“Los datos de las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) son “alarmantes” para la institución monárquica”, señala Fernando Ramos, doctor por la Complutense en el departamento de Derecho Constitucional. Su extenso informe, publicado en la revista “Razón y Palabra”, aflora el descrédito que ya reflejan los sondeos: en octubre de 2011, el CIS detectó que, por primera vez en la historia, la Monarquía suspendía en valoración ciudadana, con un 4,89 sobre 10: “Las encuestas de Metroscopia delatan un dato de enorme calado: los jóvenes por debajo de 35 años, que no vivieron la Transición ni el golpe de Estado, no aprecian utilidad alguna en la monarquía. En 1996 la apoyaban el 66% de los encuestados frente a un 13% de republicanos. En 2011, ha pasado a un 49% a 37%, siempre a favor de la Monarquía. Entre los menores de 35 años hay un empate a 45%. Pero lo más preocupante es que el deterioro de don Juan Carlos e incluso en su sucesor puede tener consecuencias impredecibles, ya que en la estima de los menores de 35 años, la república ya supera claramente a la Monarquía como preferencia, por primera vez desde 1978. Y sigue creciendo”.

Informes como éste siguen estando vedados por los medios de comunicación “oficiales”, pero son accesibles en internet. Y ahora que las simpatías de la población mitad joven y mitad madura tornan a ser republicanas y se acercan por primera vez a la mayoría, desde esta sección de “Firma Invitada” queremos reivindicar a los escritores, intelectuales, científicos, poetas o artistas que confesaron sus preferencias cuando éstas iban contracorriente de la mayoría monárquica, cegada por el 23-F, del que cada día se van conociendo nuevas evidencias que impugnan la verdad “oficial” y el juicio caricaturesco que la encubrió. Con sus textos, ellos se unirán a la treintena de columnistas propios con los que arranca esta segunda época de DRC.

Hay algunos artículos que son emblemáticos en este sentido. “La República como horizonte”, del escritor español afincado en Marrakech (Marruecos), Juan Goytisolo, fue publicado en El País hace ocho años (14/11/04) pero no ha perdido ni un ápice de coherencia ni actualidad. De ahí que por su interés publicaremos sus argumentos más significativos. Como anticipo, conviene recordar sus primeras palabras: “cuanto a continuación expongo no implica una propuesta precisa. Es la mera reflexión de un ciudadano. No mira a un futuro inmediato, como las de los políticos enfrentados a las secuencias diarias de sus programas. Desea tan sólo favorecer un debate sereno tocante a la emergencia futura de un régimen republicano en España, esto es, de la República como horizonte posible y, en mi opinión, deseable. A diferencia de Inglaterra y otros reinos del norte de Europa, en donde la institución monárquica se funda en un consenso tradicional de honda raigambre histórica y en una tranquila sucesión de reinados sin altibajos ni seísmos, la Monarquía española de los dos últimos siglos ha sido una especie de tobogán con subidas, bajadas, caídas, descarrilamientos”.

No es el único. El dramaturgo Alfonso Sastre, perseguido con saña por la Monarquía de partidos y despreciado por quienes ignoran que es el mejor en su género de los autores que viven en España, estando a la par que Fernando Arrabal, residente en París, escribió otro texto donde recordaba que “más de una vez, hablando con José Bergamín sobre un posible y deseable futuro republicano para los territorios administrados entonces por la Dictadura de Franco, me apuntó él la necesidad de que tal futuro no se edificara sobre la nostalgia de lo que fue la Segunda República Española.

-No se trata -me decía- de una restauración, ni monárquica ni republicana, sino de la instauración de una Tercera República. (Esto, dicho por uno de los más ilustres creadores de aquella otra, era algo que había que escuchar con mucha atención; y yo lo escuchaba, entendiendo -y así era- que lo que él proponía no pasaba por desconocer las particularidades de aquellos hechos republicanos sino precisamente, todo lo contrario, por prestar una atención incluso minuciosa a aquellos hechos y a sus vicisitudes, que él relataba con mucho acierto, franqueza y siempre buen humor)”. También publicaremos el artículo íntegramente para deleite de nuestros lectores.

Entre los poetas también abundan los de simpatía republicana y curiosamente son los mejores, recogiendo así la mejor tradición española. El fallecido Angel González, que participó en varios actos de carácter republicano al igual que Antonio Gamoneda, escribió con ironía antes de morir que “sin salir de la infancia, en muy pocos años, me convertí, de súbdito de un rey, en ciudadano de una república y, finalmente, en objeto de una tiranía. Regreso, casi viejo, a los orígenes, súbdito de nuevo de la misma Corona”. No son opciones singulares. Leopoldo María Panero, considerado por los jóvenes el mejor poeta vivo pese a su autointernamiento en el Psiquiátrico de Las Palmas, también escribe: “Los españoles están locos. Todo el mundo está loco, más o menos. La paranoia es de verdad. ¿Por qué no me lincharon en Francia? Nosotros queríamos ir a juicio con los periódicos, la radio y la televisión, contra el rey. Para proclamar la república y abolir las bases populares yanquis por odio a la CIA. Con rey o sin reyes, hay leyes. Y el rey es un déspota ilustrado, se dedica a merendar bebés y a castrar niños”.

Su hermano Juan Luis Panero, autor de un célebre poema escrito en los años 70 y titulado significativamente “Antiguos himnos para enterrar un sueño”, homenajea con ello a los republicanos exiliados en Mexico, mientras que Caballero Bonald, republicano de convicción como Tomás Segovia, hace una evocación vital y reflexiva porque “aquello fue un intento magnífico de sanear muchos de los males endémicos del país”. De ellos publicaremos poemas y prosas de sintonía republicana, muchos de los cuales han sido reunidos por el célebre editor “Chus” Visor, que junto al escritor Bernardo Atxaga ha publicado el manifiesto “Con orgullo, con modestia y con gratitud”, firmado por más de setecientos intelectuales, escritores, artistas, profesores y políticos, en el que se solicita que el 14 de abril se celebre en lo sucesivo como un reconocimiento oficial a los ciudadanos españoles que lucharon por la libertad, la justicia y la igualdad. “Que nadie en las alturas institucionales se haya dignado tomarla en consideración dice mucho sobre la genealogía de esta “Monarquía parlamentaria” y el tipo de cultura democrática que ha fomentado”, ha escrito José Luis Gordillo.

Otros como Rafael Sánchez Ferlosio, merecido Premio Cervantes, nunca han ocultado que “sería una desagradable y poco beneficiosa situación para la institución monárquica y su unidad política —amén de nada placentera ni satisfactoria para Don Juan Carlos— la de que el Rey no conociese más grado de acatamiento ni más forma de adicción que los de los genuflexos e incondicionales meapilas de la realeza y de sus fastos”. Nuestros lectores gozarán de las distribas y argumentos de Ferlosio contra la Monarquía, como las de Andrés Sorel, Vicenc Navarro, García Viñó y tantos otros que prestigiarán esta sección de “Firma Invitada”, aunque por mejor decir muy bien pudiera llamarse “Memoria Recobrada”.

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