Conversación filosófica entre Antonio García-Trevijano y Dalmacio Negro Pavón fallecido hoy 23 de Diciembre del 2024.
Fuentes
RLC: http://www.ivoox.com/8839507
Música: El Verano de Joseph Haydn
Conversación filosófica entre Antonio García-Trevijano y Dalmacio Negro Pavón fallecido hoy 23 de Diciembre del 2024.
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Música: El Verano de Joseph Haydn
Despedirse de un amigo ya es duro de por sí, pero la pérdida es más profunda si quien se va es un referente del pensamiento político en España, cuya vida estuvo dedicada a la reflexión, el debate intelectual y la defensa de los valores de la libertad y la democracia. El MCRC, movimiento al que se me encomienda dar voz mediante este artículo, es consciente de ello.
Doctor en Ciencias Políticas y Filosofía, y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Dalmacio Negro deja tras de sí un legado que ha creado escuela, profundizando en las raíces de la política y de lo político como ciencia del poder. Eso explica el estrecho contacto intelectual y amistad personal con Antonio García-Trevijano, junto con quien arremetía incansablemente contra la miseria del Estado de partidos.
Dalmacio Negro encontró en García-Trevijano un espíritu afín con quien intercambiar ideas. Juntos coincidieron en foros y debates donde defendieron una crítica lúcida y valiente al actual régimen político español. Las colaboraciones de ambos en los medios del MCRC son impagables. Ahí quedan para la posteridad. No sin razón el movimiento, con García-Trevijano a su cabeza, nombró a Dalmacio Negro asociado de mérito del mismo, título al que éste dio brillo con su propio espacio en los medios del MCRC, La cátedra de Dalmacio, durante los años posteriores al fallecimiento de García-trevijano.
La pérdida de Dalmacio Negro ensancha el vacío intelectual en el pensamiento político español. Su voz, siempre clara, nos animaba a cuestionar lo establecido y a buscar la verdad por encima de las conveniencias y los consensos. En lo personal, me queda una joya de su amabilidad: su prólogo a mi libro La Justicia en el Estado de partidos, el cual, en cada presentación y ocasión que he tenido, he recalcado que es lo más valioso del libro.
Que su legado siga iluminando los caminos de quienes, como él, buscan el conocimiento y la verdad. Descansa en paz, amigo.
En este programa especial, presentado y conducido por Marcelino Merino, el Maestro Eric G. Cárdenas, Fulgencio del Hierro y Daniel Vázquez Barrón, charlan sobre religión, política y sociedad en el México de ayer y de hoy.
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 243 de «La lucha por el derecho» nos habla de la mentira del PSOE en relación al antifranquismo.
Durante siglos, España ha conocido la traición de sus clases dirigentes. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es la máxima expresión contemporánea de esta regla. Pese a su narrativa autoproclamada como la gran defensora de las víctimas del franquismo, lo cierto es que este partido encarna una hipocresía histórica que avergüenza a quienes exigen coherencia y valentía política.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba el pasado 10 de diciembre, durante el denominado ‘Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura’, que su ejecutivo va a impulsar a lo largo de 2025 más de un centenar de actos al cumplirse el próximo año cinco décadas de la muerte del dictador y del inicio de la continuidad de su obra con la llamada Transición. Pero cualquiera que escarbe en los archivos de la oposición al régimen franquista encontrará al PSOE como un fantasma, una entidad apenas perceptible, desprovista de acción significativa.
La resistencia real, aquella que sufrió represión y martirio, estuvo protagonizada por comunistas, anarquistas e intelectuales independientes. El PSOE, por el contrario, permanecía refugiado en la nada, aguardando que otros cargaran el peso de la lucha.
Para comprender esta desidia, basta con revisar el papel del partido durante las décadas más oscuras del franquismo. Mientras otros arriesgaban la vida, el PSOE se limitaba a mantener una presencia testimonial en el exilio, incapaz de movilizar a las masas ni articular una estrategia de oposición contundente. Esa inacción, lejos de ser fruto de la prudencia, fue la expresión de una carencia de voluntad política sólo animada por las potencias extranjeras en el parto de los montes constitucionales del 78. El PSOE se alimentó de la Guerra Fría para ahogar la posibilidad de la ruptura democrática y neutralizar así la amenaza comunista en el oeste europeo.
La Transición, ese pacto indecente entre los vencedores y los herederos de la derrota, fue el momento en que el partido reveló su verdadera naturaleza. Y a pesar de esta historia de claudicaciones, no ha tenido reparo en apropiarse del discurso de la mal llamada memoria histórica
El colmo de esta hipocresía se encuentra en la insistencia en erigirse como guardián de la justicia histórica, mientras desvirtúa y anula las contribuciones de quienes verdaderamente combatieron el franquismo y luego propugnaron la ruptura democrática. El partido, convertido en una maquinaria de poder carente de principios, se atreve a presumir de una lucha que nunca protagonizó.
La historia exigirá cuentas, y en el juicio de la posteridad, el PSOE por su oportunismo y el PCE por su traición a la causa de la democracia deberán responder oportunamente. De los herederos directos del franquismo como Alianza Popular y Unión de Centro Democrático, cobijados luego bajo las siglas del Partido Popular, nada se podía esperar más que su acomodo a la situación que permitió la continuidad de las oligarquías, de la ley a la ley.
Solamente existe un tipo de democracia, la representativa, la que funda los EE.UU. de América.
La separación de poderes y la representación formalizan qué es una democracia política.
Antonio García-Trevijano Forte, 3 de enero del 2016.
Fuentes:
https://go.ivoox.com/rf/15381006
Música: adagio, concierto para piano nº2 de Beethoven.
Pedro Manuel González, autor del libro «La Justicia en el Estado de partidos», en el capítulo nº 242 de «La lucha por el derecho» analiza la querella presentada por un grupo de denominados juristas a Juan Carlos I.
Con la reciente querella interpuesta contra Juan Carlos I, promovida, entre otros, por el magistrado jubilado José Antonio Martín Pallín, se desvela una vez más el entramado de hipocresía que define al régimen que aquel coronara. Este acto, que a simple vista podría interpretarse como un ejercicio de justicia, encierra en realidad una contradicción fundamental: quienes ahora denuncian al anterior rey lo hacen desde la cómoda posición adquirida en un sistema que durante décadas ha sido cómplice y arquitecto de su impunidad.
La conducta de Juan Carlos I no es una anécdota aislada ni una excepción en el orden político instaurado tras «la Transición». Al contrario, es un reflejo de un régimen que ha consolidado la irresponsabilidad de la Corona como una de sus piedras angulares. Bajo la falsa apariencia de una monarquía parlamentaria, que incluso algunos se han atrevido a decir constitucional (sin saber lo que significa ni lo uno ni lo otro), la realidad ha sido la de un pacto que garantizaba la inmunidad del rey. Incluso, cuando sus acciones contravenían los principios básicos de la ética pública y el derecho.
Este modelo es fruto de un diseño deliberado. El artículo 56.3 de «la Constitución» consagra la inviolabilidad del rey, una disposición que en la práctica se ha traducido en un blindaje absoluto frente a cualquier forma de rendición de cuentas. Mientras el hijo de don Juan desempeñaba su papel como garante del equilibrio y árbitro del reparto entre las fuerzas políticas del régimen, todas las instituciones —desde el poder judicial hasta los medios de comunicación— se alinearon para protegerlo. ¿Cómo es posible que antes de ceder el puesto fuera la personificación del hombre de Estado prudente y sabio, adornado con todas las virtudes, que condujo magistralmente «la Transición», y ahora sea súbitamente poco menos que un golfo sin escrúpulos?
Es precisamente ahora, cuando la figura de Juan Carlos I se encuentra debilitada y desacreditada, cuando algunos sectores se atreven a actuar contra él. La querella de Martín Pallín no representa un cambio estructural ni un avance real hacia la justicia legal, sino un acto de oportunismo que busca explotar el descrédito del abdicado, sin cuestionar las bases del régimen que lo protegió.
Aquellos que enarbolan ahora la bandera de la legalidad contra Juan Carlos I han mantenido un cómplice silencio durante décadas. Solo cuando su caída en desgracia ha resultado evidente, han decidido desvincularse de su figura. Como si ello bastara para borrar su propia responsabilidad en el mantenimiento de un régimen corrupto.
La hipocresía no se limita a los impulsores de la querella, sino que también alcanza a los medios de comunicación que ahora amplifican las denuncias contra el defenestrado monarca. Esos mismos que durante años legitimaron el silencio en torno a sus abusos, han optado ahora por una conveniente posición crítica. Pero este cambio no responde a un despertar moral, sino a la simple constatación de que Juan Carlos ya no es útil como símbolo del consenso.
No es solo un problema de corrupción individual, sino un síntoma de un régimen político incapaz de garantizar la igualdad ante la ley. Mientras este siga blindando a sus prebostes con privilegios jurídicos y políticos, cualquier intento de justicia será meramente cosmético. La solución no pasa por perseguir de manera aislada a un rey caído en desgracia, sino por la ruptura democrática que establezca una república constitucional donde la ley sea verdaderamente igual para todos.
La querella contra Juan Carlos I es un síntoma, no una solución. Es un intento tardío de expiar la complicidad de un régimen que ha hecho de la hipocresía su modus operandi. Mientras no se cuestione el artificio en su totalidad, este tipo de actuaciones no es que sean insuficientes, sino que son, en el fondo y en la forma, incoherentes.
La unidad política de los españoles es el sujeto constituyente y debe ser definida por el Estado.
La base del sujeto constituyente es la nación política que debe estar representada en un parlamento legislativo.
Antonio García-Trevijano Forte, 3 de enero del 2016.
Fuentes:
https://go.ivoox.com/rf/15381006
Música: adagio, concierto para piano nº2 de Beethoven.
Hoy publicamos la presentación de tres libros que forman parte de la Editorial MCRC (Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional): (1) Tres prólogos de Antonio García-Trevijano, (2) Apuntes de un disidente: contra la corrección política de Jesús Palomar Vozmediano y (3) Recuerdos de Trevijano de Martín-Miguel Rubio. Esta presentación tuvo lugar el pasado 21 de noviembre en la Universidad Pública de Navarra y en ella intervinieron Álvaro Baraibar, como presentador, Juanjo Charro, presidente del MCRC, y los dos últimos autores mencionados.
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