta es: ¿y para que lo quiere? Porque da la impresión que solo para defenderse y sobrevivir sin correr el menor riesgo y huyendo, literalmente, de situaciones conflictivas como la que se derivaría de los demenciales desafíos de Cataluña al Estado, impensables bajo los gobiernos de González o Aznar. Y si huye de esto ¿qué no hará Rajoy ante la idea de una reforma constitucional de la Corona, las Autonomías, o la separación de poderes del Estado -de cuya ausencia disfruta-, la ley electoral y la de partidos? De todo lo que está en el origen de la gran crisis de España, y de la gigantesca corrupción.

Pues lo mismo, Rajoy huirá diciendo que ahora no es el momento de las grandes reformas del Estado, con lo que viene a decir que no será él quien las haga o las lidere en este tiempo de obligadas y decisivas reformas. Entre otras cosas porque él no volverá a tener una mayoría absoluta en 2015, y todo sigue así puede que incluso el PP pierda las elecciones y el poder porque no conseguirá pactar con los partidos del centro (nacionalistas, UPyD y Ciudadanos), entre otras cosas por el vuelco ideológico e involucionista que ha dado en la Justicia, la Educación y la Sanidad (mas la Religión y el aborto) que le impedirán al PP pactar con el centro político. Y no digamos lo que puede ocurrir con la monarquía si la desidia de Rajoy -y un nuevo PSOE republicano- dejan a la intemperie la frágil situación de la Corona.

La última encuesta de Demoscopia publicada por el diario “El País”, y relativa a las elecciones europeas de 2014 da: al PP un 24,5 % de los votos; al PSOE el 21,5 %; a IU16,8% y a UPyD 13,4 %. De manera que si el PSOE, con un nuevo candidato, le quita al PP un 1,6 % de los votos Rajoy perderá las elecciones y su inmenso poder. Y entonces, la reforma tendrá un alcance de mayor cuantía y consecuencias imprevisibles y muy difíciles de controlar. De manera que lo que Rajoy (y Rubalcaba) no haga o pacte ahora después de 2015 no lo podrá hacer ni controlar. El fin del bipartidismo puede conducir a su propio final.

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