Este 18 de julio regresa al teatro Patología de la Transición, la obra escrita y dirigida por Alberto Gálvez que desmantela, con rigor y belleza dramática, la mitología política de la llamada «Transición española». El acontecimiento tendrá lugar en el Teatro Victoria sito en la calle Pez, número 17, a las 20:00 horas.

Uno de los tabúes más férreamente protegidos por el régimen del 78 es la mitología de la Transición. La Transición, escribe Diego Oña, «fue un proceso político dirigido por el gobierno franquista y la oposición que aceptó la reforma». La Transición, punto de partida de problemas ya crónicos en la política española, fue una operación de continuidad del franquismo, pactada entre élites, maquillada de democracia. Una farsa en la que la libertad política colectiva fue sustituida por el consenso.

Efectivamente, la obra Patología de la Transición ha vuelto a escena. Ricardo Silvestre, en su canal de YouTube Primum Gradus, ha dedicado su último programa a hablar con Pedro Manuel González, abogado y comunicador incansable, y con Alberto Gálvez, autor y director de la obra, del legado de Antonio García-Trevijano, y del silencio impuesto por el régimen del 78.

La obra no se limita a recordar. No se contenta con la memoria. Lo que hace es poner la herida sobre la mesa, para que no podamos seguir haciendo como si no estuviera. Tan es así que Patología de la Transición no es solo un homenaje a don Antonio García-Trevijano —nacido un 18 de julio—, es una provocación. La figura de don Antonio volverá a alzarse en las tablas como lo que fue: la única voz que no se doblegó. Una voz silenciada no por estar equivocada, sino por tener razón.

Lejos del academicismo estéril, de la cultura subvencionada y del revisionismo interesado, Alberto Gálvez propone una mirada crítica sobre la construcción política y simbólica del régimen de poder actual. Desde el legado oculto —y deliberadamente ocultado— de Antonio García-Trevijano, hasta las estructuras de dominación que se disfrazan de consenso, su obra articula una denuncia tan divertida como implacable. La escena en la que los payasos se reparten el cadáver del dictador es una metáfora certera de esa Transición convertida en negocio de Estado.

La obra no recita consignas ni repite tópicos. Abre preguntas, incomoda, traza genealogías… Sobre todo, recuerda lo que el régimen del 78 trata de enterrar: que no hay democracia sin libertad constituyente, y que el régimen actual no fue elegido, sino pactado entre élites sin legitimidad democrática.

Si no aceptas etiquetas ni cobardías; si sabes que la partitocracia española está maquillada de democracia; si sigues sin entender por qué todo ha cambiado para que todo siga igual, no te puedes perder el bisturí fino de Alberto Gálvez. Hablar de la Transición no es una anacronía: es interpretar un manual de advertencias, ver la imagen de un espejo incómodo y, a veces, descifrar un mapa mal doblado que aún señala salidas.

El 18 de julio no es una fecha neutra. Y esta obra, tampoco lo es. Asistir a Patología de la Transición no es solo una experiencia estética: es una toma de conciencia. Si eres de los que ya no tragan con lo del «pacto de la Transición» y quieres saber más, ven, difunde, habla, porque el primer paso para salir del engaño no es votar, es pensar. Tienes disponible tus entradas en este enlace. Gracias por tu amable atención.

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