Paco Corraliza

PACO CORRALIZA.

Hemos dejado atrás cuatro artículos dedicados a describir los muros intelectivos que, junto con turbios hechos ciertos y bastardos derechos inciertos, fueron concertados por ilustres adoradores del Gran Arquitecto de la Razón, ese infame proyectista juguetón, tan aficionado a usurpadoras labores como machihembrado con el negro lobo-caballo del Poder y su caballero-lobo Don Dinero. Unos muros de interesada confusión que, antes de su natividad, aprisionaron a nuestra amiga Libertad. La Revolución-Reacción francesa que, iniciada con el mito de la toma de la prisión de la Bastilla(1), un acontecimiento fortuito que no pasó de sangrienta y manipulada algarada, dejó allí, en ciego calabozo, antes de nacer, a la Libertad Política aprisionada.

Y, hasta ahora, en los albores del Nuevo Orden surgido en las entrañas de la Gran Revolución-Reacción, en sumaria síntesis, ¿qué tenemos o dónde estamos?:

1.- Respecto al Poder: un impersonal y ciclópeo monstruo irredento y descontrolado al que una cabeza cortada le confiere, sin más, el descerebrado orgullo de ser republicano. Es el naciente Estado-Nación invocado que, endeudado y con la Banca desposado, se convierte en Estado-Dinero: éste es el Uno, el Supremo Moldeador, el Soberano Alfarero. La razón del Poder la tiene en sí mismo pero le faltan leyes artificiales que le proporcionen apariencia de tener La Razón. Le falta también material humano (demasiado humano, como diría Nietzsche), energía, pluma, papel y armas con que materializar su inhumano Poder y su divina pericia y, así, convertirse en ser capaz, en Perito Capataz, en Implacable Ejecutor, en Solemne Legislador, en Supremo Juez, en Armado Policía y en Disciplinado Militar.

2.- Respecto a la Comunidad Política: una irracional y caótica masa nacional racionalmente desintegrada en inconexas partículas humanas, una masa adulada como soberana pero, de hecho, sin más poder que el particular de cada soberbio YO narcotizado con su alícuota soberanía infinitesimal; o sea, un poder despótico sobre su «yoica» casi-nada y un poder nulo sobre el tiránico Poder del naciente Estado-Nación. Millones de «yoicos» yoes jugando al yoyó de cada uno, perdiendo cada cual su materialista culo (sans-coulottes) por recibir confirmación, favores y bienestar procedentes de aquel Uno. Es la sumisa arcilla ansiosa de ser moldeada, aun perdiendo su ser y pagando dinero, siempre que sea con el molde común del Soberano Alfarero.

3.- Respecto a ¿qué hacer y qué decir con aquel descontrolado Poder?: la «sagrada» Razón lo conoce muy bien, debe ser invocada también. En pleno Terror, se llega a escenificar esa invocación con un esperpéntico ritual en la Catedral de Notre Dame (10 de noviembre de 1.793): en torno a una montaña de pega coronada por un templo circular, en la que luce un cartel que reza “A la Filosofía”, surge una actriz vestida de blanca túnica; es la diosa Razón personificada, dispuesta a iluminar el Mundo con su discurso, a modificar su irracional curso y a inundarlo todo con sus inagotables recursos. Esta diosa Razón indicará al Poder lo que ha de hacer, lo que debe decir y, así, será esta diosa quien imponga su Ley. “Se acabó la religiosa superstición, terminó el poder de un Rey, la diosa Razón impondrá su Ley: ¡ciudadanos, aquí se inicia el santo Progreso!”. Después, en esa misma Catedral, se dará culto al Ser Supremo, al Soberano Alfarero: vestido de azul, el mismísimo Robespierre, el «virtuoso» primer terrorista del naciente Poder Nacional-Soberanista tendrá, en esta nueva representación, el papel protagonista. Ese poder inhumano y bestial, ha encontrado un ídolo al que adorar: la egoísta Psique animal.

4.- Respecto al «cuerpo social»: este sagrado animal totémico (puro plasma mental) avivado y superdotado de ficticia voluntad por la endiosada Razón «psiquista», interesada y politizada, será adorado por los manipuladores protagonistas de la Revolución-Reacción y denominado por ellos, llenos de ambición de poder paternalista, con el sagrado nombre de Nación. Ese ficticio animal, súbitamente avivado y nombrado con nombre de hembra, necesita, para poder seguir siendo adorado, mantenerse con vida antes de ser, como una salvaje perra, conducido y guiado por el armado Estado-Dinero y su amada Razón. Es decir, este animal atrapado por orden del Poder ausente es necesario como fuente de energía para mantener su Poder potente; éste necesita, por tanto, antes que su vida en Libertad, enjaularlo, mantenerlo y adularlo. El Estado es el potente armario que encierra a la Nación como animal superviviente. Porque, ante un «cuerpo social» sin vida e inerte, sin energía, ¿de dónde obtendrá y ante qué mostrará el divino Poder su divina potencia racional? Metida en un estático y estatal armario cerrado la Nación se convierte así, con perdón, en la Gran Puta querida y mantenida por el Estado armado, cuya traidora sinrazón dice amar, sin poseerla, a la soberbia y divina Razón.

Y sin salir del armario ni de este punto 4.-: el Poder estatal necesita al «cuerpo social» pero, ¿necesita éste al Poder estatal? La irrupción en escena de la pobreza y la necesidad fue, quizá, la mejor coartada para que los usurpadores de la representación, encaramados en el Poder, abandonaran por completo el camino de la Libertad (que ni siquiera conocían), para tomar definitivamente el camino de la demagogia y la adulación. La multitud de «malheureux» (desdichados), espoleada por los propios manipuladores del Poder, se convirtió en furibunda turba de «enragés» (furiosos, enrabiados; casi como los hoy «indignados»). “Bajo el imperio de esta necesidad, la multitud se lanzó en apoyo de la Revolución Francesa […] y, llegado el día, firmó su sentencia de muerte […]. Cuando se presentaron en la escena de la política, la necesidad se presentó con ellos y el resultado fue que el Poder del antiguo régimen perdió su fuerza y la nueva República nació son vida […], los hombres de la Revolución se propusieron emancipar al pueblo, no «qua» ciudadanos futuros, sino «qua malheureux»”(2). En toda la época Moderna, probablemente nada haya conferido mayor fuerza a los regímenes tiránicos, que este culpable abandono original del campo político interpersonal donde gobierna la Libertad, para meterse en el terreno imperativo, extra-político de la necesidad, donde el Poder campa a sus anchas y la Libertad es desalojada.

Lejos de traer consigo la Libertad Política, la Revolución-Reacción francesa, presentada hasta la náusea como «liberadora y progresista», se entregó desde su mismo nacimiento, a los cuatro grandes enemigos de la Libertad que describíamos en un artículo anterior (Contralibertad y Regreso –enlace-). De este desdichado origen traerá su causa la época políticamente más supersticiosa, falsa y homicida de todos los tiempos. La Libertad, como la Verdad, parece que siempre llegan a destiempo y de continuo han de luchar contra mentirosas contraverdades impuestas a contratiempo, cogidas de la mano de la interesada Psique y de la «psiquista» astucia mundana del inmundo Poder soberano.



(1) GARCÍA-TREVIJANO FORTE, Antonio. “Teoría Pura de la República”. Libro Primero: “Actualidad de la Revolución Francesa”. El Buey Mudo. 2.010.

(2) ARENDT, Hannah. “Sobre la Revolución”. Capítulo 1: “La cuestión social”. Alianza Editorial, S.A. 2.004. [Ed. original: 1.963].

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