Desde que Aznar, con ademán cesarista, garrapateaba y tachaba nombres de sucesores en su cuaderno azul, para acabar designando a Mariano Rajoy, el hervidero de ambiciones en la derecha estatal no ha parado de borbotear tras la inesperada derrota frente al “panfilismo” de Zapatero. El melón sucesorio parecía abrirse de nuevo con el segundo fracaso electoral del jefe del PP, hasta que éste ordenó cerrar filas, recordando que tanto su predecesor como Felipe González habían conseguido alzarse con el Poder a la tercera intentona. La deriva de la crisis económica y la notoria incapacidad del presidente del Gobierno para atajarla, han reafirmado a Rajoy en su propósito de esperar pacientemente a que caiga la fruta madura del máximo poder de la partidocracia.   Cuando al solícito juez Garzón le dio por destapar la olla podrida de Gürtel, el PP reaccionó negando la evidencia de la corrupción propia, y resaltando la evidente animadversión del que más brilla en el firmamento judicial. Las revelaciones sobre este caso han puesto de manifiesto una elaboradísima red de tráfico de influencias, en la cual, los trajes de Camps son peccata minuta. Rajoy se ha visto obligado a defenestrar al más estrecho colaborador del presidente valenciano. Según una información aparecida en “El Mundo”, don Mariano ha reprochado a Camps la dimensión que está tomando este asunto: “la culpa es tuya por no tener agallas con Costa”; además de preguntarle si su defensa del ex secretario general del PPCV no está relacionada con algo inconfesable acerca de la trama de Gürtel.   Y en Madrid, sigue abierta la brecha entre Aguirre y Gallardón, y sus respectivos peones, con un fuego cruzado que trata de esquivar Rajoy. Unas declaraciones de Manuel Cobo, lugarteniente del alcalde madrileño, aludiendo a las malas artes de doña Esperanza, han provocado una nueva ruptura de las hostilidades. La lucha descarnada por hacerse con el control de CajaMadrid puede amainar con la llegada de Rodrigo Rato, otro de los posibles herederos de Rajoy.   Invitar cuando no conviene forzar o guiar cuando no conviene mandar es una habilidad innecesaria en esas sombrías organizaciones, donde, sin un pastor, como lamenta el diputado Manuel Pizarro, el rebaño se dispersa y los balidos no suenan acompasados.     "A pure theory of democracy"     Publicada la traducción inglesa de "Frente a la gran mentira"

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