Nietzsche (foto: Yelmoc) La indiferencia hacia los asuntos generales o complejos que se produce en las sociedades de consumo rápido, hace que sea todavía más quimérica una “democracia participativa” que surgiera de la igualdad social. Pero las masas sin libertad política, y por tanto ajenas a la realidad de una democracia representativa, pueden sustituir la participación en la política, el deporte o la riqueza, por la participación en el espectáculo de sus manifestaciones. La introducción de las nuevas tecnologías en los hogares y en los trabajos incrementa la igualdad de circunstancias de tal modo, que hace posible participar en la información y el conocimiento. Pero esa oportunidad no podrá ser aprovechada o no dejará de ser una mera ilusión mientras sigamos sojuzgados por secretos estatales o razones del poder y por secretos profesionales o razones del saber. Los gobernantes de los países más desarrollados y de los más emergentes discutirán en el conciliábulo del G-20 cómo afrontar la crisis provocada por los profesionales de la globalización financiera. España no asistirá, pero dada la brillantez de propuestas como la Alianza de Civilizaciones, la Casa Blanca está dispuesta a considerar las nuevas ocurrencias de Zapatero. Cuando se reprime la libertad de pensamiento y no hay libertad de expresión para las ideas de la sociedad civil, los mensajes de los centros de poder caen en cascada sobre la población, formándose la única corriente de opinión pública tolerada: la oficial. Hoy, más que con la cultura, sentimos malestar respecto a una civilización de progreso técnico, donde aumenta la información y disminuye la captación de su sentido. Un tiempo de nihilismos en el que no son las acciones de la libertad colectiva las que predominan, sino las voluntades particulares de poder, como auguraba un Nietzsche que, sin embargo, quería sostener la dignidad de la vida humana frente a la impotencia del hombre moderno. Incluso en las épocas de agostamiento cultural y petrificación política, permanece intacta la fuente de todas las cosas grandes y bellas, que no es más que la facultad de actuar libremente para configurar una realidad propia. Frente a la falsedad de lo establecido, quedaríamos irrevocablemente destinados a la ruina si no nos decidiéramos a intervenir y crear lo nuevo en lo común.
Debate sobre la crisis
Hace tan sólo unos meses Solbes afirmaba que la crisis financiera cuyo epicentro estaba en las subprime de EEUU no afectaría a España o tendría un impacto pequeño en nuestra economía. Ahora, en el debate parlamentario sobre los Presupuestos, se reafirma en que “es la peor crisis desde que tengo conciencia” y en que siempre dijeron que “este país tiene un problema interno significativo: la burbuja inmobiliaria”. En esta ocasión, el ministro de Economía ha recalcado que las cajas y bancos españoles no son inmunes a la situación internacional, pero que nuestro sistema financiero –a pesar de quienes “parecen cuestionarlo sin ningún fundamento suscitando con ello incertidumbres”-, permite afrontar la crisis en buenas condiciones; No obstante, augura que dicho sistema será distinto y probablemente redimensionado, pero “con toda seguridad” más sólido. Solbes asegura que el Gobierno tiene dos motivos de preocupación: la dificultad de nuestras entidades para financiarse en los mercados de capitales internacionales y el aumento de la morosidad, cuya escalada en los últimos doce meses ha vaciado el fondo para insolvencias de la banca. En este sentido, tras lo de Fadesa, el director financiero del Santander avisa del peligro de otra suspensión de pagos de una gran constructora. Si persiste esa situación, será inevitable una mayor restricción del crédito que golpeará a la economía real y al empleo. Pero, Solbes, olvidando sus recientes exhortaciones al consumo, señala las consecuencias positivas de no obtener préstamos: “traerá por fin una sana contención voluntaria en el nivel de endeudamiento de algunos agentes económicos”. El vicepresidente económico está convencido de que las entidades financieras transferirán los fondos que les suministrará el Estado, a las familias y empresas. Rajoy dice que no está dispuesto a resignarse, y tras acusar a Zapatero de cometer el “error de no buscar el consenso”, considera que la petición de éste al PP para que acate sin rechistar las medidas del Ejecutivo parece destinada a querer que no haya oposición en España. De todas maneras, los dos jefes de los partidos estatales coinciden en que no exista control efectivo del Poder. hechos significativos El ministro de Justicia considera que los secretarios judiciales y los jueces intentan presionar al CGPJ. La Reserva Federal destinará 540.000 millones a salvar los planes de pensiones.
Neblumo
Donde se cita el alma (foto: fernando) Neblumo Cada insomne está por regresar a su espejo de calígine, maniobrando catalejos hacia lúmenes de vísceras con una invidencia profunda, incisiva, como de bisturí hueco. Sabe que la visión primogénita no existe, y para qué esta arboladura de bosques mínimos. Cada despierto está por regresar a su nicho. Son erguidos que asemejan gabardinas viejas dispuestas a reunirse con los tejidos de osarios. Hay cuerpos de golondrinas posadas en zanjas comunes, como si fueran un cauce de caviares negros. Y no sirve examinar al trasluz el temblor fosilizado, marcar con números el listín telefónico de sepulturas bobas. Los difuntos siguen viajando con sus alas de pez oscuro. Cómo sembrar en distintos prados esas escamas si nacen de borrascas, en las cárcavas de turba, como un sola médula de orugas disecadas. Es esa fina orfebrería de la conciencia tras una detonación de cormoranes que todos han consensuado en afonía, con amnistías perfectas y abrazos coloniales entre homicidas y cobardes, antes de amenizar los textos didácticos y los anales de historia con una perfecta deglución. Ahora sí, ya podéis emular la justicia, mitigar la verdad con aplausos. Porque los perecidos están bien inhumados bajo el recato del tiempo mentido. Descuidad la pulcritud tras inspeccionar las coronas frías sin esmalte de urces. Todos sabemos que los muertos no hablan.
Depravación judicial
Acontecimiento inaudito por una causa audita. Rebelión corporativa por motivos corporativos. Paro de los secretarios judiciales por solidaridad de cuerpo con una compañera castigada por el poder extrajudicial. Plante de la corporación juzgadora por falta de medios materiales para despachar, en tiempo procesal, los asuntos judiciales. Esto no degrada la justicia, la corporativiza como estamento estatal separado de la sociedad. Ni la más remota relación con el vicio medular de la magistratura: su dependencia de los partidos y del Gobierno. Esto no la indigna y, por tanto, la deprava. Dos cosas degradan la justicia. No separar los poderes estatales y fiar la independencia judicial a la solitaria conciencia del Juez. Pero la separación de poderes no basta para asegurar la independencia juzgadora, en los países que idearon la juris-dicción como fórmula de decir el derecho en nombre de un soberano. No la garantiza porque en las instituciones que encarnan las grandes emociones morales, como las de la fe en la justicia divina o en la humana, acaba prevaleciendo el espíritu de sus tradiciones corporativas, eclesiásticas o judiciales. Y es tradición heredada la que nos hace creer que los jueces son independientes por el hecho de que en el momento del fallo, como en la religión, están a solas con su conciencia. Pocos saben que, en el albor de la modernidad, el nuevo poder les negó incluso la conciencia. La primera ley organizativa de la justicia moderna, ideada por la Asamblea de la Revolución francesa, prohibió a los jueces que interpretaran las leyes. La libertad de conciencia interpretativa la otorgó el Estado, cuando se percató de que la tradición de gentileza hacia lo sagrado, impediría pensar al justiciable que los jueces, como sacerdotes laicos, fueran capaces de prevaricar. Ningún magistrado admitirá que se deprava si deja de tomar una resolución justa en el momento adecuado, o borra indicios de criminalidad en algún colega. Pero, pese a las dilaciones que le permiten las costumbres forenses, o a la disculpa gremial, comprensiva del delito judicial, es un depravado. La prevaricación sólo existe en teoría. La institución judicial es la más baja en los prestigios sociales. El conflicto que la desgarra no es de orden corporativo. Proviene de la confrontación latente, que estallaría con la libertad política, entre los magistrados arribistas, proclives al partido que los promociona, y la pasión por descubrir la verdad en el supuesto de hecho juzgado, que es la genuina fuente de las vocaciones judiciales. florilegio "Si los jueces fueran justos, con ciencia en la prueba y equidad en el fallo, muchas veces el criminal sería inocente, y el culpable nunca sería absuelto."
El juez intemporal
Hay cosas, como decía Larra, que para ponerlas en ridículo basta parar la atención en ellas. Así, la Fiscalía ha dictaminado que la causa general abierta por Baltasar Garzón contra el franquismo quiebra las más elementales reglas del proceso penal. Aunque los delitos de detención ilegal son permanentes (si se enmarcan en los crímenes contra la humanidad) hasta que no aparecen las víctimas, aparte de la evidencia del fallecimiento de los “secuestrados”, ha de tenerse en cuenta que semejante tipificación no existía cuando se cometieron los hechos denunciados. Si bien esos delitos habrían prescrito merced a la Ley de Amnistía de 1977, Jiménez Losantos nos hace concebir falsas esperanzas cuando dice que Garzón, al que califica de “analfabeto funcional”, quiere liquidar la Transición abriendo fosas comunes. Este locutor estrella recrimina al Rey no salir en defensa de su ex tutor, aunque sólo sea para “salvar su negocio”, ya que resulta increíble que Franco fuese tan malvado si lo designó a él como sucesor. Y desde el campo filosófico, Gustavo Bueno observa en Garzón las trazas de un Juez Universal que con un acusado “complejo de Jesucristo” aspira a juzgar a los vivos y a los muertos. Baltasar Garzón (foto: sagabardon) La teoría política clásica situaba al tirano fuera de la humanidad: “un lobo con forma humana” cuyo gobierno, por su posición de uno contra todos, no tenía relación con las distintas formas de reinado (“Basileia”). De esta manera, Garzón debe de creer que figuras como las de Juan Carlos, Suárez o Fraga, gracias al espíritu santo de la Transición, ya no tienen nada que ver con el franquismo, esa mezcla de error y violencia que debe ser sometida al Juicio Final. El lugar del Hacedor de leyes y el Juzgador de los hombres fue ocupado por Cristo, la encarnación visible de Dios sobre la Tierra. Y ahora, un Tribunal Penal Internacional presidido por Garzón podría hacer las veces de la divinidad. Es cierto que si no castigamos a quien cometió el mal estamos privando a las nuevas generaciones de todo fundamento de justicia. Los jóvenes asimilan que la vileza nunca se castiga en la tierra, y que, por el contrario, siempre aporta bienestar. Pero, en España, las hermosas páginas de la Justicia no pueden ser escritas con renglones torcidos por un megalómano demasiado humano.
Mi hipoteca y yo
Con esto de la crisis y el euribor, el otro día, picado por la curiosidad y con un poco de ansiedad, no lo niego, me puse a leer por primera vez la escritura de propiedad de mi casa -¿mi casa?- y la del préstamo hipotecario. Es arduo leer la escritura de hipoteca. Luego de seis folios de representaciones, habilitaciones, facultades y apoderamientos de la entidad financiera, se entra en el meollo de la cuestión. Resulta que del crédito hipotecario respondemos mi casa y yo, y eso que siempre he creído que la hipoteca era una garantía real, que respondían los bienes hipotecados y no las personas. Me hacia ilusión pensar que, llegado el momento y dadas las circunstancias, entregaría al banco las llaves para que se cobrase la deuda; y yo, vuelta a empezar, a buscarme la vida de nuevo. Pero no es así, el banco se cobra o no la deuda con la casa, y tal como están las cosas y los líos de los “subasteros”, lo más probable es que el banco no cobre todo lo que le debo, que es mucho más de lo que me prestó. Todo mi gozo en un pozo, no puedo volver a empezar, pues el banco intentará cobrarse de mí, embargando mi sueldo, las pocas joyas, el coche, la tele y si aún no fuera bastante, dejaré a mis deudos en herencia lo demás que deba. Mi amigo el notario se cura en salud, yo renuncié, como pone al final de la escritura, a leer semejante “tocho” y lo que iba a ser un simple negocio hipotecario resultó ser una hipoteca que garantizo personalmente con todos mis bienes presentes y futuros. No creo que sea a esto a lo que se refería el otro día un ínclito banquero patrio cuando hablaba de las buenas prácticas bancarias y de los abusos. Claro que para él lo que a mi me sucede no será abuso, aunque todo indique que es la forma de someter a esclavitud financiera a un par de generaciones. Los españoles tenemos hipotecas con garantía personal, porque los gobiernos toleran y amparan lo que Don Gumersindo de Azcárate quiso borrar para siempre. Y es que la usura no está únicamente en los desmesurados intereses, sino en las cláusulas de abusivas garantías que desnaturalizan, como es el caso, el negocio hipotecario, convirtiendo la hipoteca en un mero procedimiento de rápida ejecución de la deuda, pero no de su extinción. Promesas vacías (foto: My Buffo) Habrá que recuperar la confianza en el sistema financiero, en el notariado y, en realidad, en todo. Pero no nos lo ponen nada fácil. Se lo diré a los cinco diputados de mi provincia, a ver que les dicen en sus partidos.
Crisis y derecho
Libertad y responsabilidad son dos caras de una misma moneda. Las acciones libres se someten al tamiz del Derecho cuando sus efectos últimos los sufre el conjunto de la ciudadanía, concretándose el reproche social con el ejercicio del monopolio estatal de la Ley y la violencia. La ausencia de seguridad jurídica y de normas punitivas que castiguen las actuaciones malévolas en el orden económico es caldo de cultivo para acciones destructoras de la creatividad inherente al ejercicio libre de la función empresarial. La ausencia de “la Ley de la Libertad”, como la denominó F.A. Von Hayek en su “Derecho, Legislación y Libertad”, es factor crítico y catalizador de las crisis económicas que se añade a otras de orden netamente económico. F.A. Hayek en las librerías (foto: Jay Dugger) Por ejemplo en España, so pretexto de facilitar la expansión del negocio mercantil, se ha favorecido una legislación societaria promotora de la irresponsabilidad empresarial personal ilimitada bajo capa de artificiales velos o formas jurídicas sin sustrato material alguno que dotan al empresario de una suerte de impunidad absoluta que carece de todo reproche en el orden penal, siendo el resarcimiento en el ámbito civil o mercantil imposible. Las consecuencias de esta situación se denuncian como fallos del mercado, cuando realmente se trata de un fallo en la regulación. La práctica procesal diaria nos muestra la ingente producción judicial de Sentencias estimatorias de demandas de carácter dinerario cuya ejecución resulta imposible, hecho que resulta especialmente grave en el ámbito de los Juzgados de lo Social en el que la actuación empresarial de mala fe queda indemne siendo absorbida por el conjunto del tejido social a través del Fondo de Garantía Salarial. Si esto es así en el nivel más básico de la economía, el premio jurídico a la irresponsabilidad se multiplica exponencialmente en las altas finanzas, donde la confusión entre lo público y lo privado añade un nuevo ingrediente al guiso, llegándose incluso a premiar la irresponsable actuación de los banqueros con ingentes inyecciones de dinero público. Actualmente, la regulación del delito económico en nuestro ordenamiento, es testimonial y se limita a describir conductas penales derivadas de la actuación desleal del administrador frente a los socios, pero no castiga su actuación en el tráfico económico que queda siempre impune. Nuestros legisladores han, por el contrario, despenalizado ilícitos como la emisión de cheque o medio de pago sin fondos, ubicándolos en el ámbito meramente civil.
Perspectiva democrática
Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy (foto: RFCM) Los dirigentes políticos mundiales buscan una nueva refundación de la “arquitectura” política económica. Para ello necesitan una perspectiva más realista, humanística y democrática. Esa perspectiva tuvo su origen en el arte del Renacimiento. Cuando Brunelleschi descubre la perspectiva central en la representación estética cambia con ello la visión del mundo para los espectadores acostumbrados al relato dogmático religioso-político expuesto en los templos católicos. Ghiberti la reprodujo en las puertas del poder eclesiástico y, además, enseñó a los demás artistas y orfebres, asegurando, con ello, la vida de la nueva visión humanística. El hombre del Renacimiento y, en definitiva, el hombre moderno – nosotros mismos- es heredero de tal creación técnica de la perspectiva que introduce el tiempo y el espacio real en las imágenes y ayuda a la formación de la conciencia individual y libre. El hombre moderno consigue recuperar el orden seguro de las matemáticas y de la geometría, y a la misma vez, empieza a dudar de las creencias impuestas por la tradición gótica (medieval) porque su posición y subjetividad como espectador y ciudadano es la que determina la vida de la representación, incluso de la imagen bíblica. El hombre moderno primero humaniza a la palabra divina, en un segundo momento consigue lo mismo con la creación objetiva de la ley de la naturaleza, humanizándola, y por último –porque es cuestión de poder- quiere saber la realidad del comportamiento político. Desde entonces intentamos crear y comprender las reglas mejores del juego político para conseguir la más perfecta democracia. Las normas fundamentales de las instituciones democráticas y su funcionamiento, herederas de la perspectiva del Renacimiento son las de la República Constitucional. Ellas hacen imposible el gran engaño de la oligarquía financiera a los ciudadanos libres: que éstos acepten servilmente su pérdida de poder adquisitivo, crisis económica y endeudamiento generacional. Sin cambiar la partidocracia no podrán ver la perspectiva humanística y democrática.
Apriscados por el Estado
Si la conducta comunitaria de las personas estuviera delimitada por sus genes, habría que concluir, teniendo en cuenta la teoría de la evolución, que la propia selección social dentro de colectivos sometidos a un históricamente continuado autoritarismo tendería a producir una mayoría de individuos cada vez más dóciles, al ser depurados los más rebeldes, ya fuera físicamente o por disponer de menores oportunidades vitales. Un somero repaso a nuestra historia, convierte a España en caso paradigmático. La situación señalada, se tornaría mucho más intensa si la supervivencia material de los sujetos hubiera de ser fruto obligado de una relación social desequilibrada y externa a los grupos primarios, exactamente el mundo laboral actual. De acuerdo con la tesis inicial, cualquier confrontación individual con el poder ha de tener altas probabilidades de empeorar, como poco, el estatus del disidente. Los lazos familiares suelen actuar como un lastre. No mediando la desesperación, es necesaria una fuerte convicción moral, o la oportunidad de un sustancioso botín, para dar el paso. Pero las resistencias personales, por mucho que se adicionen, resultan estériles contra el orden establecido. Es necesaria la capacidad de intuir el mundo como algo construido y compartido para llegar más allá. La acción colectiva resulta más difícil de conseguir (el premio se diluye) y costosa de planificar, pero tanto más efectiva cuanto más participada. Aún así, el riesgo se torna personal para los cabecillas, como igual de potente su oportunidad de ascenso si se triunfa. De todas maneras, el nexo de unión de las voluntades es la aspiración común al objetivo deseado; y la conexión natural, que asciende de lo individual a lo colectivo, ha de pasar necesariamente por la búsqueda compartida de un bien universal objetivable, lo que implica una asunción ética de los valores. En la mocedad del espíritu, suele ser común buscar el destino al que dirigir nuestros pasos. Tanto, como en la madurez asentar la convicción por el último camino tomado. Para desactivar la juvenil rebeldía, nada habría más conveniente que una educación individualista y hedonista, ahíta de relativismo intelectual y moral, en una sociedad convenientemente parcelada, donde cualquier programa colectivo es patrimonio exclusivo de los órganos estatales o subvencionados. Basta que la propaganda pública convierta el orden político-institucional en inmejorable para sellar el redil. “Eran cien ovejas” (foto: Memo Vasquez)
Viejas neurosis
Cámara de seguridad Nuestro mundo se enfrenta a paradojas que, aunque no son ni muchísimo menos nuevas, resultan más sobresalientes. Vieja es la tendencia neurótica a rodearse de más y más cordones de seguridad para hacer prevalecer una ansiada paz que por supuesto ya no podrá ser así. Pero las nuevas tecnologías junto con la naturaleza despótica de nuestros Estados están procurando que esta neurosis se encrespe hasta grados inauditos de control, que en ocasiones igualan o hasta superan la pesadilla orwelliana. Las cámaras vigilantes en espacios públicos o la re-escritura de la historia por motivos puramente ideológicos, saltándose a la torera el dato objetivo, son asuntos demasiado comunes como para que a nadie sorprendan ya. Y no obstante la lucha por libertad empieza por su observación. Y prosigue en la investigación de los medios que podemos utilizar para retornar a ella o alcanzarla. En el plano individual o subjetivo numerosas técnicas se han ensayado con cierto éxito. Pero salvando la fe absoluta de quien se ha entregado incondicionalmente y no tiene nada que perder, tales éxitos son relativos porque no alcanzan la dimensión colectiva, a saber, política, de la libertad. Ésta se basa en y utiliza otros criterios. Su dilucidación ha pasado por demasiados meandros históricos, y sólo con pasmosa lentitud se ha establecido con el rigor científico que otros dominios adquirieron antes, y todavía atacada por todos los flancos. La democracia de los atenienses fue uno de esos momentos resplandecientes de libertad política, que ya quisiéramos en la inmensa mayoría de los Estados del mundo dos mil quinientos años después. La Constitución estadounidense es otro de esos momentos. Y aunque quede mucho por mejorar no podemos perder de vista lo conseguido hasta la fecha. Consecuciones semejantes están amenazadas no sólo por el pensamiento de tiranos, escépticos y incautos entusiastas, sino, incluso de forma más considerable, por la cultura del anonimato promovida por los circuitos de información masivos, cada vez más precisos y capaces de desconectar a conveniencia unos factores con otros, unas personas con otras.

