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lunes 29 diciembre 2025
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Círculo cerrado

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Ibarreche y Mas (foto: Politics and Meetings) El ego es una fase intermedia. Y no conviene confundir la anterior con la posterior. Mientras que un ego que no está bien, o todavía formado, sucumbe con más facilidad a las brutales imposiciones de un mundo en constante expansión y repleto de estímulos inauditos, un ego conquistado que no procura de algún modo superarse a sí mismo acaba por morder el polvo de su propia miseria y limitación, aun a pesar de conservar una cierta coherencia interna. No obstante, ningún equilibrio puede ser feliz si no está abierto a lo desconocido.   Una transcendencia de nuestro pequeño círculo es, pues, signo de salud mental, bien sea en el dominio del arte (subjetivo), la ciencia (objetivo) o la política (intersubjetivo e interobjetivo). Ningún sistema político, como ocurre con los sistemas de la personalidad individual, puede ser saludable si se cierra sobre sí y si ni siquiera otea la posibilidad de otra cosa. El régimen actual español ha logrado moverse, dentro todavía de este círculo cerrado que no conoce la voz de la transcendencia, desde el imperio unívoco (Franco) a otro equívoco (oligarquía de partidos). Mas la sujeción a su puerco mundo es idéntica. Hiede todo lo cerrado sobre sí, donde lo único que cuenta es el neurótico tejemaneje de sus actores y donde jamás ha entrado viento que pueda considerarse fresco.   Quienquiera que vea a través de nuestra demasiado obvia podredumbre política sabe que importa mínimamente si en Galicia o el País Vasco gobierna el PP, el PSOE, o los nacionalistas. Pues pactarán de espaldas al público todo lo que no está ya pactado desde hace décadas, y no dejarán que píen cualesquier voces fuera de su ominoso círculo.   Sin pretensión alguna de hercúlea heroicidad, hay quien está dispuesto a limpiar la porquería dispersada hasta hoy por doquier; hay quien está dispuesto a invertir energías por el bien público, no ya cargados de simples buenas intenciones y fabulosas ideas, sino habiendo estudiado con cuidado la situación y los peligros que encierra una intervención desde dentro de la pocilga. Ciudadanos que se levantan cada día indignados por tener que respirar en una atmósfera tan contaminada, y que tienen el pomo de la ventana ya en sus manos. Ojo, los porqueros actuales quieren hacer creer a todos que son ellos.

Mafia bancaria

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Dentro de la Unión Europea, los distintos jefes de Gobierno y de Estado siguen proponiéndose desbloquear el crédito para superar la crisis económica, y para ello están dispuestos a contribuir al saneamiento de los balances bancarios, ayudando a las entidades financieras a deshacerse de sus activos tóxicos. En esa línea, el presidente del BBVA cree que la mejor opción para salvar un banco con problemas de solvencia es la intervención estatal y el uso del Fondo de Garantía de Depósitos, para volver a poner en pie a la entidades afectadas y devolverlas al sector privado, puesto que no se las debe nacionalizar: algo en lo que también está de acuerdo Pedro Solbes, que sólo apoya las recapitalizaciones con dinero público.   En el Ministerio de Economía consideran que el “caso Banesto” resulta ejemplar. Así, cuando fue fulminado Mario Conde, la mitad del proceso de apuntalamiento de ese banco declarado en quiebra fue sufragado por el Fondo de Garantía y la otra mitad, corrió a cargo del Banco de España: el Estado entra, gestiona, sanea, y sale del capital. El Banco Santander, poco después, se hizo con Banesto, obteniendo jugosas plusvalías. Y ahora, de nuevo, con esta crisis, habrá muchas “oportunidades”, dicen los tiburones ejecutivos de la banca española.   Mientras tanto, Antonio María Costa, el director de la oficina de Naciones Unidas para la lucha contra el tráfico de estupefacientes y el crimen organizado, afirma que determinadas entidades crediticias están blanqueando dinero procedente de la venta de drogas ilegales para conseguir liquidez. El señor Costa dice que se han encontrado evidencias de que una parte de los préstamos interbancarios fueron otorgados con el único capital disponible: el que generan las actividades criminales. Además, algunos bancos han sido rescatados con ese tipo de fondos delictivos.   La Yakuza ganó posiciones en la banca japonesa tras la crisis financiera de los años 90. Ahora, si el único capital líquido es el que mueve el tráfico de armas y drogas, la prostitución, las apuestas clandestinas, el contrabando y la extorsión, quizá los bancos tengan que recurrir a nuevos socios para mantenerse a flote.   hechos significativos El Jefe del Estado Mayor Conjunto de los EEUU declara que Irán tiene los materiales y los medios para fabricar un arma nuclear, y que si finalmente lo hace, será algo muy negativo para el mundo. Alborozo en las sedes del PSOE, PP y UPyD ante la posibilidad de desalojar al PNV del gobierno autonómico.

Mi cursillo de nieve

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Good bye (foto: justPlay) Mi cursillo de nieve <<Querida familia: Antes de que comience la intoxicación mediática tenéis que saber la verdad de por qué me van a despedir y por qué la ministra está ahora mismo en el hospital, herida, afortunadamente, de levedad. Tras casi dos horas de recorrer los arrabales de Irkutsk entre nieve escasa y sucia, el señor Yakunin, presidente de los ferrocarriles rusos, se empeñó en que brindáramos una y otra vez mientras llegaba el material -nunca apareció- del carísimo Cursillo de Gestión de Nevadas. Doña Magdalena no dejaba de temblar, así que conseguí que los guardeses de la finca nos alquilaran a precio de oro un abrigo de piel viejo y maloliente, pero cálido. Yakunin, que también vestía pieles, brindaba en solitario dos o tres veces por cada una que lo hacía junto a nosotros y al final, pesadísimo, se empeñó en bailar con Magdalena que fue arrastrada en torpes giros hasta un cercano bosquete de abedules. Entonces sonó el disparo. Durante un segundo se congeló la atmósfera entera. Yakunin, paralizado, husmeó el frío antes de empujar brutalmente a la ministra y salir despavorido hacia el coche.   Entonces, provenientes de los abedules, se oyeron voces que tranquilizaron a los guardaespaldas rusos. Cuando las voces estuvieron cerca, entre cirílico y murmullos, se escuchó: No, de eso nada. Si ha sido un accidente, nada más… deja que hable con ellos. Cinco figuras llegaron hasta nosotros: tres eran más guardaespaldas; otra alguien conocido que no supe ubicar y la última… el Rey. Sí, el Rey de España. Ahora todo parece un sueño. El Rey se acercó a la ministra y le dijo: Pero, hija, ¿qué haces aquí?, y con esas ropas… ¿no ves que pareces un oso?, ¿no sabes que esto es un coto? ¿Estás bien?, ¿sí?… pues nada… Magdalena sonreía con una espantosa mueca de dolor, allí, tirada en el barro. En ese momento don Alberto Aza (pude recordarlo) susurró algo al oído de Su Majestad y todo el séquito se puso en marcha apresuradamente. ¿Ves Alberto como no pasaba nada? Si es que he pensado que eran osos peleando…   Ahora estoy en Moscú, esperando el vuelo junto al resto del personal. No podemos salir del hotel y no volveremos a trabajar en la Administración porque el Rey ha confundido a la Ministra de Fomento con un oso borracho… Me siento más sola que nunca, no debí dejar el trabajo en el tribunal. Os quiero, cuánto os echo de menos.>>

Cambios regionales

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En los feudos oligárquicos de Vasconia y Galicia, el orquestado ruido de las urnas autonómicas ha puesto en sordina la noble voz del silencio. Como sucede en el resto de España, ante cada convocatoria electoral, la oligarquía de partidos estatales, pregonada por los medios informativos, propaga el temor de que el silencio de la inteligencia política y de la conciencia moral, expresado con la abstención voluntaria, pueda ser escuchado por la buena fe infantil de quienes, sin ganas de dejar el mundo de las ilusiones y entrar en el de la realidad, creen estar viviendo en una democracia donde el voto individual elige la representación política de la sociedad en el Estado.   Que esto lo crea el vulgo adoctrinado por la propaganda oficial, como en las votaciones franquistas, puede ser comprendido, aunque en modo alguno disculpado, como si en un hermoso día de sol se creyera que llueve porque así lo anuncia el parte meteorológico. Que esto lo difundan los partidos de la oligarquía y sus medios de comunicación no puede ser comprendido sin acudir a los fines fraudulentos que los motivan. Los comprendemos como a los crímenes pasionales. Pero que esta grosera deformación de la realidad, que esta mentira contra lo que percibe el sentido común y la evidencia de lo que sale de las urnas, se dicte en aulas profesorales y libros de texto, eso no puede comprenderse, a no ser que profesores y escritores sean unos cínicos vividores que han renunciado al ejercicio de la mente y de la conciencia a cambio de un salario garantizado. La abstención no crecerá más de un tercio mientras los votantes perciban que, en unas elecciones legislativas, en realidad se elige el gobierno de un partido o de una coalición de partidos. O sea, a la antidemocrática inseparación de poderes, sin representación de los electores ni de la sociedad civil.   Esto es lo que ha sucedido en Galicia, donde la mayoría de los votantes ha querido que, sin ser representados por diputados personales ni por nadie, -los partidos estatales sólo se representan a sí mismos en esta Monarquía de Partidos- no obstante cambie el gobierno gallego, volviendo a la tradición fraguista, para que todo siga igual que durante el franquismo en las cuestiones regionales que había sido trastocado por la coalición del socialismo con el nacionalismo gallego. Según Jellineck, el resultado habría sido reaccionario. En cambio, la elección entre partidos estatales ha sido progresista en el País Vasco. La reacción, encarnada en el nacionalismo regional, sucumbe ante los votos al socialismo y nacionalismo central. Distinto es que, a falta de mayoría absoluta, los pactos partidistas de gobierno lleven a término la coalición del vasconacionalismo con la españolía socialista, bajo la dirección del mismo o de distinto lehendakari, o al experimento de una coalición de socialismo y nacionalismo españoles.

Identidades fetichistas

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Arrumbado el marxismo, neutralizada la lucha de clases y apagado el fervor por la “justicia social”, el descontento general se ha disuelto en reivindicaciones de carácter identitario. Al abrigo de la confusa posmodernidad y el difuso multiculturalismo, por doquier se entablan luchas por el reconocimiento de alguna clase de identidad, sea feminista o gay, nacionalista o vegetariana, madridista o antimadridista. El mesianismo de un “mundo mejor”, la utopía de una emancipación humana universal, se han reducido a la vindicación de causas secundarias relacionadas con la minoría concernida.   ¿Qué tenemos? Una esfera pública contaminada de intereses bastardos y de complicidades con las grandes corporaciones y las finanzas globales, sin libertad política colectiva y con simples espejismos igualitarios provocados por la demagogia de los gobernantes. Ante esta situación, no sorprende el atrincheramiento en las identidades culturales, y la integración excluyente que enarbola el nacionalismo.   A comienzos del siglo XIX el romanticismo alemán rechaza la idea objetiva de nación como una comunidad territorial (dotada de su propio Estado) a la que se pertenece involuntariamente, para identificar la esencia nacional con una comunidad cultural de gentes de una misma etnia y con un idioma característico, a la que el racismo y el fascismo concederán personalidad moral para sentir, ver y perseguir su destino.   Este “tema de nuestro tiempo” fue agigantado en España precisamente por el autor de la “España invertebrada”, con la propagación del concepto subjetivo y personalista de nación como proyecto, que primero fue adoptado por los falangistas y después por los que adobaron la Constitución de 1978 con ingredientes tan inapropiados como las “nacionalidades”.   A pesar de la aberrante y reaccionaria concepción en la que se apoyan todos los nacionalismos, siguen siendo vistos con simpatía en Galicia y el País Vasco, como si fuese progresista reclamar el “sagrado autogobierno” –ése que Ibarretxe temía perder antes de las elecciones- que les conducirá a decidir que quieren disponer de “su” Estado, para preservar la homogeneidad cultural, lingüística y étnica de sus naciones.   J.A. Ibarreche (foto: equipo del lehendakari)

Question time

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Cada miércoles, la casa de los comunes inglesa se convierte en un aguacero político sobrevenido de chaparrones endiablados donde las palabras parecieran ser granizo y las frases formaran interrogantes como torrentes desencauzados para irrumpir sobre las espaldas del primer ministro inglés, en lo que, sin duda, es una de las expresiones más genuinas de lo que Max Weber llamó lucha política parlamentaria, el único método de selección de líderes políticos no basado en la demagogia que el profesor germano contempló en “Parlamento y gobierno en Alemania”. Comienza Mr. Khalid Mahmood: “Mis electores de distrito están hartos de la irresponsabilidad de los banqueros que ha costado miles de millones a los contribuyentes, ¿aceptaría usted que estas acusaciones, incluidas las más recientes contra James Crosby, fueran completamente investigadas para restaurar la confianza perdida en nuestro sistema bancario?”. Jaleo, movimientos de banco y el primer ministro Brown contesta intentando acallar a las hordas parlamentarias. A continuación, sin demora y de forma frenética, el moderador, Mr. speaker da la palabra a Mr. Cameron, líder de la oposición. El intercambio de preguntas y respuestas desemboca en debate, gritos, Mr. Speaker llama al orden, order!, order!   Palacio de Westminster (foto: MSH) Mr. Crosby, había sido elegido por el primer ministro Mr. Brown para establecer la nueva regulación bancaria tras quebrar su banco HBOS y haber sido denunciado por un antiguo empleado al que despidió por denunciar los excesivos riesgos del banco. Se levanta el representante del distrito norte de Manchester, su pregunta hace alusión a la imprevisión gubernamental frente a las nieves. Mr. Speaker pronuncia sucesivamente y sin fin los nombres de los representantes que realizan sus preguntas, se tratan temas con números, porcentajes e ideas, desde un registro obligatorio de lobbies hasta el cambio climático. Las preguntas son escogidas por sorteo cada Miércoles y por supuesto no son pactadas.   Afortunadamente para los ciudadanos ingleses, su parlamento sigue siendo un parlamento político, donde según Max Weber, “las únicas personas con el entrenamiento necesario para el liderazgo son aquellas que han sido seleccionadas en la lucha política” realidad que contrasta con la agónica situación española en la que citando una vez más a Weber “el sistema de representación proporcional tendrá como efecto la creación de un parlamento apolítico sin espacio para el liderazgo”, ni para el control del poder.

Campañas vacías

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El Patxibus (foto: Patxi López) Si la solución marxista a la miseria humana estaba basada en una utopía, que, cuando aplicada literalmente a la realidad, mudaba en pesadilla, el Estado de partidos actual mantiene latente el totalitarismo pero ha despojado a la sociedad de aquel elemento utópico que podría aún convertirse en motor de liberaciones. La teoría marxista eliminó la diferencia entre sociedad y Estado, de tal modo que ahora exclusivamente las relaciones sociales, en último término ancladas en lo económico, deciden el futuro político de la sociedad. Una vez desarmado el complejo capitalista, y tras un breve paso por la dictadura del proletariado, reinaría la sociedad feliz sin clases, libre por fin.   Al haber suprimido de golpe la lucha entre la sociedad y el Estado, el marxismo daba, sin quererlo, el poder absoluto a éste pudiendo hacer propaganda de lo contrario. En la partitocracia la lucha entre la sociedad y el Estado también queda descartada porque los partidos se han hecho los exclusivos amos del poder, y la sociedad está condenada a participar vicariamente de las migajas que caen desapercibidamente de su mesa. Y por supuesto pueden también hacer propaganda de lo contrario: enhorabuena a todos, vivimos en una democracia (social, liberal, lo que sea, ¿qué importa?).   Aquí los partidos no representan a la sociedad no sólo porque no podemos elegir directamente a nuestros representantes, sino porque la pluralidad de ideas que advertimos en la sociedad se enroca más y más en ideologías indistinguibles las unas de las otras. ¿Puede alguien explicarme qué hay de verdaderas ideas en una campaña electoral? La derecha es cada vez más socialista, el socialismo cada vez más reaccionario; y ambos se empujan hacia un centro tan carente de ideas como en sí de existencia. No es casualidad; es la consecuencia necesaria de la lógica partidocrática.   De ahí que se haga precisa no ya una reforma (a saber, otro infame capítulo del culebrón de la Transición), sino una ruptura democrática con todas las letras, en la que la parte más activa de la sociedad denuncie la incapacidad del régimen para instaurar un sistema político en el que sea posible el control del poder. Éste, no debemos olvidarlo, proviene en último término de la sociedad misma contra el Estado, al que le pide las cuentas.

Representación, confianza

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Rajoy y Feijoo en campaña (foto: Partido Popular) En la “fiesta democrática” que acaba de transcurrir con total “normalidad”, y en la que vascos y gallegos han vuelto a dar un notable ejemplo de “madurez” y “participación ciudadana”, los electores han ido a depositar su “confianza” en la opción que han estimado oportuna. Confianza que, a su vez, será sesudamente administrada por los partidos políticos con representación en las cámaras. Nadie lo ha explicado mejor que el Presidente del Gobierno español: “El Partido Socialista decidirá su política de pactos una vez que se conozca el resultado electoral”. Lo cual no significa otra cosa más que el Partido Socialista, y por supuesto, todos los demás partidos, han reclamado la confianza previa de los electores para acudir bien pertrechados de munición al proceso de oscuras transacciones en el consenso que se avecina. No se trata de limitar las opciones de antemano, pues eso exigiría un compromiso firme ante los votantes con los principios defendidos en la campaña electoral: estos principios son ya bastante elásticos como para preparar el terreno del consenso que se avecina.   Tal grado de transparencia sería radicalmente incompatible con el “normal funcionamiento de las instituciones democráticas” por el cual, según el presidente, hay que esperar a conocer la composición de la cámara para que los electores sepan como los partidos van a administrar la confianza otorgada. Sería, sin embargo, mucho más preciso, que donde dijo “instituciones democráticas” hubiera dicho “parlamentarismo partitocrático”: sólo en un régimen en el cual los diputados electos eligen al Poder Ejecutivo siguiendo las instrucciones cursadas por los jefes de filas cabe este atropello por el cual los partidos se arrogan y usurpan a la ciudadanía la facultad de elegir y deponer gobiernos de forma directa, como exige la más elemental separación de poderes.   Y si a ello se añade el hecho de que tal decisión no la toman los parlamentarios sino sus jefes en reuniones a puerta cerrada, no queda más remedio que remitirse a la agudeza del Carl Schmitt de la Teoría de la Constitución: “Tan pronto como se produce el convencimiento de que en el marco de la actividad parlamentaria lo que se desenvuelve a la luz del día es sólo una formalidad vacía y las decisiones recaen a espaldas de lo público (…) el Parlamento ha dejado de ser representativo de la unidad política del pueblo”. Y donde no hay representación, sino tan solo “confianza”, no hay democracia.

Votos anti-balcanización

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Los acontecimientos que durante la última década del siglo XX terminaron con la violenta fractura de la Yugoslavia ex socialista en sus seis repúblicas, antaño federadas, suelen conocerse en la moderna jerga geopolítica como “balcanización”. La deriva del nacionalismo periférico hacia el separatismo nos trajo la citada palabreja al caso español, popularizada por algunos políticos y periodistas, considerados como intelectuales, a cuyo frente hay que situar al polémico Pío Moa, que llegó a titular con ella un libro suyo. Más allá de la posibilidad de una convergencia final, no se acierta a vislumbrar ningún paralelismo histórico entre España y la extinta Yugoslavia; pero, sin detenernos en la poca fortuna del término, lo cierto es que el citado autor sigue allí plantado y, lo más curioso de todo, ha incorporado el evitar tan doloroso sesgo en su particular razonamiento para recomendar el voto en los refrendos vascos y gallegos celebrados ayer.   No se trata aquí de engrosar la antología del disparate a la hora de apreciar la realidad, sino de la falta de criterio en la inducción, etiquetando fraudulentamente los hechos conforme a sus prejuicios actuales sin la capacidad lógica para descubrir su flagrante contradicción, o en todo caso corrigiéndola retrospectivamente. Así Moa suele apreciar correctamente lo evidente —el Régimen actual se debe al Franquismo— para errar en todo lo demás mezclando propios con comunes y comunes con propios —como es “la Democracia”, y una democracia no puede provenir sin solución de continuidad de una dictadura, el franquismo no hubo de ser tal, sino tan solo un Régimen (sic) “autoritario” que hasta preparó el ejemplar tránsito y blablablá—. Desde esta capacidad de juicio, Moa recomienda votar a ciertos partidos para evitar la manida “balcanización”. Pues también acierta en que la disgregación de España puede depender en último término de la voluntad o la negligencia de los partidos estatales, resultando un hecho que en algunas autonomías la competencia electoral, y la particular aritmética del reparto de poder que impone el pacto fundacional del neofranquismo juancarlista, ya han conseguido levantar una barrera lingüística a las futuras generaciones, inestimable punto de apoyo para cualquier palanca separatista. Mas esto sólo es posible porque la unidad nacional no está asegurada constitucionalmente, dependiendo entonces del accidental dominio de unos u otros; pero, curiosamente, Don Pío no es contrario a la Constitución del 78, su verdadera e irredenta causa, sino un ferviente partidario de ella; y así, vótese a quien se vote, de la posibilidad de esta circunstancia.   O el Señor Moa tiene una grave carencia de lucidez, o bien no pretende solucionar definitivamente el trance que él mismo constata, seguramente temiendo quedarse sin un asunto tan dado a la pasional polémica en que él tan bien se desenvuelve.

Educación servil

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Federico Hölderlin La vieja ilusión en la capacidad transformadora de la pedagogía constituye una secularización de la salvación del alma mediante la oración y el cultivo del espíritu. Al considerar el estudio y la lectura herramientas de la emancipación que conducirían a la “toma de conciencia”, los partidos comunistas y anarquistas estaban obsesionados con la formación intelectual de los obreros. Incluso Walter Benjamin cae en este ensueño utópico, al creer que las nuevas técnicas –el cine y la fotografía- darían lugar a la autoconciencia proletaria. Esta prédica educativa ha atravesado todos los órdenes sociales y todas las ideologías, desde el fascismo hasta la extrema izquierda, con la excepción de los nazis, que anteponían la acción a la reflexión.   En el país europeo con mayor inversión educativa, el avance técnico y económico ha sido prodigioso, pero no sabemos si los finlandeses son, a causa de ello, más libres, honrados y lúcidos. Aquí, aparte de la bobalicona educación para la ciudadanía (es decir, para los súbditos de una oligarquía de partidos), con la que una insustancial socialdemocracia estatal quiere adoctrinar a la grey estudiantil, lo más tétrico en el campo de la enseñanza radica en la exaltación del catetismo y en la asfixiante inmersión lingüística que se ofician en los predios nacionalistas: el clásico marco universalista de los planes de estudio reducido a narcisismo de campanario.   En España hay unos niveles pavorosamente bajos de lectura -muchos jóvenes atraviesan la enseñanza sin sufrir la menor contaminación literaria- que es precisamente la que va edificando la conciencia lingüística que permite a los hablantes dilucidar las violaciones y agresiones que se perpetran contra el “genio de la lengua”, porque con la de ésta, comienzan la mayoría de las corrupciones sociales. Además, el lenguaje esotérico que deja boquiabiertos a los ignaros y conquista su admiración es un instrumento de dominación utilizado profusamente por los prohombres de la partidocracia.   Qué triste tópico el de los “españolitos”, el de esos niños a los que se refería el poeta, a quienes su patria les helaría el corazón; ojalá, en ella, alguna vez, se pueda desechar el consejo de Hölderlin: “Si tienes intelecto y un corazón, muestra uno solo de los dos. Si los muestras juntos, te maldicen”.

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