Paco Corraliza

PACO CORRALIZA.

La autárquica, hermafrodita y ensimismada Psique material, animal y racional que anima, informa, reforma, conforma y deforma nuestro cuerpo es, como dijimos [«Psique y espíritu II»], ciega para la Verdad e invidente para la Libertad. Su astuta y sofística Razón es un sofisticado instrumento bífido e instintivo de egocéntrica («psico-céntrica») y egoísta supervivencia materialista y auto-conservadora; un simbólico lazarillo-topo cuyas incisivas uñas abren galerías a la medida del cuerpo del cegado topo-lazarillo que las excava. Las uñas son tan útiles para el topo como el topo es útil para sus uñas. El acomodaticio y utilitario olfato es el carnero-guía de un astuto topo que se guía, interesado y justiciero, por su carneril, selectivo y dialéctico olfato pendenciero (bueno/malo; sí/no; acierto/desacierto): quiero porque puedo; el fin es el medio; el «poder-hacer» predispone al «hacer-querer». El útil «poder-hacer» (o «poder-vencer») de la Psique humana va prefigurando el triunfo de la astucia como razón utilitaria; el éxito inmoral va conformando la moral de su éxito. Y, así, la razón fluyente se alimenta del «poder-hacer» tanto como éste, cegado de éxito heredado, se nutre de la exitosa razón astuta; en beneficio sólo del Poder, la hermafrodita Razón deviene put@, sin pedir perdón a su libertino perdonavidas.

En el Estado-topo, la razón estatista del Poder ciego e indiviso es, y siempre será, el estólido Poder idolatrado cuya divisa, a su vez, es la plástica, visionaria, oportunista y mentirosa razón adaptativa. El ciego «Poder-hacer» descontrolado, queriendo o sin querer, parafrasea a Hegel sin cortapisa: toda realización es razonable y toda racionalización, realizable. Sólo cuenta e intermedia la razón de juicio por interés; la razón como auto-poder: Estado-Poder-Dinero imaginan (conciben) el  «Derecho» invertido mientras Dinero-Poder-Estado lo vierten y escriben (abortan) en papel.

Nos centramos en el pervertido papel manipulador y censor del racionalismo auto-látrico y oportunista, escupido y esculpido, petrificado y cultivado en los siglos XIX y XX como «Cultura de Estado» («nacional-psiquismo» de Estado); hoy despóticamente instrumentalizado (institucionalizado) por la insaciable avidez acaparadora del oligárquico consenso del Poder indiviso en el sintético Estado-Dinero social-€-burócratico de Partidos y Bienestar. Ese Poder sigue, implacable, deformando y conformando millones de asexuadas e intercambiables «psico-conciencias» españolas y europeas hasta el extremo, por una parte, de hacer de la dignidad personal un desecho reciclable y, de la Libertad Política (colectiva), algo tan incomprensible como irrealizable; y, por otra, de convertir a ambas en indeseables, aun siendo su condición ausente la causa principal del funesto, corrompido, ruinoso, irresponsable, anti-político y totalitario presente.

En 1821, ante actos de censura perpetrados por el Poder estatal y antes de ser él mismo víctima de ellos, Heinrich Heine comentó: “Esto es sólo un preludio: allí donde se queman libros, se acaba al final quemando seres humanos” (1), (en 1887 Nietzsche escribió: “El libro se convierte casi en un ser humano”(2)). Ciento doce años después, en mayo de 1933 e instigados por el «psico-propagandista» Joseph Goebbels, secuaces del Partido Nacional-Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP), arropados por más del 44% de partidocráticos votos en la nación más «cultivada» del mundo, quemaron miles de libros en una plaza de Berlín, entre ellos libros del propio Heine(1). Años después se cumpliría, literalmente, su terrible pronóstico. La frase citada ha quedado escrita, merecidamente, en una placa expuesta en esa plaza.

Esa plaza de Berlín, en tiempos de Heine (1797-1856), era llamada “Opernplazt” (Plaza de la Ópera). Sin embargo, en 1910, pasó a ser denominada “Kaiser-Franz-Joseph-Platz” (Plaza del Káiser -emperador- José Francisco -I de Austria-). Tras la II Guerra Mundial fue renombrada, en 1947, como “Bebelplatz” (Plaza de Bebel -August-). Curiosamente, en su libro “Los Partidos Políticos”(3), publicado en 1911, el sociólogo Robert Michels se refiere a August Bebel como el “«Káiser Bebel»(3). Como ya expresamos en [«XVIII»] ese excepcional libro demuestra las tendencias oligárquico-tiránicas que se manifiestan sistemáticamente en todo Partido de masas, derivadas de su propia organización burocrática jerarquizada, encabezada por su líder-jefe. Al margen de la cuestión personal, Michels aclara que se refiere a Bebel como “un representante de su partido”(3) (el Partido Socialdemócrata Alemán -SPD-). Y es en ese partido, en el que militó Michels hasta 1907, sobre el que centra la mayor parte de sus frías observaciones empíricas para llegar a sus demoledoras conclusiones, así como sobre el resto de partidos socialistas europeos (pues “los socialistas son los más fanáticos entre todos los partidarios de la idea de organización”(3), nos dice Michels; y también escribe: “a pesar de la juventud del movimiento socialista internacional, el número de lideres de ese movimiento es más imponente y más imperioso que el mostrado por cualquier otra clase social en los tiempos modernos”(3)). August Bebel desempeñó un papel preponderante en el movimiento partidario socialista alemán durante más de 40 años; desde el ascenso de Bismarck en 1871 hasta 1913, año en que, siendo todavía diputado, falleció.

Entre las decenas de ejemplos de abusos de poder y prevalencia de intereses creados por parte de la cúpula del Partido, nos dice Michels: “el espíritu utilitario de los funcionarios representativos del partido socialista alemán (espíritu que caracteriza a toda organización fuerte) presenta varias analogías notables con el espíritu autoritario de las funciones que representan al Imperio Alemán. Por una parte tenemos a Guillermo II [Káiser] aconsejando a los “malcontents”  [descontentos] que se sacudan el polvo de los pies y se marchen a otro sitio. Por otra parte, tenemos a [«Káiser»] Bebel,  quien exclama que ya es hora de concluir, de una vez por todas, con los eternos descontentos y sembradores de discordia dentro del Partido”(3).

En 1915 (prólogo a la 2ª edición del libro), y respecto al apoyo del SPD (traicionando sus propios postulados ideológicos) a la participación del Reich alemán en la I Guerra Mundial, escribió Michels: “la forma externa del Partido, su organización burocrática, llega a predominar sobre su espíritu, su contenido doctrinario y teórico […]. El partido no aparece ya como un medio para alcanzar un fin, sino que gradualmente se convierte en un fin incapaz de resistir el ejercicio arbitrario del Poder por el Estado. […] El Partido cede, abjura al punto de su espíritu internacionalista e, impelido por el instinto de conservación, se transforma en partido patriótico”(3).

No alargaremos más este artículo. Seguiremos en el siguiente. Trataremos de demostrar que, precisamente como “representate de su partido”(3), que era y sigue siendo un “Estado dentro del Estado(3) (como llamó Michels al SPD en el prólogo a la 2ª edición), de ningún modo merece August Bebel el honor de tapar y resarcir el ignominioso recuerdo de lo ocurrido en aquella plaza en 1933; y menos aún junto a Heinrich Heine. A pesar de ello, la plaza se llama hoy “Bebelplatz” y no, por ejemplo, “Plaza de la Libertad Política”. Todos sabemos el porqué: Estado-Dinero social-€-burocrático de Partidos, nacido en la (pre-nazi) Alemania de Weimar por la gracia del «Káiser SPD».

 

(1) HEINE, Heinrich. “Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania”. Alianza Editorial, S.A. 2008 [escrito 1834]. [comentario de Juan Carlos Velasco (CSIC), en “Estudio Preliminar: Heine y los años salvajes de la filosofía”].

(2) NIETZSCHE, Friedrich. “Humano, demasiado humano”. (párrafo 208) Ediciones Escolares, S.L. 2002. [escrito 1887].

(3)MICHELS, Robert. “Los Partidos Políticos (I y II)”. Amorrortu Editores, S.A. 2008 [Ed. original 1911].

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