La anomalía mental del lehendakari Ibarreche, sustituir la vivencia del mundo de las realidades por el de las ilusiones, como la que padecen transitoriamente los niños, no es fenómeno personal, sino colectivo. El trastorno en la percepción de la realidad no germina en aquellos campos (actividad económica, ejercicio profesional, investigación científica) donde permanecer sobre bases ilusas conduciría al inmediato e inevitable fracaso. En la política no sucede lo mismo. La fuerza del Estado y la unificación de las mentes gobernadas por la propaganda de la clase dirigente, pueden crear modos extravagantes y duraderos de vida pública que, siendo efectivos, no traducen la verdad imperante en la realidad percibida por el sentido común de la libertad y la experiencia histórica. Ese desequilibrio mental, típico de las dictaduras, afecta tanto a los nacionalistas periféricos, que desean diferenciarse o separarse de España, como a todos los que la consideran, absurdamente, producto subjetivo de la voluntad común de sus habitantes.   Tan errática es la consulta sobre el derecho a decidir de los vascos, como la argumentación de los que se oponen a ella (Gobierno, Consejo de Estado, PSOE, PP, medios de comunicación) alegando que, además de ser ilegal, atenta a la soberanía del pueblo español. Es locura de autologos creer que si el referéndum lo convocara el Estado, y lo aprobara la mayoría de los españoles, sería legítimo el derecho de secesión de los vascos, como dice “El País” (editorial 16 de julio), al sostener que esta cuestión no es propia de las autonomías, sino competencia del conjunto de los ciudadanos.   El derecho a decidir solo puede existir en asuntos decidibles por la voluntad de uno, de varios o de muchos. La identidad e integridad de España, como la filiación biológica, decididas irreversiblemente por el pasado, no son cuestiones decidibles por nadie en el futuro, pues están ontológicamente predeterminadas. Es más, la invocación de un derecho de los vascos a decidir sobre su futuro consiste en una decisión imposible sobre su pasado. Su pretendido derecho a la secesión no tiene otra base que la de su carencia de libertad política para oponerse en el pasado a ser parte integrante de España. La generación nacionalista actual invoca un derecho “ex novo” que no tuvieron las anteriores. El País Vasco no se diferencia en esto de ninguna otra región española. Y la democracia no tiene competencias para decidir en materias de fe ni de historia.   florilegio "Los pueblos carecen de potestad para renunciar a la nacionalidad dada por los Estados que los unieron, sin prescripción, en naciones independientes."

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