Jose Maria Alonso

JOSE MARÍA ALONSO.

En virtud del Real Decreto 998-2012 de Junio de 2012 publicado en el Boletín Oficial del Estado (que no de la Nación) , se crea el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España debido, según reza el B.O.E.  al ¨considerable incremento de sujetos, públicos y privados, que desarrollan actividad en el exterior y la variedad de las actuaciones que por ellos se realizan, lo que pone de manifiesto la necesidad de articular la planificación y gestión coordinada para optimizar los esfuerzos de todos con una doble finalidad. En primer lugar, mejorar la imagen exterior de España visibilizada (sic) bajo la denominación Marca España, […] Y, en segundo lugar, promover la actuación coordinada de cuantas instituciones y entidades resultan comprometidas con iniciativas que coadyuven a la mejora de los resultados y al logro de contribuciones medibles para los intereses de España en los ámbitos económico, cultural, social, científico y tecnológico.”

Está claro que si es necesario mejorar la imagen de España en el exterior mediante semejante procedimiento es porque debe estar bastante desmejorada, y cabría preguntarse, antes de crear una institución pública que aspire a convertirse en una herramienta estructural de la imagen española y no un aparato coyuntural como parece, qué es lo que ha estropeado tanto la imagen de España, hasta el punto de que fondos de inversión extranjeros han rechazado hacer negocios con importantes empresas por ser españolas, las cuales han tenido que pedir créditos con avales de bancos extranjeros al no admitir los de entidades financieras nacionales.

¿Acaso el Alto Comisionado va a arreglar con buenas palabras, unos cuántos vídeos de científicos españoles competentes trabajando por el mundo, bandejas de jamón serrano en ferias comerciales internacionales y guapas azafatas el desaguisado de los seis millones de parados y los vergonzosos lanzamientos de parte de esa población fuera de sus hogares por no poder hacer frente a las hipotecas que concedió el mejor sistema financiero del mundo a través de las ultrapolitizadas y quebradísimas Cajas de Ahorros? ¿Pretende el Gobierno a través del Alto Comisionado para la Marca España adjuntar junto a la documentación técnica obligatoria para el acceso a licitaciones de obras públicas en países en vía de desarrollo vídeos folklóricos de hinchas de la selección española pintados como indios y orgullosos de que la Roja se proclame una vez y otra campeona de lo que le echen mientras una sugerente voz en off narra la excelencia y el buen hacer de nuestros ingenieros?
¿Cómo es posible mejorar, por ejemplo en países como Polonia o Rumanía, la imagen de los promotores inmobiliarios que iban a desarrollar los necesarios proyectos residenciales en esos países pero que con su mala fe intentaron hinchar burbujas inmobiliarias semejantes a las que dejaron atrás con sus pantagruélicas inversiones en suelo con dinero ajeno? ¿Cómo convencerá el Alto Comisionado a los renuentes inversores internacionales de que lleven capitales a España cuando el desbordamiento de la corrupción la tiene enfangada igual que un pueblo cuyo alcantarillado no es capaz de asumir tal cantidad de aguas fecales tras la riada de casos que lo asola y hace que apeste a inseguridad jurídica (vease el caso último de las aguas de Barcelona)? Y así affaire tras affaire.

Para nuestro desdoro, y más allá de nuestra valía natural individual,  la única MARCA ESPAÑA es la que llevamos los españoles grabada a fuego como hierro de ganadería y que nos distingue para separarnos de países democráticos como Estados Unidos o Suiza, desde que a la muerte del dictador a mediados de los 70, se degenera en un sistema de oligarquía de partidos encabezada por un Jefe de Estado elegido por nadie e impuesto a dedo por el difunto General Franco. Tras esa Constitución del 78 se parapeta toda la corrupta clase política española, con la jefatura del estado a la cabeza. Esa carta otorgada redactada por un pequeño grupo de civiles y algún militar, no constituye nada,  pues para ello haría falta una separación de poderes que hoy nadie se atreve a defender a no ser que viva como político profesional de las subvenciones del Estado o sea un ignorante incapaz de ver la diferencia entre la separación de funciones de un mismo Poder y la separacion de poderes en origen, legitimada a través de elecciones separadas para el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

Lo único que puede lavar la imagen de España es la realización con pacífico decoro de una ruptura con el régimen actual para facilitar un periodo de LIBERTAD Constituyente en el que los españoles decidan si quieren Monarquía o República (o nada), y en el que los electores sean representados por diputados de distrito, y no por hombres de paja títeres en una lista de partido. La consecución de ello depende en gran medida de que los votantes se adueñen de su voto y lo conviertan en su derecho político, separándolo de ese falso deber cívico con que han sido adoctrinados durante los últimos treinta años. Que una vez dueños de él y conocedores de su poder, se mantengan sin ejercerlo en todas las elecciones, de manera que ante una abstención porcentualmente inaguantable para el Régimen, un suceso crucial colme el vaso de su ilegitimidad y se exija la disolución de las Cortes y la convocatoria de Cortes Constituyentes.

Cuando España sea democrática no hará falta ningún Alto Comisionado que lave su imagen, pues la democracia formal, el único sistema bueno, será la primera garantía del control de unos poderes sobre otros, lo que disminuirá los índices de corrupción hasta hacerlos simbólicos, y oreará el rancio cortijo hereditario en el que sigue España sumida pudiendo ser modelo europeo y puente natural hacia América Latina.

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