A raíz de la publicación en 1969 de “The Making of a Counter Culture”, Theodore Roszak acuñó el término “contracultura”. Esta era definida por el rechazo de los valores sociales y modos de vida establecidos y la proposición de ideas y conductas alternativas: pacifismo, amor libre, orientalismo espiritual, vida en comunas, comunión con la Naturaleza, frugalidad, experimentación con drogas psicodélicas. A la postre, esta cultura “a la contra” ha sido engullida y fagocitada por el consumismo y la alienación que esparce la maquinaria pesada de los medios de comunicación de masas.   En los setenta John Lennon recorre su propio camino, porque ya no cree en los Beatles, ni en Jesús ni Buda, ni en los reyes ni en los Kennedy, sólo cree en sí mismo y en su amada Yoko (que lejos ya del All You Need is Love vendería los derechos de God y la imagen del cantante a la industria automovilística). Pero aunque proclamaba que el sueño había terminado pasó a admitir en Imagine que pudieran llamarle soñador por incitar a la fraternidad en un mundo sin fronteras ni posesiones, y pedir que se le diera a la paz una oportunidad: Give Peace a Chance.   John Lennon Museum (foto: thin-up) Camus, en sus Carnets, confesaba estar buscando, de manera incesante, razones para alimentar su innata rebeldía. Es decir, ésta precedía a las causas que la justificaban. Lennon apenas tenía que esforzarse para dar cauce a su inconformismo e indignación contra lo que sucedía a su alrededor. Los combates morales e intelectuales, como la belleza física, pueden decaer por su inadecuación a las nuevas épocas. En cambio, los emprendidos por aquel hombre, más popular que Cristo, son imperecederos a causa de la belleza artística que atesoran.

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