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miércoles 24 diciembre 2025
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El Tao Te Ching

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Durante el curso de muchos siglos de su historia, el pueblo chino se ha caracterizado por una insólita combinación de literatura sapiencial y realismo político. El confucianismo, sin ir más lejos, que ha dejado una huella indeleble en su pensamiento y sociedad, hunde sus raíces, sin perder de vista el orden cósmico natural, en el arte de gobernar bajo elevados presupuestos morales, que quieren expandirse a todos los órdenes sociales, desde la familia al Estado. Allende los componentes mágicos de los que surgió y que continuaron adhiriéndose con el tiempo, el taoísmo pretendió sacudir la creciente burocratización del confucianismo sin perder un ápice de la astucia, inteligencia, compasión y serenidad que el mejor espíritu chino ha abordado tanto en relación con el cuidado de sí (Foucault) como en el dominio político.   Algunos autores han querido ver en cierto período histórico de la China una concepción democrática bastante acabada. En ello no entraremos por carecer de datos, así como de lo que éstos entendían por democracia. En todo caso, hojeando el Libro del Tao –un compendio de textos breves compuestos entre los siglos V y III a. C. atribuídos a un personaje legendario llamado Lao-Tsé– encontramos rastros de una aproximación política que se constituye desde abajo. Aunque dominada por una concepción espiritual centrada en la figura del Sabio, saboreamos aquí el néctar de la libertad política en pasajes como los siguientes: “El sabio dice: si no hacemos nada, el pueblo evoluciona por sí solo; si amamos la quietud, el pueblo encuentra por sí solo el recto camino; si no emprendemos nada, el pueblo se enriquece por sí solo” (cap. LVII). Y: “Quien gobierna con quietud y discreción, tiene súbditos leales y honrados” (cap. LVIII).   Naturalmente no leemos aquí la idea de la división de poderes y de la representación. Pero sí de hasta qué punto el comportamiento de los que gobiernan se ve inmediatamente reflejado en la sociedad (gobierno corrupto=sociedad desdichada), y de cuánto se gana cuando es el pueblo el que toma la iniciativa, allí donde el gobernante no impone su personal criterio sino que deja que sea la sociedad –mediante un mecanismo acaso aún por descubrir– la que decida.   Lao Tsé

El gran error

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En el Gobierno asumen la sentencia de Aristóteles: “La ley tiene fuerza de obligar y es expresión de la prudencia y la inteligencia”. Los hombres suelen convertir en blanco de sus odios a los que se oponen a sus pasiones dominantes, aunque lo hagan con la mayor rectitud, mientras las leyes no deberían provocar resentimientos ni odios al ser la expresión de la voluntad popular y conducir al bien común, proclaman los oligarcas del régimen.   A fin de cuentas, en Occidente, el origen de todas las leyes se remonta a los mandamientos divinos del Decálogo,  y más tarde, de la encarnación visible de Dios sobre la Tierra,  derivarían su autoridad los Papas y reyes; y por fin el Derecho Natural o la ley de la Naturaleza inspirada por una fuerza sobrehumana. Los mandatos del Derecho secular que impera en la Monarquía de partidos no dejan de tener una validez metafísica: la soberanía popular.   Parlamento vasco (foto: Iker Merodio)     Mientras en EEUU contrasta la excelencia de los logros de los científicos, artistas y profesores, con su escasa influencia en la política, en España los consejos de las autoridades culturales son atendidos y seguidos por el Estado. Allí se utilizan términos despectivos como “egghead” para designar al intelectual, que tanto dañaron la carrera política de Adlai Stevenson, por ejemplo. Aquí los “cabezas de huevo” son reunidos en una institución que representa la “voluntad permanente” de la Nación: nada menos que el Consejo de Estado, que ha confirmado que la consulta independentista al pueblo vasco es una “conducta ilegal”. Este dictamen ha permitido al Gobierno anunciar la redacción de un recurso contra ese referéndum. Una vez que se presente en el TC, acarreará la suspensión durante cinco meses de la ley aprobada en el Parlamento vasco hace dos semanas.   Sin embargo, Ibarretxe reitera que no necesita el “permiso de nadie” para preguntar a los ciudadanos, ya que su iniciativa no tiene carácter vinculante y sólo es una “propuesta democrática” para conocer la opinión de los vascos. Aunque una de las cláusulas del acuerdo concluido en la Transición, como en el arconato de Euclides (403-402) después del gobierno de los “treinta tiranos”, fue: “se prohíbe reprochar a nadie su pasado”, la causa de este monumental error, más allá de las disputas jurídicas, sigue residiendo en la velada aceptación del derecho de autodeterminación que los socialistas defendían abiertamente antes.

Patera oficial

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Patera (foto: Chodaboy Otros quince sabidos. Los inmigrantes llegan muertos hasta las costas españolas, porque es duro atravesar el mar sin más rumbo que la desvergüenza de querer vivir un poco mejor. Los inmigrantes llegan medio vivos a los partidos políticos, porque es duro integrarse sin humillación; sobre todo si es lo único que se conoce. Los Gobiernos intercambian emigrantes por contratos comerciales y simpatías populares. Los españoles respetamos lo que no es tan siquiera tolerable para que el mandamiento del colorido otorgue apariencia de diversidad al monolítico constructo del poder europeo. Si el congreso del PSOE hubiera instituido la Subsecretaría de Pateras, todos contentos.   La Subsecretaría con vistas al mar estaría compuesta por cuatro secretarias y dos ujieres, además del titular del departamento. Todos de colores diferentes en la piel y en el alma, porque las panorámicas ahora se denominan “visibilidad” y ya no sirven para encontrar horizontes, sino para que los memos encuentren variedad: mujeres amoratadas, negros, amarillos y rojos; homosexuales e inválidos; rockeros cuáqueros y animistas de tradición bantú. ¿No fondean estas hermosas pateras en la bahía de la mímesis?   Ninguna crisis anunciada hará que dejen de llegar quienes nacieron en el pulso crónico de la quiebra. La civilización política consiste en la transformación que sufre el conjunto de valores y tradiciones que afectan al individuo comprometido con la sociedad. Es la renovación –acumulativa- de la ontología identitaria (como dicen los freudomarxistas) de cada uno de sus componentes. Este camino de ciudadanía se inicia antes de la aparición de las ciudades, porque proviene de la necesidad de organización social y perdurará mientras los intereses del individuo no coincidan exactamente con los de lo público. Tan irrefrenable como el hambre y un destino más sagrado que el Grial para los que son apátridas desde su paupérrimo nacimiento: podrán comer y ser, porque creen que la dignidad también les espera en las playas europeas.   La corriente los llevará hasta el asesoramiento de la Subsecretaría, donde amables seres de partido podrán informarles sobre lo que significa que las criaturas de las profundidades te hayan devorado los ojos, después de décadas flotando boca abajo.

La brecha política

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Al Japón de los años 50 llegó W. Edwards Deming con la tarea de ayudar en el censo. Sin embargo, su labor más relevante fue poner en práctica sus teorías sobre calidad en los procesos que, basados en las teorías de Walter Shewhart, fueron ninguneados en los Estados Unidos. Un pueblo vencido como el japonés, pero lleno de dignidad y superación, elevó sus discursos a texto sagrado y al autor a “Padre de la Tercera Revolución Industrial”.   Las reglas del control estadístico de los procesos de Deming germinaron sobre la base de la filosofía kaizen, que postula que siempre es posible mejorar las cosas, y así, en las ruinas confluyeron lo mejor de Occidente -venido a lomos de un rebelde forjado en un origen humilde- con lo mejor de Oriente, convirtiendo a Japón en potencia mundial.   Los postulados de Deming y su calidad total, se pueden resumir en apostar por la mejora continua de productos y servicios, la utilización de una cooperación ganar/ganar donde todo el mundo sale favorecido, la eliminación del miedo para generar confianza, supresión de frases vacías y eslóganes huecos, la eliminación de barreras entre departamentos, la apuesta por programas vigorosos de educación y la implicación de todos en el proceso de transformación. La aplicación de estas premisas a nuestra democracia arroja un resultado desolador de ineficacia donde se destruye en el proceso de medición el propio concepto democrático.   Estrecho de Gibraltar (foto: Chodaboy) Hoy el campo desolado es África, golpeada por las bombas atómicas del hambre y la enfermedad. Entre sus escasas pertenencias cuentan los africanos, como los japoneses, con el afán de superación. Sin embargo esta vez no confluyen en las playas europeas lo mejor de dos mundos. El mundo del Norte vive en el engaño y la corrupción política, lo que permite que la brecha económica entre Europa y África – la mayor del mundo – sea órdenes de magnitud superior a la brecha política, dando aparente normalidad a una situación que va desde Sudáfrica hasta Islandia, ahogando niños, mujeres y hombres en agua y sistemas políticos.

Deber de obediencia

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Congreso del PSOE (foto: Pablo Garp) No es fácil tragarse la náusea que supone escuchar una y otra vez las consignas destinadas a mantener al gentío dentro del buen camino sin necesidad de ingratas órdenes. Tampoco la que produce observar con cuánta sencillez obedece, como si no fuera con él, el vanidoso y modernísimo siervo europeo, mientras responde con una marejadilla de aspavientos teatrales a las afrentas que cualquier tradición religiosa, pequeñez legal o reprimenda privada le suponen. La socialdemocracia convertida en la callada satisfecha de los hombres de buena voluntad: trigésimo séptimo congreso del PSOE.   La falta de conciencia de sí que sufren las masas no puede ser compensada por la inteligencia individual o el reconocimiento cultural de ese hecho; la muchedumbre está indisociablemente unida a la servidumbre política y sólo la confianza en uno mismo aplicada a ese campo, es decir, la digna ciudadanía, permite arrostrar el constante ninguneo al que nos somete la corrupta política española. Diríase que aunque el poder constituya un asunto estrictamente público, sus consecuencias se mueven siempre en un gradiente a favor –en este caso, flaco favor- del individuo: el dolor íntegro de esa penosa obediencia universal es enjugado por cada una de sus partículas, no sólo en forma de alienación social, sino de desarraigo de uno mismo, de pérdida paulatina de esa pujanza encontrada en la Naturaleza y mantenida en la mirada de todo lo humano. Ni siquiera aquellos que han descubierto las trazas de la libertad están a salvo de las cadenas que oprimen a todos; el médico que conoce la enfermedad que lo mata no huele mejor cuando se pudre.   No sólo el gregarismo biológico, potentísimo, y la tradición servil, que ha extendido a lo público el buen resultado que la autoridad privada ha dado en nuestra cultura, contribuyen a mantener al individuo entregado a la servidumbre. Los propios valores morales que forman parte esencial de su mente han sido aprehendidos en la marea de esclavitud pública que lo envuelve.   Cualquier ideal que se transforma en deber deja de ser útil al individuo, por muy necesario y enriquecedor que sea para la sociedad. Cualquier sociedad que hace suyo el deber de obediencia, cuyo reino es la masa, deja de ser matriz de ciudadanía.

El referéndum

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El Gobierno impugnará ante el Tribunal Constitucional la “ley de consulta” aprobada en el Parlamento vasco, una vez que la norma sea publicada en el boletín oficial correspondiente. La vicepresidenta De la Vega ha explicado que cuentan con todos los informes preceptivos para recurrir al Alto Tribunal. En un reciente dictamen, el Consejo de Estado considera que las cuestiones previstas en el referéndum independentista requieren de “una decisión soberana del pueblo español” y que el cuerpo electoral autonómico “no puede condicionar las decisiones de interés de todos los ciudadanos”.   De la Vega ha dicho que el texto de Ibarreche violenta directamente nuestra Constitución, confirmando que “lejos de unir, divide”, y que por lo tanto, no se llevará a cabo el referéndum inconstitucional planteado por el Ejecutivo autonómico.   Sin embargo, el lehendakari afirma en una entrevista publicada en Deia, que “la consulta se hará y se hará pronto”. Además, ha advertido que no aceptará que Zapatero y Rajoy “decidan por los vascos”. Según Ibarreche, la sociedad vasca es partidaria del referéndum porque le interesa la paz y sabe que un nuevo marco contribuirá a “mejorar su bienestar”. De esta manera quienes proponen la consulta, “quieren la paz y colocar a ETA en su sitio”.   Conforme a los datos del Euskobarómetro, sólo el 24% de los vascos apoya la consulta, y más de la mitad cree que generará “más división e inestabilidad”. “Si es verdad que no contamos con el respaldo de la sociedad, como vaticinan algunos profetas, me haré a un lado y otras personas dirigirán este país”, ha asegurado Ibarreche.   Ante el dictamen del Consejo de Estado, Ibarreche ha declarado “Qué argumento tan sesudo ese de que los vascos no pueden decidir por los españoles… Al parecer, al revés sí puede suceder”. Ni al revés ni al derecho: tampoco los españoles pueden desgajarse del País Vasco o autodeterminarse de España.   hechos significativos Pedro Solbes señala que “no es nuestro trabajo decir cuándo vamos a entrar o no en recesión; o si vamos a entrar o no”. Joaquín Leguina declara que “para la próxima Ejecutiva estoy preparando a mi nieta; es mujer y joven”. La apretada agenda de Hugo Chávez determina la suspensión del programa televisivo “Aló Presidente”.

Confianza térmica

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  Confianza térmica Es pleno verano. Podríamos tener dudas, así que nos sumergiremos en el agua de sal, de frío cálido, de miedo a la oscuridad y vaivén, que nos llenará otra vez de alegría, de fuerza. Cuando volvamos a la superficie, el héroe todavía estará allí, delante de los tanques.   La experiencia de la transición nos permite desconfiar personalmente de quienes han ocupado, ocupan, la sociedad política. Ellos han convertido en personal la sana desconfianza hacia el poder del Estado que inspira el diseño de las instituciones democráticas. Es muy sano desconfiar personalmente de quienes mienten, tergiversan y abusan, de aquellos que siempre salen indemnes a los embustes, mientras otros sufren. Si la señora Fernández, vicepresidente del Gobierno, dice que la nueva portavoz del PSOE es la puerta del cambio, ni habrá enésima oportunidad, ni salida alguna para quienes lo crean. Si hacemos caso a Emerson, el sentimiento que nos han inculcado es más importante que cualquier pensamiento que expongan –o cualquier decisión que tomen, cabría añadir-. Merecen nuestro más educado desprecio.   Si alguien se comporta malamente en nuestra casa, el enfrentamiento y el distanciamiento serían las reacciones lógicas; pero nadie puede distanciarse del poder político oficial y, si este no es asequible al empuje social y lo es muy difícilmente a la comprensión intelectual, el ciudadano se encuentra con algo que produce una repugnancia intuitiva y, estando omnipresente, parece inevitable. Entonces tiende a aceptar con resignado sarcasmo lo que le viene encima. Crítica sabiendo que de nada sirve; termina insultando. Se identifica con aquello que otros deciden; termina odiando parte de lo que cree amar.   Es mucho más sencillo detener una columna de tanques que una de engaños, pero si aquel gran hombre, cuando regresaba de la compra, pudo frenar durante un segundo eterno a las máquinas lanzadas contra sus conciudadanos, nosotros podremos reírnos del corrupto poder que nos lleva hasta que el mar vuelva a cubrir nuestras cabezas, el próximo verano.

Unidad política europea

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Durante más de medio siglo se hizo creer a los europeos la idea, nacida bajo los imperativos de la guerra fría y de la reconstrucción posbélica, de que la unidad politica de Europa solo podría ser el último fruto de la unificación económica de los Estados que reconocían las libertades individuales. Este pesimista panorama descartó de la imaginación la perspectiva de que la unidad política pudiera lograrla la voluntad común de la libertad colectiva de los pueblos europeos. Una libertad, definitoria de la democracia, que no existe en la Europa de los partidos estatales. No fue, por ello,  un azar que, tras la caída del muro de Berlin, fuera el presidente de Francia, Mitterrand, quien tanteara el terreno para poner en pie la idea de una Confederación europea, anunciándola el 14 de junio de 1991, en la ciudad de Praga, por un hombre simbólico de la resistencia anti-soviética, el escritor Václav Havel, que luego sería Presidente de la República Checa.    Aquella improvisada idea quedó eliminada cuando el Presidente de EEUU, Bush senior, exigió a Havel que desistiera de todo proyecto político que incluyera a Rusia en una Confederación de Europa. Lo recordamos ante la crisis de la UE para no caer en el infantilismo de atribuir a factores externos la causa del fracaso de la unidad politica de Europa. Pues no  se puede creer que el NO a la Constitución de la UE o al Tratado de Lisboa se deba a la hostilidad de EEUU, ni a la incompetencia de los ordenancistas de la UE. Las grandes frustraciones de los pueblos deben explicarse ante todo por profundas causas políticas internas. Y más potente que la idea de federar políticamente a los pueblos europeos ha sido hasta ahora el designio nacionalista de mantenerlos no ya separados, o ignorantes  unos de otros, sino enfrentados por sus intereses económicos a corto plazo.   Esto explica que los federalistas europeos, a diferencia del oportunismo de Mitterrand, se inspiraran en los movimientos culturales y las ambiciones económicas donde el nacionalismo se inclinó ante el internacionalismo, como sucedió en Francia bajo el Segundo Imperio,  o se superó en federaciones interiores, como en Suiza o Alemania. La UE continuará fracasando como proyecto de unidad politica mientras no se transforme en una Federación basada en la democracia interna de sus Naciones, y siga exclusivamente apoyada en las oligarquías de sus Estados de Partidos.   florilegio "No hay mayor euro-escepticismo que el de quienes no creen en la potencia unificadora de la libertad política de los pueblos europeos, o la temen."

Sin zonas comunes

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Si las escaleras de un edificio atravesaran las viviendas particulares, uno podría encontrarse con que, en cualquier momento irrumpieran en su casa. En estas circunstancias, no sería cabal quejarse al vecino de arriba, o conminarle a que guardara cierto horario, invocando el propio derecho a la intimidad y a la inviolabilidad del domicilio, pues siendo justos él tiene exactamente el mismo derecho a acceder a su casa cuando le venga en gana. Toparíamos, así, con un claro ejemplo de conflicto independiente de la voluntad de los actores, resultando algo inevitable y solo achacable al inapropiado diseño estructural del bloque de pisos. Es evidente que tales problemas terminarían tras una obra que sacara las escaleras de las viviendas.   En España, asistimos a los conocidos episodios de imposición lingüística, a la guerra simbólica de las banderas, a los conflictos por la posesión de recursos hídricos y por el destino territorial de los ingresos públicos, e incluso al desafío de un referéndum que pretende legitimar que unos pocos puedan sancionar una nueva frontera a la mayoría. La constante retroalimentación de estos problemas no puede ser casual. Todos ellos tienen un nexo de unión en la división autonómica. Y se olvida que las autonomías son Estado Español; y esto incluye, por más que les pese, a la Generalidad de Cataluña y al Lendakari Ibarreche. Se trata, pues, del Estado que se opone al Estado.   La casi unánime celebración del triunfo de la selección nacional de fútbol, exhibiendo los símbolos patrios y con cánticos al respecto, ha causado sorpresa. La explosión sentimental de las masas es incomprensible sin una previa conciencia de la propia unidad, bien siendo el éxito deportivo lo que la ha provocado y no forjado.   La distorsión autonómica, introducida por el consenso del posfranquismo con la oposición subvencionada, reaccionarios a España pero nunca al Estado totalitario, responde antes a las ambiciones de la refundada clase política estatal que en absoluto reflejan, sino más bien torpedean, la voluntad de la mayoría. Es desde esta trinchera, y aprovechando el mismísimo poder del Estado, donde se diseñan programas políticos encaminados a dividir a los españoles para justificarlo.   Está claro que todo esto refleja un problema estructural. La única solución posible es la demolición de esta Monarquía Autonómica de Partidos para construir nuestras zonas comunes, ahora con la libertad política de la sociedad civil, nunca desde las organizaciones estatales subvencionadas por el Estado aun para oponerse a él. Lo sorprendente es la esquizofrenia de quienes denuncian los hechos para imposibilitar su superación. Su débito con el poder les hace unir su destino al de este Régimen. Pero llegará el día en que las escaleras por las que transitan no habrán de atravesar inopinadamente nuestras moradas.

Ininteligibilidad

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No es necesario asistir a solemnes ocasiones como la del Debate sobre el estado de la Nación para comprobar hasta qué punto lo que sucede en el Parlamento [¿Congreso de los Diputados?] nada tiene que ver con una discusión de asuntos reales y sangrantes. Dejando a un lado la grosera expresión, la zafiedad del planteamiento y la falsa emotividad durante la argumentación, basada en un ridículo e infantil afán de superioridad, lo más llamativo resulta la falta virtual de contenido. Una hueca verborrea viaja a través del vacío de un agujero negro traga-verdades, guiada únicamente por el principio del eterno retorno de lo mismo: la nada. Las palabras son tan solo la fachada de un acontecer lejano a intenciones y propósitos verdaderos, pues las acciones que se siguen de ellas provienen antes bien de patrones elaborados de antemano por una conciencia anónima incapaz de distinguir causas presentes o motivos de transcendencia.          El ciudadano de a pie percibe intuitivamente la situación. El complot, lo podríamos llamar, si es que reinase entre los cómplices la suficiente inteligencia como para que fuese algo completamente deliberado. Del mismo modo que aquél apenas comprende el contenido de las ráfagas sobre economía del noticiero, la cháchara del político en las ruedas de prensa, en entrevistas callejeras o en las Cámaras legislativas resuenan como ecos ininteligibles en el espacio lunar. El ciudadano queda excluído de la participación incluso, o empezando por, la comprensión de contenidos básicos que le afectan. Éstos pasan regurgitados por una retorta de, no sabemos ya si malicia, pero sí necedad. La crítica es inexistente; la razón risible; la moralidad una antigualla; la sencillez un atrevimiento inaudito.   Por eso debemos denunciar que algunos no comprendemos lo que dice la clase política ni por qué. Que no tocan más que de refilón problemas acuciantes que padecemos todos. Que los aciertos parecen más debidos al azar que a la intención. Que éstos no se deben a la concreción de una medida política, sino a un proceso anónimo que se daría (quizá mejor) sin ellos. Que aunque entendemos que los problemas de gobierno pueden ser a veces muy difíciles y que el error es humano, lo que tenemos ante nosotros es una farsa maldita sin pies ni cabeza.   Congreso de los diputados (foto: denetsnuff)

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