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Mayo del 68

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La desmemoria es, con frecuencia, directamente proporcional a la compulsión por las conmemoraciones. Éstas no suelen detenerse en las peculiaridades concretas de fenómenos que distan de tener un sentido unidireccional, y tienden a igualar lo acontecido por el solo rasero de la coincidencia temporal. Así sucede con el clima de conmemoración del 40º aniversario de la revuelta de Mayo del 68, que tuvo por sede principal, aunque no única, la ciudad de París. El diario El País acaba de dedicar su suplemento “Babelia” a esta efeméride. Y, dejándose llevar por la mera apariencia de una coincidencia en las fechas, los análisis hacen converger en un solo y mismo fenómeno, lo acontecido en Francia, Italia o Alemania y lo sucedido ese mismo año, en Praga. Pero el análisis no debe conformarse con la superficialidad de las apariencias.   Europa Occidental se rebeló contra la democracia burguesa que no tenía. Europa Oriental lo hizo en nombre y en defensa de la democracia burguesa de la que también carecía. Las libertades públicas que existían en Francia, permitieron que la protesta transcurriese con el solo efecto de la consabida e inevitable represión policial, que los análisis simplistas pretenden hacer pasar por demostración de la inexistencia de libertades.   Aquella masiva manifestación de rebeldía desembocó en una nueva victoria electoral de la derecha. Y los restos del naufragio ocasionaron el terrorismo de la RAF en Alemania y las Brigadas Rojas en Italia. En Checoslovaquia, en cambio, se saldó con la intervención militar de la Unión Soviética con el fin de corregir el desviacionismo burgués de Alexander Dubcek y sus secuaces.   La revuelta de París, cuyo significado se escapa incluso a sus apologetas, no puede más que interpretarse como un fracaso del que hay que culpar, sobre todo, a las inconsistencias internas que dieron al traste con aquel movimiento. Porque no se trata de que la imaginación pueda o deba subir al poder: lo lamentable es la ingenuidad propia de quienes consideran que tal clase de armas y consignas pueden hacer mella en poder alguno. Éste sabe que no tiene nada que temer de ellas. Por eso puede asimilarlas. En Europa Oriental fue necesario el concurso de las armas extranjeras: la comparación con Occidente es ofensiva. Y la explicación no es complicada   Al menos desde Guglielmo Ferrero y su apreciable obra sobre “El Poder”, sabemos que una autoridad consciente de su absoluta ilegitimidad tiene pánico al más leve atisbo de disidencia pública. El terror desencadenado trae su explicación del intenso miedo del poderoso que sabe que debe su cetro y su corona a la victoria de la impostura. De Gaulle, en cambio, pudo resolver aquel trance con una simple convocatoria electoral.

Fraga manda callar

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Manuel Fraga (foto: José Antonio García)  Las adherencias franquistas del régimen actual son evidentes. En la jefatura del Estado, en el carácter antidemocrático de las instituciones y en la impronta de los partidos políticos dominantes. Semejante podredumbre resulta indisimulable con la presencia pública de Fraga. La trayectoria posfascista de este violador de los derechos humanos ha sido determinante en el devenir de la derecha estatal. Fundó el Partido Popular, designó al que sería presidente del Gobierno durante ocho años, y gobernó hasta hace poco la autonomía gallega.   A pesar de su inclinación por la reforma política en la transición, nunca se ha empeñado seriamente en la reforma de sí mismo. Alejado de cualquier arrepentimiento, siempre se ha jactado de su destacada participación en la dictadura. En la apología del franquismo, Pio Moa no deja de ser un advenedizo: Fraga es el campeón.   El propio Fraga advirtió que su figura era impresentable, y que debía dar paso a un pupilo que pudiera sobrepasar su techo electoral. Tras el fallido experimento de Hernández Mancha, le cedió las riendas del partido a un nuevo aspirante al poder. Más tarde, Aznar, tal como hizo su mentor y tutor, alzó el pulgar para designar a Rajoy. Éste ha levantado fundadas sospechas acerca de su incapacidad para ganar a Zapatero, despertando las ambiciones de Esperanza Aguirre y su entorno mediático, a lo que Fraga ha respondido: “debe callarse de una vez”.   El ex ministro de la dictadura hubiera sido el espécimen requerido por Adorno para sus observaciones sobre la personalidad autoritaria. Reverencia la sumisión a los que detentan el poder; desprecia a los inferiores jerárquicos; reacciona con gran intensidad ante todos los aspectos de la realidad que atañen a las relaciones de dominio; se refugia en el orden interno del partido de manera inflexible; su forma de pensar y comportarse obedece a estereotipos; y tiende a aceptar todas las convenciones del grupo social al que pertenece.   No es extraño que mande callar a la Sra. Aguirre (ahora no puede ordenar que rapen a las mujeres) el que se ha aposentado en la Monarquía de partidos mediante un pacto de silencio sobre ese tenebroso pasado que tanto le concierne.

Aguirre y Rajoy

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La continuidad de Mariano Rajoy al frente del Partido Popular tras su segunda derrota en unas elecciones legislativas, ha sido aceptada por el aparato dirigente y apoyada por los barones territoriales, con la excepción de Esperanza Aguirre, que ha llamado la atención sobre la necesidad de una reorientación ideológica de carácter liberal que permita una vuelta al poder, dejando entrever, aunque ahora la descarte, que podría presentar una candidatura alternativa en el próximo congreso del partido.   El líder del PP tras declarar en Elche que “si alguien quiere irse al Partido Liberal, que se vaya” ha dicho recientemente que nunca se ha planteado la marcha de Aguirre, ya que ésta es un “gran activo”, después de que la presidenta de la Comunidad de Madrid le pidiese una aclaración sobre si quería  echarla del partido.   En estos amagos de luchas por el control ideológico y organizativo del segundo partido más votado en España, hay un transfondo mediático, en el que ciertos líderes de opinión desean marcar la línea de actuación del PP y la persona más adecuada para seguirla. El Sr. Rajoy, tras alardear de su independencia con respecto a los medios de comunicación, ha asegurado que él solo responde ante sus militantes y votantes.   Jiménez Losantos, el conductor de La Mañana de la COPE, uno de los medios aludidos, ha escrito en su blog de Libertad Digital que la invitación a irse del jefe del PP a la Sra. Aguirre es una provocación y una afrenta a su partido, “que por lo visto cree de su propiedad”; y ha pedido disculpas a todos los que ha convencido o influido para que votaran a Rajoy.   El órgano cultural hegemónico de la socialdemocracia estatal, El País, da por zanjadas todas estas divisiones intestinas, recordando en su editorial lo que impone a los partidos la Constitución: “la obligación de que su funcionamiento sea democrático”. O ésta es una rara imposición, puesto que nunca se ha cumplido o todos los partidos del régimen son inconstitucionales.   hechos significativos La Audiencia Nacional ha absuelto a una etarra para quien la Fiscalía pedía 159 años de prisión por colocar dos bombas, porque la testigo que la había identificado no fue citada a declarar en el juicio. Decenas de analistas militares fueron inflitrados por el Pentágono en los medios de comunicación para crear una opinión favorable a la guerra de Irak. El TS condena a un municipio por su pasividad ante el exceso de ruido.

Después del diálogo

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La Mancha (foto: Óscar) Después del diálogo Ni en el amor ni en la libertad hay un después. Si se aplazan, desaparecen. Si no amas ahora aquello que te revienta los sentidos, no eres amante de nadie; si no eres libre, esclavo estás. La palabra no tiene futuro en sí misma, se echa a perder si no se regala; sin esa entrega sólo existe mono-logo, y quiere decirse simio. Por eso el monólogo del poder no puede sino imponer la moda de llamar diálogo a discursos paralelos, nuevos y pequeños monólogos que no se tocan, constreñidos en egos de encaje que tras el encuentro siempre quedan limpios y satisfechos de sí mismos. Pero un diálogo no puede ser fin de sí mismo. Si dialogar es seña del buen oligarca y de su siervo, como pretende la propaganda del PSOE, todo pasa a ser un proceso sin objeto. Y si ese infinito se atribuye, además de al continuo de la vida, a lo político, genera obediencia ciega.   No hay un después del diálogo, porque éste es siempre un a través. Dicen los filólogos que a través de lo dicho, pero es más hermoso pensar que dialogando se atraviesa lo elegido. Al contrario que nuestros políticos, tenemos muchas caras y una sola máscara. Si el diálogo es veraz, mantenemos cortésmente esa máscara sobre la cara que no cesa de transformarse. No es necesario hablar. Conduzca nuestra elección hasta un sentimiento o un paisaje, una idea o una persona, el diálogo no es contrario al monólogo, sino su complementario. Y, así visto, es muy posible que el único monólogo real y sano sea el Arte.   Dialogar es vivir más intensamente que la sociedad que nos acoge y el momento que nos lleva. La lucha por la libertad es diálogo puro y sus voceros en tiempos de mansedumbre recuerdan al afán que Pessoa quiso poner en hacer grande la vida aunque tuviera que utilizar su propio cuerpo, su alma, como combustible para lograrlo.

Crisis en el PP

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Los analistas europeos continúan analizando las situaciones internas de los partidos políticos como lo hacían antes de la guerra mundial, cuando no eran órganos del Estado. Entonces, los problemas ocasionados por el control de las organizaciones partidistas, estuvieran en el gobierno o en la oposición, traducían en divergencias ideológicas las ambiciones encontradas de sus dirigentes. Hoy, la naturaleza estatal de los partidos  determina que sus crisis internas, manifestadas como luchas personales por el poder, traduzcan situaciones de crisis no ideológicas en el Estado de Partidos, cuya naturaleza oligárquica y socialdemócrata imprime carácter a todas sus instituciones. La socialdemocracia no es un a ideología, sino un expediente de gobierno de los Estados asistenciales.   La actual crisis del PP tiene, por ello,  la categoría de una crisis de Estado. El gobierno necesita de una oposición estable, como ésta de un gobierno inestable. La causa de lo que está pasando en el aparato dirigente del PP nos permite comprender el alcance de la imbricación de los medios de comunicación en la idiosincracia socialdemócrata del Estado de Partidos.      No es accidental que sea un factor externo -concretado en la ambición empresarial y cultural de los directores de El Mundo y la COPE- quien haya creado y alimentado la crisis interna del PP, dando tintes liberales descoloridos, por imposibles, a lo que sólo es un intento de controlarlo desde fuera, a fin de que se siga creyendo tanto en la falsedad de que fue apartado del Gobierno por la intervención de ETA en el atentado de Atocha, como en el error táctico de que solo puede volver a él si no cesa de  situar el eje de su acción opositora en la negación sistemática, con razón o sin ella, de toda acción gubernamental.   El congreso del partido, que confirmará la dirección autoritaria de Rajoy, no puede resolver una crisis ocasionada por elementos exógenos al Estado de Partidos, bajo el que han triunfado como periodistas y como explotadores de las licencias audiovisuales que les ha concedido. Una crisis que se mitigará o disimulará,  tan pronto como el oportunismo empresarial de los medios que la han provocado se pliegue al hecho de que han de contar, durante cuatro años más, con  el aparato dirigente creado por el franquista Fraga y su heredero Aznar. florilegio "Las crisis políticas actuales no son como las de la salud. No alteran el estar social. Reflejan la crónica dificultad de ser partido en el Estado de Partidos. El consenso, antipartidista, la oculta mejor que la remedia."

Tuve un sueño

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Ayer soñé (recuerdo del famoso discurso de Martin Luther King Jr., "I have a dream”) que el secretario general del Partido Popular anunciaba el proceso electoral que tendrá lugar en su organización, para elegir a los delegados que participarán en su Asamblea General. Cada compromisario era el representante de cada una de las 3.025 Agrupaciones Locales que tiene el partido a lo largo y ancho del territorio nacional. A dicho puesto se presentaba cualquier militante que lo deseara y podía ser elegido por todos los afiliados y simpatizantes que votaron a dicho partido en las últimas elecciones legislativas.   Dirigentes del PP (foto: Chesi – Fotos CC) Ayer soñé que las elecciones a compromisarios se  llevaban a cabo en los tres meses siguientes, de acuerdo con un calendario estipulado para cada una de las 50 provincias. Todos los candidatos a presidir el partido o pertenecer a su Junta Nacional, hacían una campaña durísima a lo largo de todas las provincias de España para convencer a los votantes, de que eligieran a los compromisarios que apoyarían su candidatura en dicha Asamblea General.   Pero al despertar, Robert Michels, a través del túnel del tiempo, me mostró  un ejemplo actual de la “ley de hierro de la oligarquía” de su obra “La sociología del partido moderno en la democracia moderna” para que viese cómo una minoría acaba gobernando siempre e intenta perpetuarse a cualquier precio, cómo las masas añoran a un líder que les resuelva sus problemas y cómo en una gran organización desaparece poco a poco la democracia interna.   Los barones del partido, esa especie de virreyes autonómicos, hacen declaraciones de adhesión al líder actual, presumen de ser conservadores, democristianos o liberales, o utilizan esas ideologías  para descalificar a los oponentes. Muestran su poderío, invitando al líder a uno de sus feudos para que lance soflamas que laminen cualquier disidencia interna, con el fin de que la masa de afiliados vea unidad en el poder y así sentirse tranquila y bien conducida. El grupo de fieles y burócratas, que le rodean, le aseguran su continuidad mediante la definición de miembros “natos” (485 personas vinculadas al actual comité nacional) que irán al congreso como compromisarios, y le ayudan a expandir sus ideas y a convocar la elección del resto de compromisarios (2.540) en las asambleas provinciales durante dos días, sin apenas debates. Todo está atado y bien atado con estas cadenas de hierro.

La crisis

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Antes de las elecciones del 9 de marzo, bastantes adversarios del partido socialista deseaban que las ganase el Sr. Rodríguez Zapatero con la esperaza de que en otros cuatro años de gobierno de ese partido se precipitase la crisis del régimen, en realidad una situación política. Ganó efectivamente el partido socialista, se hundió el partido comunista (Izquierda Unida) y se demostró que los nacionalismos, que también han resultado vapuleados, son menos fuertes de lo que parecen. Pero también ha comenzado la crisis del sistema. Esta crisis sería la crisis del consenso, cuya clave es la Monarquía.   El desmoronamiento parece haber comenzado. En el partido popular ha comenzado una lucha interna en torno a su porvenir, que puede degenerar fácilmente en su división o en una significativa dispersión. Sea lo que resulte de ello, por lo menos ha alertado a la adocenada ciudadanía, por llamarla de algún modo, sobre la inutilidad, para decirlo piadosamente, de ese partido antipolítico, acomodado burocráticamente en el consenso.   En frente, el partido socialista mira con alborozo la disputa y los medios de comunicación adictos, la inmensa mayoría, han tomado posiciones a favor del Sr. Rajoy, convencidos de que así se eternizará el reinado del partido socialista. El Sr. Rajoy ya ha dicho que los liberales y conservadores adictos a ese partido pueden irse, si no están conformes. Esto les llenará seguramente de alborozo.   Efectivamente, es probable que los “liberales” (¿cuántos liberales sin comillas hay en la España de don Juan Carlos? ¿Serán por lo menos tantos como los de la Constitución de Cádiz, que eran más bien pocos?) y “conservadores”  con influencia en ese partido sean escasos; pero no parece disparatado afirmar que entre los votantes son sin duda la mayoría. Despertados los votantes de su "sueño dogmático", bastantes de ellos, con independencia de lo que resulte, que no tiene visos de reconfortarles en ningún caso, seguramente optarán por pasarse también a la abstención. Y hasta cabe que eso abra los ojos a votantes de los demás partidos.   Pase lo que pase, el desfondamiento del partido popular es un hecho. Y esto afecta al consenso. El presupuesto del Estado de Partidos es la existencia formal de una derecha y una izquierda, y el consenso necesita un partido suficientemente fuerte que haga el papel de la derecha para mantener la ficción. El partido popular lo ha desempeñado bastante bien hasta ahora, pero si se quiebra o pierde el hechizo o la esperanza  que atrae a sus votantes, nadie le sustituirá. Y el partido socialista quedaría como una especie de partido único, con lo que la tendencia totalitaria del sistema quedaría al descubierto. Pues, en realidad, el consenso es el artilugio de la democracia totalitaria, para simular que no lo es.

Presión corporativa

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La novación política del CGPJ y del Tribunal Constitucional se oferta desde el nuevo gobierno con la cara amable de un nuevo “Pacto por la Justicia”. Para ello, el Ministerio subraya la necesidad de que los Colegios Profesionales implicados se involucren decididamente, recabando su activa participación. La configuración de los Colegios de Abogados y Procuradores como Administración Corporativa facilitará una vez más su sumisión a la voluntad política, acudiendo sin dudarlo a la llamada ministerial. La disposición política de fondos en materias tan importantes como la gestión de la Justicia Gratuita, y las promesas de fortalecimiento burocrático del control sobre los profesionales obligatoriamente integrados, servirán una vez más de elemento catalizador.   La última llamada a filas se saldó con la famosa Ley de Capacitación Profesional para el Ejercicio de las Profesiones de Abogado y Procurador, que regula el acceso a las mismas a través de un sistema de prácticas y créditos de postgrado obligatorio, rompiendo con el tradicional ejercicio libre desde la Licenciatura en Derecho. Hasta la referida Ley, la práctica capacitadora exigía del futuro Abogado o Procurador la dura pasantía o práctica apenas remunerada, con apoyo en las Escuelas de Práctica Jurídica dependientes de las Universidades, cuya voluntaria matriculación garantizaba el interés del futuro profesional.   La sinecura del acceso controlado por el Colegio pone en sus manos un poder otorgado políticamente, como burócratas del acceso y jueces de la capacitación profesional. La homologación de cursos impartidos por centros de formación concertados con los Colegios, y la propia matriculación en los mismos, ahora indispensable para poder ejercer, se unen a las prácticas puntuadas en macrodespachos reconocidos por la Ilustre Corporación. Los recursos colegiales se multiplican, y la integración en el consenso político-judicial se consuma.   Vista la experiencia, el honesto profesional debe permanecer, ahora más que nunca, alerta ante la renovación de un nuevo Pacto por la Justicia, observando atentamente los movimientos de la Administración Corporativa que le controla, para no convertirse en otro burócrata más del Estado de Poderes Inseparados.   Tribunal Supremo: (foto: P. M. G.)

Don de falsedades

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El Sr. Zapatero (Foto: Guillaumepaumier) En varias ocasiones, el Sr. Zapatero mintió públicamente a los españoles durante su pasado mandato. Se trata de un hecho demostrado y reconocido. Tanto, como que semejante conducta no le ha perjudicado en las últimas votaciones del 9-M, hasta el punto de evitar su reciente auto-investidura. Más aún, el PSOE mejoró sus últimos resultados. Con razón puede creer el inquilino monclovita que engañar le es beneficioso. Pero la mentira es éticamente mala y personalmente destructiva. Otra cosa es que pueda resultar momentáneamente útil a quien la dice. Sin embargo, nada aporta cuando no perjudica a los que la padecen. Pero una vez revelada, arruina la confianza en el embustero. Que semejante conducta de Zapatero no le haya invalidado para renovar la jefatura del Gobierno, demuestra que el procedimiento de selección para el cargo no puede depender de la confianza mayoritaria de los gobernados. Quienes descubrieron y denunciaron la mentira de ZP percibieron, lúcidamente, que la única manera de que pagara por ello era convertir las pasadas “elecciones legislativas” en una suerte de “presidenciales”. Pero la falsedad ajena no invalida la propia. Y la lógica partidista en la que se integran estas voces, cuya hipocresía no es capaz de introducir en la opinión pública la necesidad de una reforma constitucional que permita la elección democrática del Presidente del Gobierno, hizo intuir que aquello no era más que una nueva muestra del oportunismo dominante en esta Monarquía de embustes compartidos. La mentira personal se diluye, así, en la falsedad institucional.   A diferencia de los individuos, las organizaciones no mienten.  Por ello, en los actos de éstas se hace necesario, entre otras cosas, atribuir la portavocía y las responsabilidades, entre sus miembros, a una jerarquía. Dejando a un lado la psicología social y los casos patológicos, escoger entre listas de partido no es en absoluto una forma de exigir responsabilidades,  con lo cual, los engaños personales, aunque lo sean del mismísimo número uno, no son decisivos en la dinámica del Régimen. Solamente en un sistema  basado en instituciones donde prime la separación de poderes, con responsabilidades personalizadas y electoralmente dependientes de la voluntad de la mayoría de los gobernados, no habrá lugar para la utilidad de la mentira pública.

Rajoy maquinista

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En Europa, el partido-máquina y el poder de control sobre sus líderes surgió con la ampliación del censo electoral tras las reformas de 1832, 1867 y 1884 en Inglaterra (Ostrogorski). La atracción de masas de votantes suponía la simplificación y estereotipado de las múltiples soluciones políticas personales para poder adaptarlas a la ortodoxia del partido, la cual se impuso en función de su eficacia en la captación de votantes-masa. El partido pasó a ser una maquinaria omnipresente necesaria para convertir la entropía social en estereotipo electivo bajo el sufragio universal. Era necesario para ello, la presencia y movilización de numerosos recursos humanos debido a la ausencia de potentes medios de propaganda: la organización lo era todo.   Los líderes naturales, capaces de actuar con una conciencia política cultivada e independiente, pasaron a estar asediados por los maquinistas del partido cuando la conciencia política de aquéllos entraba en conflicto con el oportunismo electoral. Tras los totalitarismos y las guerras mundiales,  los medios de comunicación de masas, radio y televisión, junto con la financiación estatal de los partidos, han facilitado el trabajo de estereotipado de la opinión pública. Pero, ¿han posibilitado la emergencia  de líderes independientes de la organización del partido?   El maquinista Rajoy subió al poder designado por el convertido en líder azoriano, Aznar, para que éste pudiera seguir controlando la ortodoxia del partido, desde la fundación FAES, sin ser contestado por ningún otro líder natural como Gallardon o Rato. Los medios que hasta ayer apoyaron a Rajoy, El Mundo y la COPE, ahora denuncian la falta de cultura democrática en el Partido Popular, pero no lo hacen para que se presenten otros candidatos como Gallardón,  al que califican de desleal, sino para poder colocar a otro jefe de partido afín a sus intereses. El solo hecho de la potencia propagandística de los medios no destruye la fatal tendencia oligárquica de la organización de partido al reducir sus efectivos necesarios. Y los medios siempre apoyarán a un jefe  capaz de conservar y convertir en ortodoxia de partido, sus intereses particulares, cuando éstos no coincidan exclusivamente con el control del poder y la publicación de la verdad.   Don Pedro J. Ramírez (foto: Petezin)

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