Herbert Marcuse Herbert Marcuse quiso dar con las razones por las que tantos prefieren diluir su responsabilidad política en un servil anonimato que no sirve a nadie. Si el psicoanálisis y el marxismo alumbraron hasta cierto punto la metafísica de la libertad, nuestro bagaje teórico tiene que ponerse todavía más al día si queremos comprender y hacer frente a los retos presentes. Ni el uno por psicologista ni el otro por economista han dado una respuesta suficientemente comprehensiva. La lucha humanitaria heredera del psicoanálisis y del marxismo tiende por un lado a dispersarse, abordando allí, hacia los márgenes de un mundo funcionalizado que exige respuestas cada vez más concretas, pero, por el otro, necesita todavía de una mayor clarificación de los sistemas de poder como tales. Lo que falta en tantas corrientes de emancipación del siglo pasado, por muy sorprendente que parezca a estas alturas, es la dimensión política. Ni Marx ni Freud ni la escuela de Frankfurt vieron en la ausencia de una forma controlada de gobierno un eje a partir del cual explicar la ausencia de libertad. Y, en cambio, partiendo de aquí, se acomodan fácilmente procesos de desintegración como los descritos por Marx (enajenación en el trabajo) o Marcuse (los mass-media, etc.). Cuando como ciudadano ni soy representado, ni tengo voz en los asuntos públicos, ni puedo expulsar a los que gobiernan con negligencia, ni percibo que exista una forma equilibrada de poder –mediante su división– que evite la injusticia en la mayor medida posible, sólo tengo dos alternativas: luchar para que vire la situación, lo cual requiere consciencia, o hundirme en una variedad virtualmente infinita de inconsciencias. La libertad política no es la cuestión, pero sí constituye un centro neurálgico a partir del cual edificar otras transformaciones. Si el tercio laocrático, como denomina García-Trevijano al segmento de la sociedad más interesado en cambiar las instituciones políticas, consigue fundar una verdadera democracia, la enajenación mental y económica serán entonces más susceptibles de ser explicadas y transformadas desde sí mismas, sin necesidad de acudir a providenciales espectros salvadores como el del Manifiesto Comunista, la mano invisible, u otros fantasmas que denuncian causas menos determinantes del servilismo.
Inmigrantes retornados
El 18 de junio fue aprobada en el Parlamento Europeo una directiva de retorno de aquellos inmigrantes indocumentados que sean detenidos en suelo europeo. Éstos podrían permanecer hasta 18 meses retenidos en centros de internamiento mientras se tramita la repatriación. Esta clase de detenciones tendrían un mero carácter administrativo, sin tutela ni asistencia jurídicas. El Mercosur y países asociados (diez naciones suramericanas) han expresado su firme repudio a la discriminación que supone la directiva de la UE. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha declarado que “es una vergüenza lo que ha hecho Europa” y se ha preguntado qué hubiera pasado si Iberamérica hubiese adoptado esa directiva con los españoles que tuvieron que salir forzosamente de su país. El Senado de Uruguay ha subrayado que la decisión europea “constituye una violación de los derechos humanos básicos”. Y Hugo Chávez ha amenazado con bloquear inversiones e incluso dejar de vender el petróleo venezolano a los países europeos que la apliquen. El señor Rodríguez Zapatero ha tachado de ignorantes a quienes critican la directiva, que no es el caso de Mariano Rajoy, que apoya la norma y que “no llamará xenófobo” al presidente por rectificar en inmigración. Éste asegura que “ni un solo inmigrante verá empeorada su situación con esta directiva y muchos la mejorarán” tras reiterar que no tendrá ningún efecto en España, donde la legislación es mucho más garantista. El endurecimiento de las medidas sobre inmigración ha sido promovida por los gobiernos francés e italiano, y asumida por el español. Berlusconi, en su campaña electoral, prometió “construir campos para identificar a los extranjeros sin trabajo que se vean obligados a entrar en la vida de la delincuencia”. La presidenta de Amnistía Internacional considera que la Directiva de Retorno es un “retroceso en materia de derechos humanos” que “criminaliza” la inmigración: no permite acabar con el problema de la migración irregular y aumentará el sufrimiento de las personas detenidas. hechos significativos El Parlamento Vasco aprobará este viernes el proyecto de ley para convocar una consulta independentista. La OPEP calcula que el petróleo alcanzará los 170 dólares este verano. La rotunda victoria sobre Rusia y el pase a la final de la Eurocopa, desatan la euforia nacional.
Bajas y triquiñuelas
Presos en el ferrocarril. Siberia 1895 (William Henry Jackson) Bajas y triquiñuelas El tren avanza entre las casas abrasadas por la venganza del Ejército Rojo; aquellas aldeas habían colaborado con los blancos. Zhivago y su familia contemplan horrorizados el paisaje desolado y roto, cuando ven aparecer a una mujer que corre hacia el vagón con un niño en brazos. La aldeana pide a gritos que la ayuden, que la saquen de allí. Cuando estaba a punto de tocar las manos de Omar Shariff, la actriz que interpretaba la escena cayó entre las ruedas y sufrió terribles mutilaciones. Se llevaron a la accidentada y un profundo silencio invadió al equipo: ¡Preparados para rodar! Era la voz de David Lean. Todo iba a continuar, debía ser así. El gran director incluyó en el montaje parte de la secuencia del accidente. Cuando el personaje de la mujer que intenta escapar es aupado hasta el vagón, Tonya, la mujer de Zhivago, comprueba que el niño está muerto. La campesina disculpa su indiferencia diciendo que el bebé no era suyo y, en todo caso, estará mejor allá donde haya ido. El escalofrío de que pueda haber utilizado el cadáver de la criatura para conseguir lo que quería, se cierne sobre el espectador. Nada más escuchar que el Parlamento vasco aprobaría consensuadísimamente la legislación necesaria para la realización de la consulta independentista, y asistir a los comentarios que la noticia ha desatado, llegaron estas escenas. Algo en la parodia nacionalista parece ser terriblemente cruento sin que esto deba importar; algo parece no encajar si un anhelo que no se puede realizar por autofágico se expone una y otra vez fútilmente y, a la vez, si quienes lo combaten alientan sus causas. Con suerte todo esto terminará quemado, achicharrado por el frío, y algún tren llevará a todos los que se encuentran sometidos a un lugar mejor.
Partido de la gente
La Secretaria General del PP, Sra. de Cospedal, ha inaugurado su cargo con una aportación terminológica que, al definir a su agrupación estatal como “partido de la gente”, introduce un matiz no contenido en la sigla “partido popular”. Pueblo y gente son dos abstracciones que no significan lo mismo, ni expresan un mismo colectivo. La voz pueblo designa la materia pasiva gobernada. El vocablo gente, si no es despectivo (“esa gente”), requiere ser determinado por el género de actividad, permanente o transitoria, de la colectividad a que se refiere. En “El Rojo y el Negro” (Stendhal) se constata que la clase dominante de la Restauración francesa era gente de armas (gendarmes), gente de sotana y gente de toga. El adjetivo popular se usó por los partidos confesionales de la posguerra europea (1918), como veladura ideológica y demagógica, para combatir la idea socialista de la división de la sociedad en clases, según la posición en el proceso de producción. Y así siguen llamándose hoy los partidos que dieron cobijo a las masas adictas a las dictaduras, tras su derrota en la Guerra Mundial, para dejar de ser representativos y hacerse partidos de integración estatal. Y como en la sociedad de consumo nada puede hacerse moderno sin convertirse en máquina, los partidos estatales se transformaron desde los años sesenta en máquinas electorales desideologizadas, para producir consumo de mercaderías políticas y seleccionar el personal directivo de la administración del Estado y de la educación estatal. La etiqueta “partido de la gente”, que pretende ser la versión española del partido de-todo-el-mundo (“catch-all-party”), no está llamada a tener éxito a causa de su referencia implícita a la buena gente, no a la gente de bien sino a la gente bien, a la gente de familia, a las personas individuales que son o se sienten gente y no masa. Por su menor demagogia y mayor elitismo, el partido de “la” gente nunca podría ser un partido ingente. Todos los partidos estatales, siendo masivos, han dejado de ser partidos de masas, porque han renunciado a la formación cultural del pueblo gobernado, en aras del éxito electoral inmediato, mediante consignas tan generalistas y estúpidas como engañosas. El nivel de criterio político de los votantes es mucho más bajo del que tenían antes del Estado de Partidos. El fracaso de esta forma de Estado ha sido culturalmente absoluto. florilegio "Si la cultura politica se midiera con parámetros de bienestar moral, si la conciencia democrática la determinara el conocimiento de lo que es libertad politica, Europa sería regresada hoy a la primera mitad del XVIII."
La gramática
El lenguaje esotérico es un residuo de aquellos grupos profesionales cuyo prestigio social se cimentó en la posesión de cierto secreto técnico. La jerga forense y médica, la jerigonza de los economistas, las abstrusas explicaciones de los críticos de arte contemporáneo, serían ridículas o no tendrían sentido fuera de esos oficios. Sin embargo, la clase política extiende su idiotismo a toda la sociedad. El dialecto partidocrático ha resultado devastador para la precisión comunicativa y la belleza expresiva del idioma, desplazándolas del mercado gramatical, como en el financiero la mala a la buena moneda. Esta degradación de la lengua es un fenómeno histórico cuya naturaleza obedece a la confusión y desmoralización establecidas desde la transición. Dentro de la atrocidad cultural del régimen, el elevado índice de analfabetismo gramatical que se da en el partido socialista ha de tener una causa propia. Que se hable mal en las pequeñas poblaciones de idéntica extracción social o vecinal es un fenómeno natural, que en la heterogénea composición de un partido político no debería producirse. Sin embargo, la condición estatal de un PSOE hegemónico, con una ideología que se desliza por la demagogia al no encontrar cauces democráticos, necesita palabras ininteligibles para esconder la verdad. Bibiana Aído (foto: sagabardon) Tras dar la bienvenida a los “miembros y miembras” de la Comisión de Igualdad del Congreso, la ministra de Igualdad ha mantenido el mismo nivel cultural en el Senado, donde ha dicho que las mujeres están “inferiorizadas”. Ante la oposición que su capacidad de innovación verbal ha provocado, doña Bibiana Aído sospecha que “puede haber una cuestión de machismo de fondo”, ya que “palabras como guay y fistro no tuvieron tanta dificultad para ser incorporadas al diccionario”. Si la ministra admira la elocuencia de Felipe González y cree que es un sabio entre los sabios, no es de extrañar que tenga a Chiquito de la Calzada por un reputado académico de la lengua. Si el pedante era el maestro que enseñaba a los niños la gramática yendo a las casas, los jóvenes y “jóvenas” (inolvidable aportación de Carmen Romero al feminismo lingüístico) como Bibiana, han asimilado, sin salir de sus hogares, a través de las pantallas televisivas, las lecciones de idiotismo del lenguaje felipista.
Le Bon Marché
El gobierno Zapatero ya admite que la buena marcha de la economía no es tal e incluso se ha pasado de “desaceleración económica” a “serias dificultades”. La improvisación y la falta de diagnóstico se traducen en medidas parciales que nunca afectan a la totalidad de un sistema que encumbra a una clase política destinada a cerrar los pasos hacia esa totalidad. Propuestas como las 65 horas semanales y el nuevo varapalo a los burócratas europeos se muestran como síntomas de una enfermedad severa en la economía y política europea dentro del contexto occidental. En esta situación de bajada de las aguas, afloran algunas falacias, ninguneadas en época de bonanzas. No es falacia la máxima de que “el cliente siempre tiene la razón”. No es falacia que las leyes de la economía capitalista se rigen por la oferta y la demanda. Pero la cuestión esencial es saber quién es el cliente y quiénes conforman la oferta y la demanda. En 1852 Aristide Boucicaut creó en París el primer gran supermercado, Le Bon Marché, y con ello todas las prácticas que siguen conservando intactas estos establecimientos. Gran poder de compra y negociación. Técnicas de marketing avanzado. Enorme poder sobre la clase política. Ellos son los clientes, los verdaderos ciudadanos, formados por el conglomerado de millares de homo sapiens a la manera de bacterias digestivas. Estos ciudadanos habitan en una verdadera república, con la clase política del régimen – variedad evolucionada de bacteria – a su servicio. Ellos imponen la demanda. Todo orbita alrededor de ellos, ciudades e infraestructuras, leyes y hombres. La evolución está con ellos. Primero el microorganismo unicelular. Después el hombre. Tras el intento fallido de la gran revolución, el gran supermercado y sus publicidades, entre ellas las falsas democracias y el papel mojado de los derechos del hombre, ahora derechos del consumidor, basados en la premisa de consumir, que eleva al humano a la categoría de bacteria macrófaga. Supermarket Dash (Foto: Cherryrig)
Compromiso intelectual
Fernando Savater con Rosa Díez (Foto: Upyd) Han reparado algunos intelectuales, pues para darse cuenta de algo así hay que serlo, que “la situación institucional de la lengua castellana” es preocupante. Sobre todo en lo que respecta a los derechos de los castellanohablantes. Vamos, que todas las autonomías con una lengua particular ?curiosa coincidencia? están decididas, no a promocionarla, sino a imponerla de forma coactiva desde la mismísima educación primaria. Y tienen poder para hacerlo, ya que los intelectuales no elevarían su voz en balde si algo así resultara imposible. Es por ello que han sacado un manifiesto en defensa del “castellano”, que por eso son intelectuales y tienen la prudencia de referirse así, y no como “español”, a la lengua común; para que nunca pueda dudarse de su penetración analítica al distinguirla equiparándola a las demás. Es imposible, por tratarse de intelectuales, que ignoren el artículo 3.1 de la Constitución. Mas como el lector no tiene porqué serlo, lo reproduciremos: “El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”. Y un intelectual entiende a la perfección el significado de las palabras, el sentido de las proposiciones e infiere adecuadamente su corolario. El citado Manifiesto, si es veraz, supone, en realidad, la denuncia de la vulneración de la Norma Suprema, cúspide del mismísimo ordenamiento jurídico. Extraña, ante tan gravísimo asunto, que no dirijan la misiva al juzgado correspondiente, sino que la remitan al Parlamento español. Ante tal dislate, quedé perplejo; pero, ¡son intelectuales!; y si no actúan con la lógica que demanda el caso, sólo puede ser porque saben que los infractores, estos son los dirigentes autonómicos, o sea, los mismos partidos políticos estatales… ¡están por encima de jueces y de leyes! Vislumbrado esto: todo encaja. ¡Fue como una iluminación! Y sólo entonces pude comprender aquellos privilegiados cerebros, su brillante inteligencia práctica y su arriesgado compromiso. Abrasado por la desazón de la injusticia, ávido por revelar la verdad, cualquiera hubiera traicionado la recta virtud de la prudencia, dejando que sus actos pudieran hacer ver a los españoles que viven en una Monarquía sometida a la arbitrariedad de la todopoderosa clase política estatal. Tal inconsciencia hubiera puesto en peligro el Régimen de poder desatando el apocalipsis de la inestabilidad. Así, disimulan pidiendo a la casta política “una normativa legal de rango adecuado”, ¡cómo si no supieran que ya existe!, para concederles, de esta manera, la oportunidad de rectificar. ¿En qué otra cosa podría consistir ser un intelectual?
Sed negra
Gordon Brown (Foto: Su-Lin) Los líderes mundiales se han reunido en Arabia Saudita invitados por el Rey Abdullah para parlamentar sobre el precio del petróleo. En menos de un año el precio del oro negro ha pasado de los 75$ a los 137$ provocando un brusco desequilibrio en la economía mundial. Tanto consumidores como productores coinciden en que el precio es demasiado alto para sus intereses inmediatos y a medio plazo respectivamente, pero discrepan sobre las causas que han provocado tan súbito incremento. Por un lado los países consumidores buscan un aumento de la cantidad de producto que pueda compensar la creciente demanda proveniente de países como China e India sin repercutir en sus ineficientes modos de producción y disfrute; para aquellos el problema radica en un desequilibrio entre la oferta y la demanda producida por un aumento de la última sin deterioro de la primera. Así, el primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, ha propuesto a los jeques de Arabia una apertura del mercado inglés a la inversión saudita en energías renovables urgiéndoles al mismo tiempo a aumentar la producción de petroleo. Por otro lado, los países productores buscan un precio que permita mantener la adicción por el crudo de los países ricos que a su vez impida buscar alternativas más baratas y culpan a la especulación en los mercados de futuros del rápido incremento en el precio del codiciado aceite de roca. Al mismo tiempo se conocía que el 70% de los intercambios de rápido en el mercado de futuros de Nueva York se debían a la especulación frente al 37% en el año 2000, y se conocía a través de un informe de la agencia reguladora de los mercados de futuros la progresiva desregulación en los limites de posicionamiento permitidos a los mercaderes sin interés en prevenir el riesgo asociado a una variación del crudo en el futuro, es decir de los especuladores. Si los países productores pueden influir en el precio del través a medio y largo plazo mediante el aumento de la producción, los lideres de los países derrochadores pueden hacerlo a corto plazo mediante la regulación de sus depredados mercados de futuros, que no se pueden convertir en el refugio de las grandes fortunas en tiempos de crisis a costa del hundimiento de la economia productiva.
¿Igualdad?, ¡no gracias!
Enterados de la aprobación de la proposición no de ley en la Comisión de Medio Ambiente, Rural y Marino del Congreso de los Diputados, que considera a los simios iguales en derechos a los hombres, ha cundido el pánico en la comunidad de bonobos del norte del Río Kasai, que habita las selvas húmedas del África Central. La Comisión del Congreso parecería actuar al dictado de las evidencias etológicas, corroboradas definitivamente por las comparativas genómicas que advierten que de 38.000 genes humanos, el 96,4% de nuestros genes son comunes con los de los gorilas y el 98,4% los tenemos en común con los chimpancés. Tan encantados están los diputados de la Comisión de su grado de semejanza con los primates (lo que nadie pone en duda) que no tardaremos mucho en asistir a la presentación de una nueva proposición de ley que reconozca la igualdad del hombre con el insecto o proponga la carta de derechos fundamentales del Caenorhabditis elegans, gusanillo nemátodo que comparte el 36% de sus genes con los fetos humanos que también tiene derechos reconocidos por la ley. Pero para azote de los miembros presentes de la Comisión, no parece que los bonobos y orangutanes vayan a modificar sus pautas de organización y a adoptar los vicios de la clase política española. Y no les falta “razón” a los primates. Porque nada tienen que aprender de una falsa igualdad que los sumiría en el caos. Los chimpancés, como es sabido, se organizan en auténticos sistemas políticos, estableciendo coaliciones para derribar a aquellos que ostentan el poder. Y definitivamente la clase política española no ha aprendido a conjugar el verbo derribar aplicado al detentador del poder. Puestos en el trance de imaginarse iguales -e incluso idénticos- a los políticos que habitan los pasillos del Congreso, verdadero trauma para ellos (los simios, sobra decirlo), han expresado su agradecimiento y consideración por semejante mención pero añaden que prefieren seguir como están. Menos iguales pero más naturalmente organizados que sus señorías. ¿Igualdad? ¿Con ustedes? ¡No gracias! Parecen decir todos a una. Bonobo (Frank Peters)
Fenomenología moral
Jota aragonesa Uno de los más excelsos subproductos de la transición política española es el masivo acostumbramiento a la corrupción como forma normal de vida en común. Descubrir que los gobernantes de alto rango están envueltos en la corrupción del poder ya rara vez escandaliza. En parte por lo habitual del suceso; en parte porque uno mismo ha condescendido a similares degeneraciones en menor escala, deshaciendo así una autoridad moral que nos pertenece a todos; y en definitiva porque nuestro comercio más cotidiano con los otros, cuando quiere ser responsable, está amenazado constantemente por la burocracia intestina de los partidos políticos o el amiguismo. Dos tentáculos de un mismo pulpo. En estas circunstancias parece pertinente tomar como referencia modelos que no funcionan bajo los mismos presupuestos para revelar hasta qué punto el rebajamiento por sistema de la excelencia personal, por ejemplo, ya sea en el ámbito científico, cultural o de los negocios, se debe a una situación política concreta, y así todo lo que ganaríamos de vernos libres de ella. En países donde los partidos políticos no están incrustados en el Estado, y por tanto donde no se forman clanes simiescos de poder alrededor de toda organización social donde asoma el más mínimo resquicio de poder o de dinero, observamos que lo escandaloso no es, como en España, que uno no participe de la corrupción, sino lo contrario: que uno evite cauces naturales de competencia para encontrar su lugar en el mundo. La diferencia entre lo uno y lo otro en el corazón de la sociedad es abismal. Pero ésta es tan sólo una de las prolongaciones. A ella habría que sumar otras como la resurrección de una ciudadanía políticamente activa que se interesa por los asuntos fuera de los partidos; un respeto por lo diverso que no asume para empezar que el otro debe pasar por nuestro particular aro; la tendencia a la desaparición de una obligación irracional al jerarca de turno; etcétera. No son todavía demasiados los españoles que sueñan con ver la cosa social y política desarrollándose de un modo remotamente similar, y se refugian, al observar un mejor funcionamiento en otros lugares, en cierto folklorismo feliz de su tradición popular, dejando intacta la base del estercolero político… que acabará también por llevar ésta a la defunción.

