Fresco del Lupanar de Pompeya Pornocracia Follicare, en latín, es respirar. Holgar, holganza, huelga, provienen de respirar; respirar profunda y lentamente durante momentos de esparcimiento o desocupación, en la antesala del pensamiento o la toma de decisiones. También la juerga es hija de la respiración, pero de aquella superficial e inquieta que prepara el terreno a la frivolidad y el olvido. Además, follicare ha dado lugar a un lustroso vulgarismo que está en la mente de todos (por cuestiones puramente filológicas). Esta última acepción incorpora un vistoso elenco pulmonar: rápidas inspiraciones, exhalados sin fin, jadeos, suspiros y letras con cuerpo de aliento componen el variado registro aéreo del amor. Aunque el poder judicial ha despreciado su propia tradición jurídica para abrazar secretamente la política, aprecia y mima la tradición fisio-etimológica del follicare. Conoce el intercambio gaseoso, alcohólico y gastronómico, de las juergas cinegéticas, para acabar en el jadeo húmedo de la cópula ejecutiva. Claro que, en la anoxia de la juerga, lo primero que se resiente es la moral. La prevaricación y el cohecho hacen su aparición conforme la sangre de los ciervos riega el monte y las botas los gaznates. Por desgracia, demasiadas cacerías terminan en burdeles de poca monta, impropios de la dignidad de los hombres de Estado; la lujuria inter-potestas no produce suficientes canonjías, poltronas, prebendas y chóferes. Y es entonces cuando el querer (que no poder) judicial español huelga, aquí es donde inhala profundamente, donde se plantea su propia condición. Respira y respira, pero qué hiperventilación podría oxigenar los tejidos muertos. Los peones de la carrera judicial han convertido en deficiencias materiales de sus puestos de trabajo una profunda tara constitucional y el Gobierno eleva a constitucionalmente inaceptables sencillas reclamaciones y derechos profesionales. La Pornocracia de finales del primer milenio fue incapaz de sostener su propia corrupción; entonces las huelgas eran papales, ahora son regias.
Crisis de Estado
El paro judicial del 18-F, con más trascendencia política que la de una reivindicación corporativa, rebasa los límites de una crisis de Gobierno y abre la puerta a una crisis de Estado. Por ella entrarán los factores políticos potenciados o generados por la gravedad de una crisis económica que el corrupto e incompetente Estado de Partidos no podrá superar. Los síntomas son inequívocos. Las crisis de Estado se detectan cuando se descompone el principio de autoridad en todas las instituciones estatales y paraestatales. Empieza a verse en esta partitocracia terminal. La crisis estatal no se resolverá hasta que la sociedad instituya, con la libertad política constituyente, nuevas autoridades democráticas en el Estado. La desconfianza política en las autoridades del Estado de Partidos es mayor que las padecidas por el sistema financiero y los medios de comunicación. El fenómeno más visible, la magnitud de la desobediencia de los Juzgados y Tribunales a la autoridad judicial del CGPJ, desmorona la quimera de que existía un poder judicial independiente y patentiza la inexistencia de poder judicial alguno. Los fenómenos más soterrados, la desautorización del Banco de España de la política laboral del Gobierno, la falta de autoridad gubernamental para inducir a las entidades financieras a canalizar el dinero público hacia el crédito privado, la dependencia del Estatuto Catalán, aprobado en referéndum popular, de un tribunal político, el TC, aflorarán masivamente a la escena conflictiva con el auge del paro y el aumento de los cierres empresariales, junto a las manifestaciones airadas de los sectores afectados. La asociación patronal y los sindicatos estatales no tienen autoridad para frenar la acción directa de los desesperados que pierden su empresa o su empleo. El encierro de pequeños empresarios en las sucursales bancarias, que les niegan los créditos para capital circulante que antes les concedían, presagia lo negro por venir y el drama por vivir. Entre lo visible y lo soterrado, sobresale el deterioro escandaloso de lo que fundamenta la estabilidad de la oligarquía política en el Estado de Partidos. La ruptura de relaciones del partido estatal de oposición formal al gobierno, con el Ministro de Justicia y la Fiscalía General, implica la entrada en una fase de desequilibrio inestable en todas las instituciones estatales, que pueden terminar políticamente “incendiadas”, como teme el ministro. En la sesión parlamentaria sobre la crisis económica, se ha visto como el estabilizador consenso partidista ha quedado reducido a la condena de la huelga judicial. florilegio "En lo que teme el Estado de Partidos está la esperanza de la sociedad civil."
Soberanía alimentaria
Los pasados días 26 y 27 de enero reunieron en Madrid, en una “Conferencia de Alto Nivel” sobre “Seguridad Alimentaria” (food security), a la oligarquía financiera del planeta para decidir el cómo y el cuándo de las transacciones comerciales de alimentos. La oposición no se ha hecho esperar, enarbolando el lema de “soberanía alimentaria” (food sovereignty) como contraposición a una seguridad que es más bien aseguramiento de que el capital generado por la industria alimentaria siga circulando en la misma dirección. Jeffrey Sachs, de Seguridad alimentaria (foto: In my name) Pero aunque la oposición haya manifestado que “existen soluciones fáciles” al problema de la alimentación mundial, lo cierto es que las alternativas que ofrecen, sin dejar de ser por supuesto bien intencionadas y aplicables en determinados contextos (más bien locales), pecan de ingenuidad. Pues su petición de que “se re-instalen los derechos de los gobiernos a intervenir y regular el sector agrícola para conseguir la soberanía alimentaria” no deja de ser algo retórico si tales gobiernos carecen de un sistema democrático. El tirano o la oligarquía de turno harán lo que más convenga a sus intereses, ya estén camuflados por la demagogia socialista o por el manido “bienestar devenido del desarrollo”. Y los pobres seguirán siendo pobres, los ciudadanos de cada nación seguirán sin tener control ninguno sobre iniciativas gubernamentales, y las prácticas agrícolas seguirán siendo calamitosas. Mientras que el movimiento para una soberanía alimentaria se apoya en el regreso a un imposible modelo de completa autosubsistencia, una política que incentive el apoyo al horticultor y agricultor pequeño y que imponga serias restricciones a ciertas prácticas latifundistas puede cosechar grandes beneficios. Pues a menudo se nos escapa que la comida es mucho más cara de lo que pagamos por ella, y que la razón por la que es tan barata es porque se basa en mano de obra ilegal, sin derechos laborales, y porque las subvenciones de los gobiernos apuntan siempre a las grandes producciones.   La naturaleza de nuestro mundo global elimina la posibilidad de una estructura comercial medieval de autosuficiencia, y sin embargo las transacciones comerciales de los alimentos no tienen por qué hacerse a espaldas del ciudadano/consumidor y mucho menos de los “pequeños” productores, quienes cosechan de hecho aproximadamente el 80% de la comida del mundo.
Stuart Mill (I)
A Miguel Rodríguez El profesor canadiense C.B. Macpherson, en su ensayo “La democracia liberal y su época” adopta para la determinación semántica del concepto de democracia únicamente el criterio de la llamada “democracia liberal”, es decir, aquel régimen que reconoce las libertades públicas y el sufragio universal, C.B. Macpherson castra el análisis por un flanco que conviene desmenuzar: el de la disección misma del concepto de “democracia”. Huelga decir que la democracia exige la isonomía que conlleva el sufragio universal; pero tal isonomía no será condición suficiente en la medida en que no vaya unida a la representatividad de los electores; paradójicamente, los regímenes liberales no democráticos como el británico, en los cuales los partidos políticos, lejos de ser las actuales e implacables maquinarias burocráticas sujetas a “la ley de hierro de las oligarquías” de Robert Michels, eran organizaciones de naturaleza más comisarial que permanente, desplegadas únicamente en el período electoral, cediendo la preponderancia a los parlamentarios durante el resto del período legislativo, se ajustaban al criterio de la representatividad en mucho mayor grado que las impropiamente llamadas “democracias de masas”: existía un contrapoder efectivo por parte de los electores durante la legislatura. La falta de democracia venía dada, entonces, por la falta de isonomía, pues el sufragio no era un derecho del que disfrutasen todos los ciudadanos, y por la falta de separación entre los poderes ejecutivo y legislativo. Con la extensión del sufragio cabe decir, si se admiten los términos del autor, que la democracia se ha hecho menos intensa a fuer de haberse hecho más extensa. C. B. Macpherson no es ajeno a este condicionamiento y el estudio de las causas del mismo debe figurar, por derecho propio, en los anales de la sociología política. Y aquí merece una mención especialísima un autor tan instruido y tan inteligente como John Stuart Mill, que no escapa al estudioso canadiense. John Stuart Mill es un conspicuo ejemplo de teórico que, llevado por temores de cuya honestidad no cabe dudar, quiso establecer frenos y contrapesos a los riesgos de la llamada “soberanía popular” por la vía de su restricción. Por esta razón propugnaba el llamado “voto plural”, estableciendo hasta seis categorías de votantes, de mayor a menor peso del voto emitido, y en la cúspide de la cual situaba a los llamados “intelectuales”, “artistas” y “profesionales”, por debajo al “labrador”, “fabricante” o “comerciante”, por debajo de éstos al “capataz”, a continuación el “obrero especializado” y finalmente el “obrero no especializado”. Huelga decir que el reparto de posiciones en la pirámide entraña ya un posicionamiento ideológico; pero lo fundamental es que al tomar tal decisión, Stuart Mill todavía adopta la optimista perspectiva de que el voto pueda tener un efecto decisivo en el devenir histórico de un pueblo: de lo contrario, no hubiera pensado siquiera en lo peligroso de que votasen aquellos cuyo grado de instrucción era ínfimo.
Obedecer y callar
Las órdenes han sido cumplidas. En su pleno del pasado Lunes 9 de Febrero el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha consumado la felonía declarando que los jueces no tienen derecho a la huelga. Las instrucciones dadas a sus respectivos vocales por los partidos del gobierno y de la oposición que les nombraron han prevalecido incluso sobre la ambigüedad del informe técnico elaborado al efecto por su Secretario General, que dejaba abierta la poco honrosa salida de descargar la responsabilidad de esa anunciada negativa en el Tribunal Constitucional (TC). En dicho informe previo el Secretario General del CGPJ, D. Celso Rodríguez, concluía que ante la ausencia de una norma legal concreta correspondería al Tribunal Constitucional (TC) evaluar si los jueces tienen o no derecho a la huelga. La toma de decisión por el pleno del CGPJ tiene una doble motivación a cual más vergonzante. La primera es la urgente necesidad gubernamental de obtener una negativa fundada al ejercicio del derecho de huelga por los jueces antes de que llegara el día de su convocatoria para atemorizar a aquellos que se atrevan a secundarla. La segunda, el visto bueno a tal negativa de derecho obtenido previamente por el Ministerio de Justicia de las dos Asociaciones Profesionales mayoritarias adscritas a los partidos dominantes (Jueces por la Democracia y Asociación Profesional de la Magistratura). La primera razón activó los mecanismos de los partidos en el seno del CGPJ cursando las órdenes directas y concretas a los miembros designados, mientras que la segunda ha desplegado sus efectos a modo de Caballo de Troya en el seno de la judicatura desactivando cualquier atisbo de independencia personal que surgiera en las Juntas de Jueces locales. El papel de sindicatos dependientes de los partidos mayoritarios de estas asociaciones ha demostrado palmariamente que su existencia es fraude de Ley para esquivar zafiamente la prohibición de sindicación de Jueces y Magistrados. Desde estas páginas no podemos menos que animar a los juzgadores cuya intención era secundar el paro a que no desistan de su intención. Para ello sólo hay que subrayar la imposibilidad de sancionar a quien decida no acudir a su Juzgado el día 18, ya que, en palabras que refiere el informe previo del CGPJ aludido, en caso de tal ausencia deliberada “tampoco podríamos advertir la concurrencia de infracción disciplinaria, al ser en este ámbito la mínima previsión como falta la ausencia injustificada y continuada a la sede del órgano judicial por más de un día natural (falta leve del artículo 419.4 de la LOPJ)”.
Crisis total (I)
José Schumpeter Esta crisis es algo más que un simple desajuste entre oferta y demanda agregadas, es una crisis social, financiera, económica y política, es decir, una crisis total. Una crisis social. Una gran parte de la sociedad española tiene en baja estima la producción de bienes y servicios a bajo coste, prefiere que lo hagan los chinos, los coreanos o los vietnamitas o deslocalizarlas hacia el este de Europa, a cambio de dedicarse, cual metrópoli de antaño, al diseño o a la ingeniería financiera, a servicios o actividades susceptibles de ser subvencionadas, a realizar una función pública o asimilada como forma fácil de obtener ingresos con pocos riesgos. Aspiraciones muy lejanas de esas personas emprendedoras en búsqueda constante de la innovación, de nuevos productos y de nuevos mercados, que encarnan ese espíritu del que hablaba Joseph Schumpeter. La crisis financiera. Los bancos, que, según nos enseñan los manuales, sirven para intermediar entre los ahorradores y los inversores, convencieron a los constructores de la ingente demanda de viviendas para el turismo y como forma de inversión alternativa. Les invitaron a satisfacerla, dados los bajos tipos de interés, a través de grandes hipotecas que posteriormente subrogarían en trocitos a los particulares. A continuación las empaquetaron con lacitos de alta rentabilidad y las ofrecieron como derivados financieros a otra gente ansiosa de ganar mucho dinero en poco tiempo. A la vez aconsejaron a sus clientes que invirtiesen en otros derivados ofrecidos en los mercados internacionales. Títulos amparados por otros títulos que a su vez representan otros derivados. En este castillo de naipes la caída de una carta puede conllevar un auténtico desastre si no hay ninguna estructura sólida que lo sostenga. Hace poco decía Robert Solou, analizando la situación actual, que la capacidad productiva de Estados Unidos está intacta y volverá a funcionar en cuanto se solucionen los problemas financieros. Aquí, desgraciadamente el tejido empresarial es débil, dependiente de la demanda de la construcción, del turismo y de las Administraciones Públicas, o de la oferta de productos cada vez menos competitivos en los mercados internacionales.
Imperio de la zafiedad
Para los griegos lo bello era inseparable de la bondad y la verdad. Y este ennoblecimiento del alma como el ideal supremo de la cultura es recogido por Schiller, que acuña el término “shöne Seele” (alma bella). En nuestros días, ¿acaso se ha perdido el sentido de la belleza y de la armonía, estando condenados a sucumbir bajo el imperio de lo vulgar, lo vil y lo bajo? Así parece atestiguarlo la abrumadora presencia de la chabacanería, la fealdad, el ruido, la descortesía y el grito en los programas de televisión, en la calle, en los comercios, en el metro o en los campos de fútbol. Los filósofos que han profundizado en el significado de la intersubjetividad no han concedido a los modales la importancia que tienen en una concepción elevada de la existencia humana. Autores como el conde Keyserling, Malraux, Gerald Brenan o Peter Weiss, que escribieron con gran admiración sobre la llaneza, la hidalguía y la caballerosidad de los españoles, observarían con tristeza el creciente deterioro de las formas de conducta y de convivencia –cada vez más mecanizadas, zafias y hostiles- en un país que se mostraba orgulloso de practicar una cortesía y una gentileza que ahora son consideradas anacrónicas. Aparte de los eufemismos y las frases puramente retóricas que el vacuo Zapatero emplea, la exhibición de malos modales terminológicos y la inclinación a la agresividad verbal de los necios y soeces profesionales del poder, en su patio de vecinos estatales, se amplifica en los medios de comunicación que están a su servicio, donde los periodistas orgánicos, con primitivismo mental, cultivan el exabrupto y las expresiones groseras. No importa el análisis objetivo ni la crítica fundada en argumentos sólidos. Esta violencia semántica va unida a un burdo maniqueísmo. Si el fundador de la Falange recomendó la “dialéctica de los puños y las pistolas” como alternativa a la dialéctica marxista, el lenguaje del otro bando, aunque estuviera sublimado en nombre de la revolución y la sociedad sin clases, también caía en la matonería. La teoría de las superestructuras ideológicas y la glorificación de la violencia como partera de la historia derivan en la negación del “logos” y revelan un profundo desprecio por el lenguaje. José Luis Rodríguez (foto: guillaumepaumier)
Corrupción equilibrada
José Blanco (foto: Chesi-Fotos CC) El Jefe del Ejecutivo, con el partido hegemónico de la oligarquía a su sombra, se arrastra detrás de los acontecimientos sin poder dominarlos ni prevenirlos. El Gobierno puede despachar los asuntos por pura inercia burocrática, porque aunque se muestre incapaz de resolver la crisis, conserva el poder suficiente para impedir que otros intenten resolverla. No era necesario que un juez tan oportunista como Garzón destapara alguna que otra olla podrida municipal o autonómica de las que se nutre el PP, para percibir el olor a corrupción que envuelve al partido de la nula oposición. El lodazal en el que está metido el PP equilibra la situación de empantanamiento gubernamental ante la crisis, y facilita al PSOE durar como equipo ministerial y a Zapatero, un presidente sin iniciativa política, mantenerse en el poder. Uno de los lugartenientes de éste, José Blanco, era consciente de la potencia destructiva del poder que detentan, cuando aludía a un huracán o vendaval que se podría llevar por delante a la derecha estatal. Espanta el torbellino de amenazas que puede desencadenar el Gobierno, con medidas disciplinarias para mantener prietas las filas de sus huestes, y publicitarias de la corrupción ajena, para maniatar a los demás partidos. Si no fuese tan evidente el provecho personal de los implicados en la trama de corrupción aireada por “El País”, la opinión del Régimen juzgaría con benevolencia a los que trafican con influencias en interés exclusivo de su partido. Sin embargo, en la parte de la sociedad en la que está madurando la conciencia de una solución democrática ante la corrupción del poder y de la oposición en la Monarquía de partidos, no existe atenuante alguno para los autores de las fechorías partidistas: esos bandoleros de despachos oficiales que roban a los pobres contribuyentes para acrecentar la riqueza, el poder y la fama de los señoríos políticos. Para concretar la idea de un gobierno despótico, Montesquieu se refiere a los salvajes de Luisiana, que cuando quieren fruta, cortan el árbol por su pie y la cogen. Ahora que no pueden seguir talando árboles en la selva de la corrupción urbanística, si no queremos que se robe demasiado, deberíamos pagarles más a los partidos o, al menos, aumentar las dotaciones del Estado a los traficantes.
Zapatero toma medidas
En su primera comparecencia del año en el Pleno del Congreso de los diputados, Rodríguez Zapatero ha explicado las medidas que adoptará el Ejecutivo para superar la crisis económica. En primer lugar, están elaborando una fórmula “de carácter coyuntural” para mantener e incrementar la cobertura de la prestación por desempleo “sea cual sea el número de parados” que alcance el país. Este plan debe servir para aliviar la situación en la que se encuentra el millón de personas que han dejado de percibir el subsidio de paro. El Gobierno, según su presidente, al atender las necesidades de los más afectados por la crisis, hace suya una reclamación de los sindicatos por “razones de justicia y de rentabilidad social y económica”. Y para afrontar el pago de esas partidas extraordinarias, ha anunciado la reducción de los gastos no financieros previstos en los Presupuestos Generales del Estado para 2009, por una cuantía de 1500 millones de euros. Un recorte que no afectará “en ningún caso”, dice Zapatero, a las retribuciones de los empleados públicos ni a los programas de protección social. Por último, ha pedido la colaboración de todos los grupos políticos para “aunar esfuerzos ante el apremiante desafío colectivo que tenemos ante nosotros” que no es otro que el de frenar la destrucción de empleo en la economía española y situar a ésta en condiciones de volver a crearlo. Rajoy sostiene que para “remontar esta pesadilla” es necesario remover los obstáculos que impiden la creación de empleo, el ahorro, la inversión y la productividad, porque “estamos viviendo de prestado para pagar el desempleo y no sabemos si a fin de año quedará alguien que quiera prestarnos”; y acusa a Zapatero de volver a ocultar la realidad, perder el tiempo y “echar gasolina al fuego” con sus medidas de mayor endeudamiento, a las que califica de simples decorados de cartón piedra y de meros soportes publicitarios. Tanto el portavoz de CIU, como Rosa Díez piden un gran pacto de Estado para afrontar la situación económica. También lo reclama el señor Ridao de ERC para “sumar esfuerzos y repartir obligaciones” y ayudar al Jefe del Ejecutivo a salir del lodazal en el que está sumido. hechos significativos Aunque la Fiscalía señala que no hay indicios de que se haya cometido ningún crimen en la muerte de Eluana, Berlusconi dice que ésta “fue asesinada”. Son 34 las personas imputadas por Garzón en la trama de corrupción asociada al PP.
Por quién doblan las cucharas
Darwin College (foto: Maksim Tsytlonok) Por quién doblan las cucharas Me lo encontré en el pasillo de la entrada de atrás, como casi todas las mañanas, cerca de las diez y media, justo antes de la hora del té. Le sonreí, como siempre. Me vio, alzando delicadamente la cabeza blanca que ahora se dirigía con exquisita lentitud al herbario escondido de Darwin. Sí, los tesoros que en otros lugares se anunciarían con bombo y platillo, aquí se resguardaban, porque eso era lo que precariamente hacían, detrás de un par de puertas de madera vieja y descuidada. Los ojos del botánico rumiaban el contenido de aquellos pliegos secos día tras día, por el puro placer del conocimiento, de las maravillas escondidas en esas plantas muertas. Y es que incluso ahora todo parece regirse por las mismas leyes de aquella época, de las grandes exploraciones, del saqueo académico, del conocimiento puro.   Yo sé que él sabe, que me conoce, que se pregunta. Hoy me senté cerca de él en el Salón de Té, antes de lo usual, esperando un gesto, una palabra. Otra vez, sólo la mirada furtiva y el sonido incesante de una cuchara tratando de revolver el silencio, de llenarlo, de hundirse en él. Sentí que me faltaba el aire. Necesitaba salir, dejarlo con todo y cuchara.   Mi nueva misión sería confeccionar una muestra perfecta para mi herbario personal. El primer paso ya estaba dado: seleccionar un ejemplar en el que estuvieran presentes los caracteres más representativos del individuo, de la especie, de la familia. Mi espécimen de cabeza blanca sería prensado entre papel secante, inmortalizado con el endemismo valiosísimo que representaba. La ficha residiría en el herbario de Darwin, donde sobreviviría muchos más años que el propio botánico. Cambridge y sus especímenes siempre me han parecido similares a un herbario, delicadamente conservados, perfectamente etiquetados, tradicionalmente inmutables. Las cucharas tocan más aquí que en ningún lugar de Inglaterra, moviendo insistentemente curiosidad y miedo, silencio y tradición, cambio y perpetuidad.

