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miércoles 24 diciembre 2025
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La suerte

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Si las cosas del mundo son gobernadas por la fortuna o por Dios, los hombres no podrían corregirlas ni remediarlas, porque en tal caso, la libertad sería nula y la única actitud posible consistiría en “dejarse gobernar por la suerte”. La selección nacional de fútbol ha conquistado la Eurocopa merced a su habilidosa compenetración. No obstante, Zapatero ha respirado aliviado, al disiparse las sospechas sobre su negativa influencia o “gafe” en la final, que la grosería periodística había propalado. El presidente ha confirmado, solemnemente, que él siempre ha tenido mucha suerte.   La fortuna demuestra toda su potencia donde no existe “ordenada virtud” que la resista y dirige su ímpetu hacia donde no hay obstáculos ni diques que la contengan. A los idólatras del statu quo y a los especialistas en la componenda y la transacción, les resulta inconcebible que el régimen donde medran sea destruido por el azar; sin embargo, lo que tiene cimientos de barro, no resiste los embates de una suerte adversa.   La ocultación o falsificación del inequívoco sentido de la democracia, tiene por objeto mantener alejadas del poder político, predio de las oligarquías, a las masas, anestesiándolas con placebos democráticos. En confusión inextricable, menudean las farsas parlamentarias, los saqueos legales de los Estados, las listas electivas de siervos de las disciplinas partidistas, las impunidades judiciales de los poderosos, los aherrojamientos económicos de la política, la marginación de la inteligencia crítica que se disimula con una libertad de expresión de las mismas necedades o de las ideas bienquistas por el régimen.   Si optamos por la democracia, no podemos elegir entre separación o unidad de poderes; entre representación política de los ciudadanos a través de circunscripciones uninominales o de los partidos con sus listas; entre elección directa del gobernante o su designación a través de fieles parlamentarios; entre pluralidad informativa o constrictivo oligopolio de los medios de comunicación; entre el respeto a las minorías y a la disensión indagadora o imantación reductora del consenso.   Hemos de rechazar cualquier doctrina o principio que concluya con el “dejarse llevar” o abandonarse al curso de los acontecimientos. No hay que desesperar nunca. El resultado de la acción democrática nos trasciende, y puede conducirnos, por caminos difíciles, a la victoria de la empresa que tanto amamos.   Tornado (foto: malden. Dj)

Hidrógeno

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La actual economía, basada en el petróleo como antaño lo estuvo en el carbón, con un flujo único y vertical controlado por grandes compañías, sustenta regímenes políticos alejados de toda democracia formal. Ésta conlleva prerrequisitos de libertad colectiva que es imposible mientras la energía que nos mueve, nos viste y nos alimenta esté controlada por unos pocos. No es casualidad que en la era del petróleo como en la del carbón, la democracia haya brillado por su ausencia. No es casualidad aquella frase del rey Juan Carlos poco después de su coronación en comunicación con la monarquía saudí, a la que pidió petrodólares “para sustentar la monarquía española”. No ha sido casualidad el reinado de Bush, heredado de su padre, que compró el título real a esos mismos saudíes.   En su libro La Economía del hidrógeno, Jeremy Rifkin vaticina el nacimiento de una nueva economía basada en el hidrógeno, que podría llevar a que cada ciudadano fuese productor y consumidor de su propia energía. Rifkin pronostica toda una serie de cambios políticos, sociales y económicos basados en este hecho y reflexiona sobre la evolución de las sociedades históricas en función de la obtención y gestión de la energía. Los investigadores de esta energía alertan sin embargo de las dificultades que a día de hoy plantea la obtención barata de hidrógeno –por electrolisis del agua, por ejemplo– y su manipulación, a la vez que son cada vez más los progresos que se hacen en la eficiencia de las pilas de combustible que usan ese hidrógeno.   Agua (foto: Naveira) Durante el pasado Congreso Mundial del Petróleo, se ha escenificado la sumisión de las oligarquías occidentales hacia la auténtica fuente de su legitimidad y riqueza, grandes impuestos sobre hidrocarburos que alimentan a una legión de burócratas. Estos agentes a comisión del petróleo tienen la intención de huir hacia adelante como lo demuestra la creciente presión sobre los yacimientos árticos y antárticos y la apuesta brasileña por las prospecciones de gran profundidad.

Educación y escolarización

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Escuela franquista Uno de los campos donde se observa con más claridad hasta qué punto seguimos la inercia del franquismo en materia de leyes, pero sobre todo en servidumbre ciudadana, es el de la educación. Los problemas que encuentran tantos padres en comunidades bilingües para escolarizar a sus hijos en español, o todos los derivados de una distorsión histórica de las materias escolares, se remontan a una conformación ideológica mucho más primaria que tiene que ver con la incapacidad de decidir por nosotros mismos cómo queremos educar a nuestros hijos.   Salvo error, España es el único país de Europa que, no tanto teóricamente pero sí en la práctica,  persiste en dictaminar escolarización obligatoria para todos. Fallos judiciales condenan a padres que se permiten la libertad de educar a sus hijos en casa. El Estado considera tal cosa una afrenta intolerable. Y aunque una creciente Asociación para la Libre Educación (ALE) esgrime el argumento de que la Constitución habla de educación obligatoria y no de escolarización, el estado inerte de la iniciativa ciudadana lastra el entendimiento de que sin una libertad de decisión tan básica toda mejora del sistema educativo es inútil y puramente retórico. Una amiga que vive en un barrio acomodado de Madrid relata ser la única madre que juega en los parques con sus hijas entresemana. Las madres trabajan, y se ven obligadas a delegar… ya sea a cuidadoras inmigrantes o a guarderías, más tarde las escuelas. Encuentra dificultades infinitas para sacar a sus hijas de la escuela cuando ella lo cree conveniente, incluso con fundadas razones.   Y si tal cosa ocurre en áreas urbanas donde cabría esperar una mayor apertura, uno se pregunta qué ocurriría en otros lugares, o cuando es el padre de familia, como es mi caso, el que por un complejo de razones está mayormente a cargo de cuidar y educar a sus criaturas. ¡Menudo marciano!   Sería demasiado fácil acusar al vil mercado de imponer el envío temprano de los hijos, y por siempre, a las escuelas de turno. Pues muchos otros países demandan la misma aquiescencia mercantil, si no mayor, y disfrutan de una legislación que facilita la libre educación. España apenas ha empezado a deshacerse de la nota autoritaria heredada del franquismo, representada en las instituciones y legislación presentes.  

Crisis opinable

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El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, aseguró hace unos días que “es posible” la adopción de una subida de tipos de interés para atajar la “alerta” por la elevada inflación de la zona euro: el IPC se ha disparado en junio hasta el 4%, debido al aumento de los precios del petróleo y los alimentos. Mientras tanto , el Euribor ha marcado un nuevo máximo histórico mensual al cerrar junio en el 5,3% , rematando cuatro meses consecutivos de subida, y encareciendo la hipoteca media en 900 euros al año.   El crudo Brent, de referencia en Europa, ha marcado un nuevo récord al superar la barrera de los 143 dólares en el mercado de futuros de Londres, impulsado por la debilidad de la moneda estadounidense. En seis meses el precio de la gasolina en España ha subido un 14,2% y llenar el depósito de gasóleo es 18 euros más caro que hace un año.   España registra el mayor déficit exterior de su historia, que tras el de EEUU, es el más elevado del mundo. El precio de los pisos ha caído un 30% desde mediados de 2007. La falta de liquidez bancaria está provocando el cierre del grifo de la financiación: el crédito a las familias crece ya por debajo del 10%, el nivel mínimo desde 1997. El consumo se desploma: la venta de pisos y coches cae un 30% interanual. La afiliación a la Seguridad Social ha descendido en mayo un 75%. El ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, ha reconocido que la tasa de paro “estará próxima” al 11% en 2009.  Se ha perdido un 80% del superávit en tan sólo cinco meses.   Entrevistado en El País, Zapatero afirmó que “es opinable si hay o no crisis en la economía”: depende de lo que entendamos por la palabra “crisis”, ya que el uso de un concepto u otro pertenece al ámbito académico. En esa línea, el  Sr. Solbes, vicepresidente económico, ha insistido en que la utilización de la palabra de marras, es una cuestión “semántica”, y que a su juicio, estamos “lejísimos de ella”.   Si La opinión se distingue por ser verdadera o falsa,  la elección lo hace por ser buena o mala. Aparte de crisis económica, en España hay relevantes opiniones falsas y elecciones manifiestamente mejorables.   hechos significativos Robert Mugabe se declara presidente de Zimbabue en unas elecciones a las que se presentaba como único candidato, tras disuadir a todos sus contrincantes. La vicelehendakari afirma que “el Gobierno vasco ofrecerá una respuesta contundente” al recurso del Gobierno central contra la ley de consulta independentista.

La mejor aflicción

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Cañón del río Lobos (Óscar) La mejor aflicción La cámara que registra el gran montaje va al contraplano y deja que nos veamos. Primero aparece una amalgama de gregarismo y complejo histórico, luego insultos perdidos. Mientras el gentío se deshace en los contornos individuales comienzan a reconocerse cánticos divertidos y parece aflorar cierto orgullo en las risas, algo empieza a ser sano. Entre las banderas y junio, miles de hermosas patriotas se han mojado el pelo en calimocho, han pintado sus mejillas y, a saltitos, hacen topar el recogido de la camiseta con el sujetador. Levantan vasos de plástico en una ofrenda a los ídolos; los gestos y las palabras caen por el sudor hasta llegar a ombligos limpios y bisuterados. Ahora, cuando termina la emisión, por fin se puede comprender a qué patria se refieren. Es acogedora.   La necesidad de convertir las sucesivas ediciones de los acontecimientos deportivos en ofertas televisivas de apariencia novedosa no anula el esplendor de las emociones que producen las hazañas de sus protagonistas. Ver a millones de personas gritando ¡podemos!, ¡a por ellos! y ¡tiqui taca! desasosiega un poco, por qué negarlo, pero la autenticidad de su alegría sigue adelante en el río de euforia común. Aunque quienes han convertido la españolidad en algo discutible digan ahora que la selección de fútbol es el símbolo de la unidad; esta vez la patria no será la imagen vacía del nacionalismo, sino los hechos de los patriotas.   Pero los unos y los otros, quienes prohíben todos los días nuestra ciudadanía y aquellos que viven de la publicidad conseguida gracias al tráfico de influencias, se refieren a nosotros como la afición. Y con toda la generosidad de sus corazones nos han nombrado la mejor. Los españoles somos la mejor afición del mundo. Incluso los deportistas, los ídolos que deberían soportar lo mejor posible el peso de tanta admiración, se contagian de la demagogia y adulan a los sin rostro. Si todo lo glorioso de una Nación se encuentra referido al estado de afición de las masas, las generaciones que la disfruten tendrán que aficionarse también a su efecto inmediato: el olvido.

Lección deportiva

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La magnífica actuación del equipo español  de futbol en la competición europea, pletórico de la seguridad en sí mismo que  procura el talento, cuando combina la técnica en el dominio colectivo de las reglas de juego con la inspiración individual de la gracia, ha hecho disfrutar a todos los españoles de un placer deportivo que nunca antes habían experimentado. Por eso, los comentaristas se lamentaban de que el partido terminara. Preferían seguir viendo la grandeza del espectáculo futbolístico español, aceptando el escaso riesgo de que, jugando de esa manera tan inteligente como armoniosa, España pudiera perder. El disfrute por el buen juego ya era superior al que proporcionaría luego la victoria.    Lo excelente en la competición de las habilidades del cuerpo no es ganar, como quiere la hinchada, ni competir, como dice el lema olímpico, sino competir en condiciones idóneas para vencer con limpieza y dignidad, o para aprender a ganar con esmero y humildad. El equipo español no solo se ha esmerado y vencido. Ha enseñado a ganar, sin sacrificar la belleza combinatoria del juego colectivo. Lo que antes estuvo en Holanda o Brasil, el buen futbol, hoy está en España. La alegría de los jugadores, de su entrenador y de los millones de españoles que vieron este singular acontecimiento deportivo, está justificada. Sobre todo porque Alemania fue un digno rival y las aficiones fueron ejemplares en civismo y deportividad.     Ningún  placer por la victoria está exento de alguna íntima insatisfacción, o algún oculto malestar, si aquella no ha sido  merecida, se ha basado en la violencia, en  algún error arbitral o la ha decidido el azar, como frente a Italia. De ahí la superioridad moral y mental de la pura alegría por la victoria en aquellos juegos, como el ajedrez o el atletismo, cuyas reglas constitutivas hacen de los jugadores sus propios árbitros y el azar no interviene en el resultado. Incluso en los juegos donjuanescos de la conquista amorosa y las batallas militares, como dijo el vencedor de Napoleón, duque de Wellington, “nada, salvo la derrota es tan melancólico como una victoria”. Pero la profunda melancolía de quedarse sin enemigo, o el leve malestar de no haber encontrado iguales en la competición, no tiene arraigo en los triunfadores de campeonatos periódicos, porque el adversario al que hoy derrotamos  puede derrotarnos mañana si los laureles anestesian la voluntad de persistir en la excelencia. florilegio "Las victorias de los partidos estatales, como la del tramposo en el  solitario o del que usa cartas marcadas para engañar a otros,  se celebran adecuadamente como festines."

Patriotismo deportivo

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Uno de los lugares comunes más frecuentados es aquel que convierte al deporte en un simulacro bélico. Los instintos primitivos de agresividad que la guerra satisface serían desviados hacia el afán de victoria en la competición deportiva, que ahora constituiría la “única higiene del mundo” reclamada por los futuristas. Semejante analogía encierra un profundo contrasentido.   ¡Campeones! (foto: cuellar) A pesar de que las crónicas deportivas se redactan como si fueran partes de guerra, en el deporte asociativo, la necesidad de tácticas y estrategias contra el equipo contrario no persigue la destrucción del rival, que si es derrotado, tendrá la posibilidad de una próxima revancha. En el deporte individual se trata de superar los límites que la naturaleza parece imponer a la especie, mientras en la competición bélica, el individuo, encuadrado en los ejércitos, carece de iniciativa propia. El instinto infantil de juego, necesidad biológica del individuo,  no puede confundirse con la agresión de grupo o belicismo tribal.   En el Homo Ludens de Huizinga, el juego, una función tan esencial como la reflexión y el trabajo, fundamenta la vida organizada del hombre: “El juego es más viejo que la cultura”. Ortega y Gasset llega a situar el origen del Estado en la actividad que considera más elevada, seria e importante de la vida, la primaria y creadora, es decir, la deportiva: las formas políticas y jurídicas nacieron de esa pura exuberancia vital.   Los hindúes sugieren que la creación del universo no es más que un juego divino; Dios habría organizado el caos primordial merced a un impulso lúdico. Si para los maya-quiché, el “juego de pelota” era una actividad predilecta de los dioses creadores, para los españoles el fútbol es sagrado. El júbilo colectivo está justificado: la espléndida victoria de España alimenta sentimientos de orgullo y gratitud que brotan de la misma fuente histórica.   Resulta innecesaria la crítica al deporte como escuela de moral patriotera o de falseamiento del sentimiento patriótico, en un país donde no existe precisamente el riesgo de una exageración de la unidad sin integración de las diferencias. Este natural patriotismo deportivo o la manifestación colectiva de alegría por un éxito nacional descubre la entrañable piedad que sentimos por España, frente a la falsedad del patriotismo constitucional y la monstruosidad del patriotismo de partido estatal.

El misterio de las autonomías

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Uno de estos días recordaba una aguda periodista las palabras del antiguo guerrillero de la Independencia, el cura Merino, camino del cadalso por atentar contra Isabel II: “¡Ahí os quedáis, pueblo imbécil!”. Lo que casi todos reconocen como el gran éxito de la transición, es el económico. Los que la pagan, se lo han creído. Por lo menos los millones de votantes. Pero un catedrático de Economía, don Roberto Centeno, ha demostrado que tienen razón los relativamente pocos españoles  que recelan del régimen del consenso entre partidos, sindicatos, etc. unidos en torno a la Monarquía.   Resulta que en 1975  la diferencia entre la renta “per capita” española y la de los diez países principales de Europa era del 83,6% y que ahora, más de treinta años después, es sólo el 84,2% respecto a los mismos países. Es decir, en más de ¡treinta años! un 0,6% menos que en 1975, y esto después de haber entrado con todos los derechos en lo que iba a ser la Unión Europea y recibir su ayuda.  La obligada carrera por la “convergencia” con Europa está prácticamente estancada. Y además disminuirá al ser la inflación española superior a la del resto. Ya se especula con la posible expulsión de España o por lo menos la suspensión de su pertenencia a la Unión, al juntarse con esto la pérdida de valor del euro emitido en España (lo mismo que el de Italia, Grecia y Portugal), hasta el punto que algunos europeos empiezan a no aceptar estos euros como medio de pago.  En suma, lo menos que se puede decir es que la masa de los españoles comulga con ruedas de molino y no le falta razón a la distinguida periodista al traer a colación la cita del cura guerrillero.   Según el mismo profesor, el número de funcionarios del Estado español no debiera pasar de unos 800.000 de acuerdo con criterios generalmente aceptados. Sin embargo, el Estado de las Autonomías cuenta con unos ¡2,400.000! En términos objetivos, esto pudo ser una de las razones del invento: crear una clase funcionarial tan exorbitante que, aparte su carácter clientelar, su misma superfluidad la hace adepta incondicional del régimen. Y no cabe duda que las Autonomías son junto con los partidos y los sindicatos uno de sus puntales. De ahí el auge del nacionalismo y que se le diese entrada en la Constitución. La Nación no importa; lo importante es asegurar la vida y el bienestar del consenso oligárquico.   La política antinacional del partido socialista dirigido por el Sr. Zapatero, no es, pues, un cambio de régimen, como dicen ingenuamente muchos críticos: apunta a su consolidación, sacralizando con nuevos Estatutos y pactos con los separatistas los intereses de las oligarquías constituidas en el interim. Esto podría ser el misterio de la famosa frase del rey de que el Sr. Rodríguez Zapatero “sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas”.

Compra-venta científica

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Cerebro de Einstein (foto: Wikimedia Commons) Se pretende aumentar el número de investigadores en nuestro país en 50.000, de aquí a 2015. Para ello la nueva ley de Ciencia hará la carrera científica más atractiva, aumentando los sueldos a los jóvenes investigadores que comienzan su andadura con una beca (nada de empezar con contratos, claro). Quiere así, la ministra, aumentar la vocación científica. ¿O querría decir comprarla?   Con fecha de 29 de junio de 2008, El País publica la revisión a la baja del número de plazas de científicos que se convocarán en 2009: habrá 2000 menos para el año que viene. Cosas de la crisis. Es lógico que afecte a todos los sectores, incluido el que quieren potenciar para que sea a partir de ahora el motor económico del país, en sustitución del ladrillo. Pero se mantienen las previsiones de Garmendia: hay margen hasta el 2015 para incorporar a esos 50.000 nuevos investigadores. Son siete años.   Lo que no acaba de cuadrar con las comunicaciones oficiales del ministerio son sus acciones reales. A fecha de hoy miles de aspirantes a incorporarse a la carrera investigadora siguen sin saber nada sobre la resolución de sus becas. Una de las convocatorias nacionales más importantes, la de becas de Formación de Personal Universitario (FPU), sigue sin resolverse, habiendo expirado ya el plazo de seis meses impuesto legalmente por el propio ministerio. Para muchos de estos recién licenciados, es la única oportunidad que tendrán de incorporarse al sistema de investigación español, y toda su vida está paralizada desde hace más de seis meses. Sin poder independizarse, pagando los cursos y másteres de doctorado de su bolsillo, y viviendo a costa de los ingresos paternos.   Mal comienzo para “aumentar la vocación científica”. Y eso que los todavía jóvenes investigadores ignoran muchos de los escollos que tendrán que superar después, amén de las exigencias que el nuevo ministerio les impondrá: deberán ser científicos de excelencia, publicando mucho y en las mejores revistas científicas del mundo, además de magníficos docentes, gestores y administradores de proyectos, empresarios, inventores y promotores de patentes, buenos comunicadores y divulgadores… Creo que la señora Garmendia va a necesitar algo más que una subida de sueldo si quiere conseguir todo eso. La vocación no se compra, y los buenos científicos, tampoco.

Spain United

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Tras el pitido final la euforia por el triunfo español en el campeonato europeo de fútbol se desataba. El gran juego exhibido por la selección Española ponía el broche de oro al europeo en el que Inglaterra no había logrado la clasificación. El júbilo producido por la gran final vivida hacía exclamar al comentarista: "¡Spain United, ni Cataluña, ni Madrid, ni Valencia, Spain United, una gran nación!" El mensaje llegaba alto y claro, lleno de fuerza y respeto, pronunciado en un perfecto inglés por el locutor del canal de televisión británica ITV. Las palabras contrastaban de forma brillante con los toscos alaridos escuchados poco antes en un Pub de contrabandistas, hermosamente decorado con reproducciones a escala del HMS Victory, en la desembocadura del río Blackwater: "Fuck the Armada!", exclamaba un cabeza rapada mientras apuraba una pinta de cerveza tan negra como el pegajoso barro que tiñe las aguas donde quedo varado durante años el "Hispania".   Aunque de signo opuesto, ambos juicios, el pronunciado por un eufórico comentarista deportivo, y el exabrupto patriótico del tatuado bebedor, compartían la fuerza de la historia surgida entre dos naciones, siempre rivales y a veces enemigas o aliadas, que se han conformado a si mismas frente a la existencia del adversario. La historia no puede borrarse como no pueden desaparecer las costuras que dieron cicatrices.   Al avanzar la noche, una desazón corría de forma silenciosa humedeciendo las incertidumbres que surgen en el vacío del ruido que cesa. Recordaba como durante una década, los fracasos futbolísticos de la selección, no eran mas que lejanas noticias de mediocridad que acompañaban los mensajes radiofónicos en los que la economía de servicios se vendía como destino único para los jóvenes que en aquellos precisos momentos preparábamos concienzudamente los exámenes universitarios con la esperanza de poder ensanchar el conocimiento universal desde la península ibérica. Diez años después, a día de hoy, en medio de una galerna económica que amenaza con rasgar la mayor, todavía sigo creyendo ingenuamente que son los premios Nobel los que hacen grande a una nación, porque al contrario que las gestas deportivas, el esfuerzo de unos pocos es compartido como una gran victoria por todos sin necesidad de rendir cuentas al invitado glotón, el nacionalismo, todo harto difícil sin libertad política.   Fernando Torres (foto: Saguaro)

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