Cartas con la prof. Celina Lértora quien fue la que disparó mi esquela, más que artículo, sobre el Papa y Bonafini. Las damos a conocer de común acuerdo, aunque nacieron como cartas privadas, para que se vea como puede desarrollarse un diálogo filosófico en la Argentina de hoy.

 

Hola Alberto

Tengo una inquietud cuasi filosófica que quiero compartir contigo: algunos “peronistas peronistas” o “peronistas de Perón” apoyan (o apoyaban) al Papa porque dicen (o decían) que Bergoglio es un papa peronista y que su doctrina pontifical es la de Perón. No estoy convencida de que sea así. Pero además me pregunto qué piensan los “peronistas de Perón” al ver que un antiguo Guardia de Hierro recibe como legítima interlocutora en temas de política argentina a una antigua ERP, en lugar de recibirlos a ellos.

¿Qué opinás?

Porque siempre tenés algo interesante para decir

Un abrazo

Celina

Por qué el Papa recibió a Bonafini

Alberto Buela (*)

A Celina Lértora, maestra de filosofía, que me preguntó

Ayer el Papa recibió a Bonafini y todo el mundo hablando loas de semejante entrevista: Es una prenda de unión entre los argentinos; se cicatriza la grieta de la sociedad; pidió perdón por mandar a defecar en la Iglesia; denunció la maldades de Macri y las bondades de Cristina; qué bien Francisco, que supo poner la otra mejilla, etc., etc. Pero lo cierto es que los católicos de a pié, el pueblo cristiano llano, sin veleidades intelectuales vivió la entrevista con: “Y, que el Papa haga lo que quiera”. Con cierta desazón, si se quiere, un tanto molesto.

Es verdad, el Papa Francisco puede hacer lo que quiera, y parece que de hecho lo hace. Además nosotros no somos quienes para decirle qué tiene que hacer, aunque los periodistas sí le dicen qué hacer.

En Argentina, los analfabetos locuaces como Mauro Golfarb (llamado Viale) y su hijo Jonatan, Alfredo Lewkowicz (llamado Leuco) y su hijo Diego; Sergio Rubin, y tantísimos otros que no son cristianos, le dicen a diario qué tiene que hacer y en qué tiene que transformar a la Iglesia. Mientras tanto el mundo cristiano acepta callado todo cuanto dice y hace el Papa argentino. Y si alguna voz surge, ella viene del conservadorismo católico, que no corta ni pincha en nada dentro de nuestra sociedad.

Los que no se quedan callados son todos aquellos que se cuelgan de la sotana blanca para hacer política partidaria, diciendo, por ejemplo: el Papa es peronista o el peronismo se funda en la doctrina de la Iglesia. Con lo cual comenten dos errores: ni el Papa en tanto tal puede ser peronista ni el peronismo se funda en la Iglesia sino que tiene autonomía ideológica.

Pero, vayamos al grano, porqué el Papa recibió Bonafini. La razón que desde la filosofía encontramos es la siguiente:

Las virtudes cardinales, esto es las mayores y sobre las que giran todo el resto, que varían según las escuelas y los tiempos, y que fueron establecidas por Platón son la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Pueden ser definidas como hábitos, esto es, repetición de actos buenos que como términos medios distan de sus extremos. El exceso de prudencia es la cautela excesiva o inmovilismo y su defecto la precipitación. En la fortaleza o valentía el exceso es la temeridad y el defecto la cobardía. En la templanza el exceso es la insensibilidad y el defecto el desenfreno. Pero ¿qué pasa con la justicia? Es un lugar común afirmar que la justicia no tiene exceso pues ¿se puede encontrar a alguien demasiado justo o más que justo? Sin embargo el juez con la equidad y el santo con la misericordia van más allá de la justicia dando más de lo que corresponde, a pesar que muchas veces esos actos conllevan injusticia.

Ahora bien, si nos acercamos a la justicia desde la conducta justa vemos que ella es el término medio entre padecer injusticia o cometer injusticia, entonces podemos afirmar que la justicia es término medio de sí misma, mientras que la injusticia lo es de los extremos. Así es injusto padecer como cometer injusticia, una por exceso y otra por defecto.

Esta es la teoría que nos permite explicar racionalmente por qué el Papa Francisco recibió a Bonafini, porque él está guiado por la misericordia que va más allá de la justicia y, a veces como en este caso, produce hechos injustos como es recibir a alguien anticatólico, que para colmo ofendió expresa y materialmente a la Iglesia, que es asamblea, y con ello a todos los cristianos.

Este es un claro ejemplo como un acto de misericordia puede ser también injusto. Y es por ello que no puede existir, como se pretende hoy, una teología de la misericordia (como no puede haber una teoría de la justicia fundada en la equidad), pues no se puede hacer ciencia sobre lo particular, habida cuenta que la misericordia es un acto que se resuelve en sí mismo y en cada caso. Y la equidad es la facultad del juez de ir más allá del derecho para atender a la necesidades privadas de tal o cual condenado.

(*) arkegueta, aprendiz constante


Muy buena la reflexión, Alberto. Por mi parte, estoy convencida que la razón era otra: negocios, simples negocios.

Celina Lértora


Y, puede ser querida Celina, pero es una mirada demasiado profana. ¡Viste que te presenté como maestra en filosofía, que es para mí el mismo título que puede otorgarse a Pucciarilli, Alberini, Pró, Carpio, etc.! Un fuerte abrazo Alberto


Querrás decir que es una mirada “impresentable” en una conversación filosófica. Sí, es verdad. Fue sólo un comentario casero y chismoso.

Te agradezco lo de “maestra”, pero es una exageración producto del afecto. Soy, como vos, apenas un aprendiz y eso ya es mucho, ¿no te parece?

Ahora, en serio con respecto a tu artículo, se me ocurren dos reflexiones filosóficas.

  1. Aristóteles decía que la prudencia es una virtud rectora de las otras, porque las otras tres tienen que ser ejercidas en concreto, con prudencia. Es decir, que no sólo puede haber un acto misericordioso injusto, sino también imprudente, y casi me parece más grave, moralmente hablando, cuando quien lo ejecuta es tomado como “modelo” en el sentido aristotélico de “obrar como lo haría un hombre prudente”.
  2. Un fraile amigo solía decir “aprobé a este alumno en un exceso de misericordia”. Me hacía reír lo que parece un oxímoron; pero pensándolo bien, es una pregunta interesante y no tengo en claro la respuesta. ¿Puede haber un exceso de misericordia? Si la virtud aristotélica es “un medio para nosotros” parecería que sí; pero si se toma como virtud teologal no tiene exceso, así como no hay exceso de fe o de caridad. De todos modos, en concreto, podría ser que un “exceso” fuese imprudente, o tal vez que todo exceso lo es, desde el punto de vista filosófico. Desde el punto de vista teológico parecería que en las virtudes teologales y las conductas que se siguen no puede haber “imprudencia” en el sentido aristotélico, por defecto de mediedad.

Sin embargo, cuando el principio de la acción religiosa se pone por escrito y se transforma en “regla universal” (como diría Kant), la misma jerarquía católica a través de su derecho canónico, pone un primer nivel de calificación negativa: “doctrinas imprudentes y sospechosas”. No queda muy claro cómo es así, imprudente, si el teólogo tiene buena fe y es un hombre sinceramente religioso y la virtud de religión no tiene exceso.

¿Qué opinás?

Tal vez debiera someter mis inquietudes a autoridades teológicas tan reconocidas como Jorge Bergoglio, Marcelo Sánchez Sorondo o Víctor Fernández ¿no te parece?

Un abrazo filosófico

Celina


Querida Celina: estoy acá delante de la computadora contestando emails con varios trabajos en trámite, Leo tu carta y me dan ganas de ponerme a pensar sobre este tema tan interesante que planteás sobre el exceso en las virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad. La misericordia siempre fue tenida en un rango menor es por ello habló de “actos de misericordia”. Es decir, en la misericordia hay una discontinuidad, puede haber incluso una sucesión de actos pero no existe un continuum como en las teologales. En una palabra, uno puede realizar actos de misericordia como dar consejo, visitar a los presos y a los enfermos, pero no puede ser por momentos caritativo. La caridad es un continuum, la misericordia no. Por eso el exceso de caridad no existe y el exceso de misericordia sí, y allí puede ser injusto. Bueno, basta de hacerme el teólogo.

Un fuerte abrazo Alberto


Sigamos teologando

Yo no me refería al “estado” que naturalmente es un continuum, por eso es un hábito o disposición (como decía nuestro querido Aristóteles). Me refería a los actos en si mismos. Lo que me resulta interesante es esta situación paradojal en que la realización de un acto virtuoso conlleva la realización de uno vicioso. Para pensar, ¿no?

Abrazo

Celina


Querida Celina: siguiendo con tu razonamiento en este diálogo mediático epistolar, de cómo puede ser que un acto virtuoso pueda conllevar conllevar a la realización de uno vicioso, veo lo siguiente.

El Papa realizó un acto virtuoso cuyas consecuencias son injustas porque pasamos de un nivel a otro de análisis. Teológicamente está bien lo que hizo pero racional, filosófica y jurídicamente está mal. Porque si ser justo es dar a cada uno lo que le corresponde, el Papa le dio más de lo que le correspondía a Bonafini. Y la consecuencia de su acto dañó la conciencia de los cristianos, al menos argentinos, que ven en ella a un enemigo no privado (inimicus) sino un enemigo público (hostis). El enemigo privado nos odia (odit) y tenemos que perdonar, mientras que el enemigo público nos ataca (oppugnat), tenemos que combatir, es por ello que el texto evangélico dice: diligite inimicus vestos (amad a vuestros enemigos). Creo que por acá va el razonamiento.

Un abrazo

Alberto


Sí, de acuerdo en que la diferencia de “enemigo privado” y “enemigo público” es clara. Los judíos la tienen clarísima, por eso ningún judío puede “perdonar” por otro (ejemplo las víctimas del Holocausto). Además, cuando el enemigo público comete injusticias, es un deber combatirlo (S. Agustín dixit).

Todo esto es una parte de la aclaración que quiero hacer.

La otra parte es que Bergoglio parece tomar el asunto no como privado sino como público. Por eso yo te decía que para mí fue una “reunión de negocios”. Y hay cristianos sinceros y honestos que se escandalizan con ciertas prácticas seculares del Vaticano: hace siglos la venta de indulgencias y ahora la negociación de influencias. ¿Habrá un nuevo Lutero en el 2019? ¿Y dónde colgaría sus impugnaciones? ¿Habría una “contrarreforma” eclesial socialista, o populista, o peronista..? ¿En qué bando quedaría Casaretto, por ejemplo y unos cuantos miembros más de la Conferencia Episcopal? etc. etc.

Como decía no me acuerdo quién, ah sí! Neustad: “Dejémoslo así”

Abrazo

Celina


Terminado este diálogo via Internet la conclusión no se deja esperar: Cuando el Papa Francisco recibe a Bonafini comente un acto de injusticia, al menos con los cristianos argentinos, pues bajo la máscara de un acto de suma misericordia, toma a Bonafini como enemiga privada de él, cuando Bonafini por sus actos y acciones se declaró manifiestamente como enemiga pública de la Iglesia. A Bonafini tendría que haberla combatido, mostrándole, al menos, la posición de la Iglesia. El Papa ignoró la distinción entre inimicus y hostis y dejó de lado la diferencia entre misericordia y justicia.

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