Milton Friedman (foto: napalmnews) Las divisiones ideológicas nacen, perviven y son superadas o renovadas, en el seno conflictivo de la sociedad civil: los partidos políticos, incardinados en el Estado, ya no surgen de esa matriz social, y por tanto, los intereses de los dirigentes del PSOE y el PP y su clientela, no responden a los de un electorado al que –con las infamantes listas que le presentan- no pueden ni quieren representar, sino a su mutua conveniencia de permanecer y medrar en la tierra de promisión estatal. En el magma del consenso y reparto políticos, los enfrentamientos pseudoideológicos entre las dos corrientes principales del Estado de partidos, obedecen a la escenografía propia de un teatro de marionetas. El maniqueísmo y la demagogia con los que se expresan unos y otros forman una pantalla sobre la que proyectan sus ambiciones de poseer el mayor número de privilegios y prebendas. Ahora, ante su presumible derrota en las elecciones europeas, los voceros del PSOE tratan de disimular la fantástica capacidad de Zapatero para persistir en el error, aludiendo a la pandemia de la codicia y de las “políticas neoliberales” que han azotado el mundo y han desnudado los reinos de la justicia socialdemócrata, como si éstos fuesen ajenos a la competencia, la libre circulación de mercancías y capitales, el principio del lucro y la indiscutible propiedad privada. San Agustín ya señalaba cómo la búsqueda del provecho individual impele a los hombres. En el sabio de Hipona encontramos también un antecedente de la clásica idea liberal: las pasiones e intereses de cada cual (la libido lucrandi o la libido dominandi) conducen a una suerte de armonía societaria, que al ser pecaminosa, sólo es posible en la ciudad de los hombres. La doctrina liberal surgió en un momento histórico lleno de ilusiones sobre el progreso indefinido y el perfeccionamiento moral del género humano. El autor de la “La riqueza de las naciones” llega a sostener que una sociedad en la que la mayor parte de sus miembros son pobres y viven en estado de miseria, no puede prosperar ni ser feliz. El individualismo inherente a la religión protestante, la reducción del hombre a la categoría de “homo oeconomicus” y la desregulación predicada por los economistas conservadores, han conformado el nuevo liberalismo.
Habla, Caamaño
Mientras no existe persecución física, la mayor tortura para quienes luchan por la libertad política en un reino de libertades concedidas es que la necesidad moral de crítica política sistemática obliga a prestar atención al discurso vacío de los cortesanos que se han arrogado el derecho de organizarnos. Estos van desde técnicos financieros, científicos y académicos que datifican y clausulean las leyes y las ideologías, pasando por los tertulianos con mando en plaza y los correveidiles blogosféricos que difunden propaganda y modas, hasta los escribientes de discursos de Nochebuena SM. No es fácil mantener la casa mental limpia después de atravesar tal cúmulo de mentiras, fantasías, delirios, groserías, vaguedades, tópicos, absurdos y puyitas. El Ministro de Justicia tiene la culpa esta vez. Don Francisco Caamaño dijo ayer, en uno de los miles de horas que los medios de comunicación conceden a la clase política para crear y descreer la vida pública, que durante su intervención en el Congreso se desmarcó conscientemente del Pacto por la Justicia porque quería evitar dar la impresión de injerencia del poder legislativo en el judicial. Dice así y de paso se despacha con un alegato contra la cadena perpetua y la tortura; recuerda la santidad de los derechos y libertades; en varias ocasiones, orgulloso, incluye a España entre los países con sistemas jurídicos garantistas y modernos; cita procazmente la Constitución. Como es aficionado al mar, no caza, pesca, y tiene todas sus licencias en regla… todos a reír. Los impulsores de este diario han expuesto con precisión los porqués de la ausencia de constitución real en un Estado en el cual los poderes no están separados. Gracias a ellos conocemos las razones de la inexistencia de eso que llaman democracia española y hemos visto la faz oligocrática del Juancarlismo de Partidos. Añadamos además que tampoco hay verdadero Derecho en España. No es posible concebir un Estado sin Derecho, pero sí es posible comprender que el Derecho será sólo nominal si su potencia reguladora no proviene de la acción de la sociedad civil sino de la obsesión cobarde de algunos por el orden impuesto. No hay verdadero Derecho sin libertad porque no es Derecho lo que es capricho de uno o unos cuantos. El Derecho no puede estar al servicio de nadie. Todo Derecho es inicialmente político y finalmente privado, pues su razón de ser es la asunción real de todos en la vida pública y la de nadie en la privada. Tenemos derecho a orientar el Derecho, pero sin libertad nada se puede hacer. Sin representación no hay continuidad entre nosotros y las entidades abstractas o concretas asociadas al Estado. Ya puede seguir hablando ese Ministro de Justicia -cargo que expresa institucionalmente el control del poder judicial (de Justicia) por parte del ejecutivo (Ministro)- que venera el Estado Privado de Derecho y la separación de poderes que nunca fue.
Audiencia universal
La Audiencia Nacional se ha erigido en campeona de la justicia universal, superando la renuencia de los distintos tribunales de los países afectados y sorteando las limitaciones del Tribunal Penal Internacional, que sólo investiga delitos cometidos después de su creación, es decir, en 1998, y únicamente persigue los que hayan ocurrido en los Estados que firmaron y ratificaron el Estatuto de Roma. El juez Fernando Andreu está investigando los presuntos crímenes de guerra de siete militares israelíes -incluido el ministro de Defensa-, por el bombardeo que ocasionó la muerte de siete civiles y un comandante de Hamás. Al no existir en Israel ningún procedimiento abierto respecto a ese caso, el magistrado citado se declara competente para hacerlo él mismo, tal y como recoge la doctrina del Tribunal Constitucional. Santiago Pedraz, otro juez de la AN, ha encausado a ocho dirigentes políticos chinos -tres ministros, entre ellos- por un delito de lesa humanidad al dirigir un “ataque generalizado y sistemático contra la población tibetana” durante los disturbios del año pasado. El juez Pedraz ya ha enviado una comisión rogatoria a China para interrogar a los acusados ante un tribunal de este país. Por su parte, Eloy Velasco, tras asegurarse de que en EEUU no existe un caso similar, tendrá que decidir si admite a trámite una querella contra los juristas (como el ex fiscal general Alberto R. González) que idearon la creación de centros de detención de terroristas, en los que éstos habrían sido sometidos a torturas: el juez Garzón ya está investigando las cometidas contra cinco prisioneros. Pero como el celo profesional de los jueces de la AN tampoco tiene límites históricos, Ismael Moreno ha averiguado que, tras la Guerra Civil, miles de exiliados republicanos cayeron en poder de los nazis; que éstos ofrecieron a Franco la posibilidad de su repatriación; y que éste se desentendió de su suerte, siendo consciente de que eso “conduciría a su internamiento en campos de concentración”, lo cual evidenciaría la participación o complicidad, ya sea por acción u omisión, de las autoridades españolas, en aquellos crímenes contra la humanidad. hechos significativos López Aguilar, cabeza de la lista europea del PSOE, reconoce que “hay que cuadrarse” cuando el jefe del partido da una orden. Los sindicatos se animan a criticar las medidas del Gobierno contra el paro.
Amor platónico
Rapto de Ganimedes, Miguel Ángel Amor platónico Si estamos en tiempos de moda homosexual, hablemos de su modelo clásico. Cada tipo de amor tenía sus propias reglas. Las más estrictas no fueron ideadas para adecentar el amor homosexual mediante matrimonio, sino para dignificar el amor entre personas separadas por la edad, fueran o no del mismo sexo. Las ideas eróticas de Platón, modificadas por el amor imposible de Dante a una niña de nueve años, fraguaron el tipo de amor ideal que, a través de literatos y poetas, llegó hasta nosotros como amor platónico. Pero el amor griego no era platónico. La relación carnal era honorable si lo era el objeto, masculino o femenino, del deseo. La relación entre adultos, o entre jóvenes de la misma edad, no tenía interés específico para la sociedad. Sólo la diferencia de edad podía crear sublimes o innobles amores. Estaba mal visto que un hombre pusiera sus ojos en un mancebo con signos viriles. No porque las modas del deseo se inclinaran a muchachos con apariencia femenina, sino porque ahí entraba aquella moral que exigía rituales de cortejo a los jóvenes adolescentes, como un noviazgo aún más cortés que el modo de adamar en tiempos de nuestros padres. La precariedad del amor griego aguzó los sentidos adultos para detectar en el muchacho cuando podía recibir el homenaje del amor erótico. Demasiado niño, era perversión. Demasiado hombre, una afrenta. Esa moral erótica puso "la belleza del diablo" en el dintel que separa lo adolescente de lo viril. La belleza juvenil triunfaba si su gracilidad no afeminaba el cuerpo masculino. La virilidad solo debía estar presente como promesa de futuro comportamiento masculino. La precariedad de ese amor introdujo en él la amistad ("filia"), para que pudieran continuar los afectos sentimentales cuando aquél terminara, contra sus apetencias, en virtud de la regla de urbanidad que condenaba el amor homosexual con un muchacho convertido en hombre.
Lujo de la abstención
En una UE paralizada institucionalmente desde el No irlandés, sin planes de ampliación a otros países y sin órgano unitario de decisión para afrontar la crisis económica con el mismo criterio, las elecciones europeas carecen de interés político, a no ser el de colocar, con buen sueldo, a las sobrantes ambiciones de partido, y el de hacer una especie de ensayo general que, cual carísima encuesta, anticipe el resultado de las posteriores elecciones nacionales. Bajo esta perspectiva, es inevitable preguntarse por qué y para qué se participa en tan inútiles comicios. Pues lo sorprendente no es que voten muy pocos, sino que vote alguien que no sea familiar del candidato en busca de empleo. Los portavoces de los partidos españoles insisten en la retórica de la importancia de estas elecciones, sin aclarar en qué consiste esa importancia que nadie percibe, salvo los iluminados “Ciudadanos” que, para dicha de Rosa Díez, encuentran en ellas la ocasión de su cruzada con Walesa en Polonia. Al menos, en Francia y Alemania se está planteando el tema del proteccionismo nacional, al que todos consideran muy perjudicial para combatir la crisis global, pero del que ningún gobernante escapa. Aunque las elecciones nacionales de lista legislativa no sirvan para elegir representaciones de la sociedad civil, son muy útiles para designar al poder ejecutivo y al judicial, y repartir la cuota de poder correspondiente a cada partido en toda institución o empresa pública. Se entiende, así, que una sociedad sin pasión por la libertad política ni por la verdad, y sin conocimiento de lo que es la democracia como forma de gobierno, pero que aprecia la eficacia, continúe votando listas de diputados elegidos por los aparatos de partido. Para sentirse demócrata en España, basta poner cada cuatro años un papel en las urnas con la lista de alguno de los partidos financiados por los contribuyentes. En desquite de esta vejación de la libertad de elegir, las elecciones europeas nos ofrecen la ocasión de hacerlas útiles para España mediante una abstención masiva, que no comportaría riesgo alguno de vacío de poder, como se dice tópicamente contra la abstención en elecciones nacionales. Sería lo más parecido en utilidad social a una huelga general, gratis y sin servicios mínimos, contra un Gobierno y unos sindicatos que ponen en el último lugar de sus ocupaciones, aunque digan que es primera en sus preocupaciones, las medidas necesarias contra la generalización del paro. La abstención seria el único lujo político que puede permitirse España en tiempos de depresión. florilegio "No aprovechar las ocasiones de humillación impune al poder arbitrario del Estado denigra más que la servidumbre por temor, tradición o precio."
Los conversos
A la vuelta del primer milenio la ausencia de referencias políticas estables y la inseguridad hicieron aumentar grandemente los asentamientos de población en torno a iglesias y monasterios. Muchas fueron entonces las personas que acometieron con devoción los trabajos de ampliación, mantenimiento y atención de los cenobios cristianos. Estos trabajadores fueron conocidos como los conversos. La labor técnica que realizaban y la disciplina espiritual a la cual estaban obligados eran dirigidas por eclesiásticos que, durante ese periodo de colaboración espontánea, pudieron dedicarse con placidez a lo religioso-político-cultural. Pero la relativa bonanza económica y estabilidad de los siglos posteriores, parecieron alejar a la población de los caminos de Dios. El clero tuvo que acostumbrarse a pagar para encontrar devoción capaz de ocuparse de las tareas tanto cotidianas como extraordinarias. El fortalecimiento del Estado moderno y la urdimbre intrincada que se estableció entre su potencia y la acción de la sociedad civil no sólo condujo a la diseminación demográfica, la estricta profesionalización del individuo, la muerte del absolutismo y el largo y cálido “desclasamiento” económico, sino que impulsó además la nueva estratificación de una sociedad que se mantendría secularmente dividida en funcionariado del poder -y de la administración- por una parte y gobernados -o administrados- por otra. El acceso a la información de consumo (periodismo) o de formación (ciencia) y a la riqueza sirvió después de sucedáneo a la propia actividad política. Pero mientras tanto, el humanismo que poetizó la religión, racionalizó el conocimiento y moralizó la poesía -quizá finalmente paralizado ante el desarrollo tecnológico y el horror de la guerra mundial- no pudo civilizar el Estado o republicanizar la civilización; fue impotente porque concedió que la capacidad creadora pertenece al Estado. Así, quedó en un mero movimiento reformista y los herederos de su tradición espiritual, los ciudadanos europeos, volvieron al estatuto de conversos. Conversos devotos del Estado y sus lugares mediático-mercantiles de ampliación, mantenimiento y servicio. La partidocracia es el régimen de poder que encarna el anti-humanismo o el humanismo políticamente fracasado. Su estabilidad se halla en preservar escrupulosamente la fractura entre Estado y sociedad civil, gobernabilidad y representación, orden y organización leal. La libertad política está tan frustrada hoy por la Política de Estado como el libre albedrío lo estuvo antaño por la omnipotencia divina. Pero, al menos, los conversos de hace mil años sabían que el universo divino era inaprehensible. Ahora casi todos dicen adiós al universo ibarrechiano creyendo que, efectivamente, el sol que calienta al lehendakari es el mismo que achicharra a la ciudadanía.
Razón de injusticia
La estabilidad de gobierno tras el reparto del poder político encumbrado como bien supremo, da sentido al pacto pseudoconstitucional de 1.978 sacrificando la libertad política y convirtiéndose en la primera Razón de Estado de la fundación de esta partitocracia. La irrepresentación y la corrupción conceptual de la nación, subjetivizando su significado como hecho dependiente de la voluntad, tuvieron reflejo práctico en la organización territorial de las autonomías como natural consecuencia de ese consenso. Entrada de la Audiencia Nacional (foto: Roberto García) El sometimiento voluntario de la Justicia al poder político asumiendo el rol de simple ejecutor de sus decisiones y renunciando a ser poder estatal, constituye la Segunda Razón de Estado. Y no lo decimos nosotros, sino que así lo reconoce de forma expresa quien, por designación de ese mismo poder político ostenta la jefatura máxima de lo Judicial. En su discurso oficial en el acto de toma de posesión del presidente de la Audiencia Nacional el Presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Excmo. Sr. D. Carlos Dívar, señaló que “la Audiencia Nacional debe regirse por algo tan fundamental como es la Razón de Estado, porque el verdadero Estado es el justo y el de derecho”. Ante tales palabras parece revolucionario pretender que simplemente sea la Ley la que guíe las actuaciones tanto de ese Órgano Jurisdiccional como de los restantes del mal llamado Poder Judicial. La dignidad judicial desaparece a la misma velocidad en que se acepta el papel ejecutor de esa infame Razón de Estado a la que se deja la función arbitral de determinar lo Justo en una concentración de poderes incompatible con la Democracia. La vacuidad del concepto de Estado de Derecho sólo es un adorno dialéctico, edulcorante de tan manifiesta expresión de pleitesía. Por si quedara alguna duda, durante su discurso el Presidente del CGPJ se dirigió a los diputados del Congreso presentes en el acto, pertenecientes a la Comisión de Justicia, a los que expresó su deseo de que en el futuro puedan incorporarse a los grupos de trabajo integrados por los vocales del órgano de gobierno de los jueces, el Ministerio de Justicia y las Comunidades Autónomas con competencia en materia de Justicia “en aras a una mayor colaboración, con el fin de alcanzar un acuerdo social por la Justicia”. El círculo de la inseparación se cierra de nuevo con el broche del consenso y la invocación una vez más de “lo social”, Tercera Razón de Estado y excusa última para ofrecer los servicios de una Justicia sólo separada nominalmente del poder político. Es la praxis del Estado social, antidemocrático y de derecho que se traza en el Artículo 1 del texto llamado constitucional.
Supercherías históricas
Mariano Rajoy en campaña (Partido Popular) Resulta paradójico que las causas del avance tecnológico y el desarrollo económico de Gran Bretaña haya que buscarlas en barreras aduaneras elevadas mantenidas durante mucho tiempo y en la protección de sus “industrias en periodo de infancia”. Sin embargo, el economista Friedrich List aclaró que la típica prédica librecambista de los ingleses es una actitud parecida a la de quien, una vez en lo alto, arroja al piso la escalera que había usado para evitar que los otros suban. Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro (de 1789 a 1795), fue el adalid del proteccionismo en unos Estados Unidos, que sólo después de la II Guerra Mundial, y ya con una sólida capacidad industrial, liberalizaron sus intercambios comerciales. Ciertos países no podrán desarrollarse jamás mientras estén condenados a desempeñar actividades de baja productividad, por mucho que los “globalizadores” abran los mercados. La deriva más peligrosa que puede tomar un imperio que defiende exclusivamente sus intereses es imaginar que así ayuda a toda la humanidad. Si la abolición del tráfico de esclavos sirvió para justificar el poderío naval británico, la supuesta defensa de los derechos humanos y de la democracia ha sido utilizada por EEUU para afianzar su supremacía militar. Un cosmopolitismo que no se asienta en el vacío, y asume el inevitable influjo cultural del lugar de nacimiento, tiende a situar y comprender la vida de la “polis” en el cosmos. Por el contrario, el folclorismo y el provincianismo encierran el sentido del mundo en su característica visión de campanario. Disuelto el iluso internacionalismo, forjado en la conciencia universal de lo social, permanece el anacrónico y reaccionario particularismo nacionalista. La “esencia reformista” que atribuye Rajoy a su partido ha de proyectarse por entero al Régimen de la Transición, que no es más que una reforma oligárquica del franquismo. No puede transmutarse un modo bárbaro de vivir en colectividad en una forma democrática de convivencia sin arrancar las raíces de la podredumbre dictatorial. Antaño se decía que la “izquierda” suele pedir lo imposible y la “derecha” rehusar lo posible, pero ahora, en su condición estatal, ambas coinciden en hacer todo lo necesario para que el control del poder legislativo y judicial sea ejercido por el ejecutivo y no a la inversa.
Igualación jerárquica
Zapatero y Rajoy La paradoja del experimento utópico-pesadillesco comunista es que al forzar la igualdad en todos y aislar así lo individual, se destruye toda posibilidad de solidaridad, que era uno de sus ideales constituyentes. A nadie se le oculta ya que el experimento falló, pero la envergadura aplastante del mismo permite todavía un caudal casi infinito de reflexiones al hilo de prácticas políticas que en menor escala reproducen creencias similares. La partidocracia se aferra al hilo totalitarista porque, aunque con medios muy diferentes —ahora más librados a un pluralismo especular— se persigue un mismo ideal de igualación de la ciudadanía. Tanto en la derecha como en la izquierda. Hay miedo a la aparición espontánea y súbita de la verdad, que por necesidad no se atendrá a criterios trazados con coordenadas de un mundo ya viejo y marchito. Y, así, para sentirse a salvo de semejante irrupción, la solución es tratar a todo y a todos igual: como a imbéciles, en una palabra. Como igualar es de hecho una operación imposible, todos los intentos en este sentido desde el poder establecido pecarán de una ambigüedad que después será utilizada convenientemente para neutralizar el brillo de la verdad. La solidaridad entre individuos y grupos es enemiga del elemento impositivo. Y aunque a corto plazo ciertos tipos de intervención estatal parezcan la solución adecuada a problemas, pongamos, de discriminación sexual o racial, combatirla mediante lo que es al fin y al cabo también discriminatorio, y además desecante de las fuentes de aquello que Kropotkin denominó “ayuda mutua”, no parece lo más inteligente. Ayuda que no necesita, ni debe, ser unívoca, ni horizontal ni verticalmente. Sea cual sea la fuente de la transformación, debe permitir que se desarrolle en cualquier dirección. La ayuda que no puede entenderse sin la autonomía de la célula. No son, pues, medidas de gobierno concretas las que nos preocupan. En materia de discriminación grandes sectores de la sociedad han llegado mucho antes que los gobiernos a practicar medidas que se ajustan a la famosa justicia social. Lo que de verdad importa es que debido al régimen político que padecemos todas las medidas en último término se parecen: quieren igualar en la mediocridad, y jamás cederán el paso a lo original.
Elecciones infantiles
Embargado por los efluvios futbolísticos del “clásico” de este fin de semana, y animado por los sondeos recientemente publicados, a tenor de los cuales, el PP aventajaría al PSOE en las elecciones europeas del próximo 7 de junio, Jaime Mayor Oreja vaticina, dando por supuesta la incomparable calidad de la lista que encabeza, que ganarán a la del partido estatal rival por “abrumadora goleada”. Mayor Oreja confiesa que los integrantes de su partido piensan en los españoles mucho más que en ellos mismos, ya que no ven a los ciudadanos como potenciales votantes sino como meras personas; por eso, este “cabeza de lista europea” cree que tienen la obligación de convencer a los que vayan a acercarse a las urnas, de que para abrir una nueva y esperanzadora etapa en España, en la que la recuperación de valores como el sacrificio y el esfuerzo para hacer un trabajo bien hecho, permitan salir de la crisis, es necesario que el PP empiece a ganar elecciones. Y Mariano Rajoy apela a la “esencia reformista” del partido que pastorea, para asegurar que tienen soluciones al estropicio causado por Zapatero, el cual habría “dilapidado la mejor herencia económica de la historia” e hipotecado el futuro de los españoles. Por su parte, el número dos de la lista del PSOE, Ramón Jáuregui, afea la estrategia del PP, ya que están haciendo de las elecciones europeas unas generales, y al confundir España con Europa, “engañan a los ciudadanos”. No obstante, recuerda que “España no sería ni la mitad de lo que es ahora” ni tampoco tendría el honor de estar en las reuniones del G-20, si no fuese por la benéfica influencia de Europa, donde “todo se resuelve”; siendo imprescindible una mayoría socialista en aquélla para defender el “modelo social”. Según Jáuregui los españoles son conscientes de la naturaleza internacional de una crisis económica cuyo origen estaría en las “políticas neoliberales”. Francisco Sosa Wagner, número uno europeo de Unión Progreso y Democracia ha condenado el bipartidismo, creador de un “paisaje político espeso”. El señor Sosa no alude al régimen electoral existente cuando pretende “acabar con esa fórmula desafortunada que convierte a los ciudadanos en menores de edad”. hechos significativos Arnaldo Otegui sigue confiando en que se negocie la independencia del País Vasco, como “única solución”. Las tropas españolas desplegadas en suelo afgano responden a un par de ataques.

