
Decía Zapatero que durante su época de presidente, todos los indicadores económicos iban bien: déficit público, paro, inflación, pero que nadie le había hablado del saldo por cuenta corriente. Sería una anécdota simpática, si no se hubiera traducido en una tragedia económica para muchos ciudadanos españoles.
El saldo por cuenta corriente es el reflejo de la posición financiera neta de un país con el exterior. Incluye comercio de bienes y servicios, rentas y transferencias. El gráfico es bastante explicativo. El saldo de España era deficitario desde el 2000, alcanzando un déficit pico en 2008, coincidiendo con el crash inmobiliario. Esta tendencia cambió a partir del 2009.
Lo que esto quiere decir es que muchas de las casas que se construyeron durante el boom inmobiliario se financiaron con dinero extranjero y que el crash se produjo en el momento en que este dinero dejó de fluir. A todas luces era una situación no sostenible pues tarde o temprano el dinero extranjero iba a dejar de fluir en la economía española.

En el siguiente gráfico podemos ver la evolución de la deuda total (privada y pública) en España. De nuevo el pico se da en torno al año 2008. A partir de entonces España se desendeuda de una manera bastante intensa hasta el 2024.
Lo que ocurre es que el dinero extranjero deja de fluir en el 2008 y además los ciudadanos hipotecados pagan sus cuotas, lo que significa una disminución de la deuda.
Como consecuencia de todo esto, en España disminuyó drásticamente el número de casas que se construían, pues no había financiación. Esto implica un bajón en la actividad económica, que implica una reducción del PIB, de ahí que se llegase a la Gran Recesión.
En términos generales, si inyectas dinero en una economía esta se acelerará y crecerá. Si sacas dinero de la economía el efecto será el contrario.
España se endeudó mucho hasta el 2008 y después, claro, tuvo que pagar las deudas. Los inversores extranjeros arriesgaban al prestar el dinero a España, pero al hacerlo a través de los bancos, estos eran su garantía, ya que, como finalmente ocurrió, el Estado acudiría a su rescate con dinero de todos los españoles si era necesario.
Es interesante ver que la deuda pública y la deuda privada se comportaron de manera diferente a partir del 2008. La deuda pública creció, en parte para rescatar a las cajas de ahorro, y la deuda privada disminuyó de manera importante, a través, principalmente, del pago de las cuotas de las hipotecas por parte de los compradores de pisos.
En definitiva, si alguien le hubiera dicho a Zapatero lo importante que era el saldo por cuenta corriente, no digo que no hubiera habido burbuja inmobiliaria, pero España, seguramente, no hubiera sido uno de los cuatro países del mundo más afectados por el boom inmobiliario.
Y ahora, ¿qué? Al reducir el número de casas que se pueden construir, al no haber financiación, y aumentar la demanda de las mismas, por haber aumentado la población, entre otras cosas, el precio de la vivienda ha aumentado.
Como solución todo indica que se deben construir más casas y quizás volver al déficit por cuenta corriente. Por supuesto, no en las cantidades previas al 2008 y, así, aprovechar, que desde entonces se ha conseguido un saneamiento de las cuentas nacionales a través del esfuerzo de todos los españoles.






Decir que el Estado acudió al rescate de los bancos con dinero público es una falacia que, por repetida hasta la saciedad, no se convierte en verdad. Ningún banco, a excepción del Banco de Valencia, que se autorrescató mediante una ampliación de capital dirigida a sus accionistas, necesitó rescate alguno. Fueron las cajas de ahorros, dirigidas y quebradas por expolíticos y exsindicalistas y que constituían la banca pública del país, las que tuvieron que ser rescatadas por el Estado y reconvertidas en bancos, sacadas luego a bolsa para poderlas financiar con capital privado.
Efectivamente el rescate fue a las cajas de ahorro. Al decir bancos en el articulo me refería al sistema bancario, pues incluía bancos y cajas de ahorro, y sobre todo que ambos eran demasiado grandes para quebrar, que eran sistémicos.