Ante las grandes catástrofes naturales, las sociedades no se rebelan contra la Naturaleza, pues saben que ésta no sabe lo que es mejor o peor para la humanidad. No pueden hacer otra cosa que conmoverse piadosamente por las desgracias, moverse solidariamente para reparar los daños y culpar inútilmente a los gobiernos de haberlos aumentado con infraestructuras en sitios antinaturales. Pero en las reacciones que provocan las catástrofes políticas (guerras o calamidades económicas), todos los gobiernos siempre tienen a mano chivos expiatorios que castigar.   En sentido figurado la palabra burbuja indica cualquier habitáculo aislado de contagio exterior. Se aplica a niños incubados en burbujas asépticas; a reyes y dictadores vivientes en burbujas de impunidad; a fanáticos metidos en burbujas de ignorancia; a intelectuales y periodistas, incontagiados de la libertad de pensar en la burbuja del “como si” fueran libres; a sectores sociales crecidos en burbujas de especulación, sin poros de comunicación con la economía productiva. La burbuja inmobiliaria (transformadora de la riqueza inmueble en valor mobiliario) y la burbuja financiera (emisora de valores mobiliarios ficticios) han sido elevadas, por la burbuja informativa, a factores determinantes de la crisis mundial. Los chivos expiatorios no son las entidades especuladoras, sino sus ejecutivos lucrados con la gestión.   Para ver la incongruencia de los análisis de la opinión dominante, basta mirar el hecho de que la burbuja in-mobiliaria y la financiera están intercomunicadas, en estructura y funcionamiento, dentro de la superior burbuja de irresponsabilidad que las engloba. Se trata de la gran burbuja que las ha sostenido en su crecimiento, y que ahora las asiste con dinero público en la hora de su hundimiento. Es la burbuja política. La que se formó al final de la guerra mundial y se infló con la liquidación ideológica de la guerra fría. La que se adueñó del Estado, mutando la vieja clase política en nueva clase estatal. Tal mutación ha permitido que sean los hombres del Estado quienes pongan en solfa al capitalismo que los puso y los mantiene en el paraíso estatal. Faroles de la retórica francesa que, no obstante, dejan traslucir su demagogia anticapitalista y antisocialista. La burbuja política echa por la borda el lastre de ideas políticas residuales, para mantenerse en las nubes de la gloria, y poder repartir dinero público a las entidades privadas más damnificadas por su propia especulación.   florilegio "Si banqueros y gobernantes achacan el fallo del sistema crediticio a culpas menores, “in vigilando”, lo inmunizan contra la tentación de refundarlo."

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