A continuación se edita en este diario la entrevista completa que María García realizó a Alberto Gálvez, director de Patología de la Transición, y que fue publicada en la revista de artes escénicas Teatros:

Cuando leemos que casi un 20% de los jóvenes creen positiva la dictadura franquista, Alberto Gálvez y su equipo abren el melón de la Transición. Y, además de ofrecerles un código descuento poniendo Revista Teatros, les dice a esos jóvenes que este régimen político que vivimos se llama oligarquía de partidos y que, como decía Trevijano no les suena su nombre, ¿verdad?, por eso es tan importante este montaje, «no hemos vivido ni un solo minuto de democracia». Les conmina también a indagar sobre esta palabra. A ellos y a nosotros, nos invita a pegarnos un viaje por nuestra historia más reciente, pero debemos hacerlo con la mente abierta, porque vamos a cuestionarnos muchas cosas que creíamos inamovibles.

María García: ¿Por qué hemos aceptado la Transición como se acepta una religión? Ni un pero…

Alberto Gálvez: Efectivamente, tú lo has dicho: ha sido una aceptación religiosa. De hecho, la Transición no se puede poner en tela de juicio: «Se hizo lo que se pudo»; «había riesgo de una nueva guerra»; «fue un proceso ejemplar»; «el pueblo conquistó su libertad»… Si investigas un poco, con la mente abierta y el ánimo despejado, descubres que el pueblo no conquistó nada y que el guerracivilismo que propalaban muchos fue parte de la sempiterna estrategia del miedo. La élite heredera del finado pactó con la élite erigida en oposición. Fue un proceso de arriba a abajo. El milagro de la propaganda hizo que nos sintiéramos protagonistas de lo que realmente fue una «transacción» pactada desde arriba y orquestada desde fuera…

María García: Y de aquellos polvos, estos lodos. ¿Qué hay en la España de hoy de la España del franquismo y de la Transición? 

Alberto Gálvez: Realmente, aunque nos cueste creerlo (ahí está de nuevo la «fe religiosa» de la que hablábamos antes) nunca se rompió con el franquismo. El célebre «de la ley a la ley» de Torcuato Fernández-Miranda realmente solo supuso una reforma del marco legal franquista. Quién quiera entender que entienda…

María García: «El miedo de los franquistas a la revancha de los vencidos sólo fue superado por la ambición de los vencidos por ocupar el lugar de los vencedores, sin cambiar nada. Eso es la Transición». Esto es muy duro, ¿no? 

Alberto Gálvez: La verdad siempre es un pedernal. Y cuanto más se niegue más dura e hiriente se vuelve. Con esa frase Antonio García-Trevijano resumió magistralmente aquel momento tan controvertido de nuestra historia, un vulgar pacto entre la oposición y los heraldos del fiambre con el fin de repartirse el poder, los honores y el Estado. Una sentencia que conecta íntimamente con aquella otra de Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie»…

María García: ¿Quién fue Antonio García Trevijano y por qué apenas hemos oído hablar de él? 

Alberto Gálvez: Antonio García-Trevijano fue la figura más importante en los primeros años de la Transición. Coordinó a toda la oposición en la famosa Platajunta. Sufrió varios atentados por parte de la cúpula franquista. La CIA le tenía en su punto de mira. ¿Por qué no se le recuerda? Porque defendió la ruptura total con el régimen, vía que abandonaron socialistas, comunistas y compañía, que decidieron pactar con los herederos del Centinela de Occidente. Había que callarle.

María García: Hablamos de todo esto porque es la base de esta Patología de la Transición. ¿Cómo definiría este espectáculo y en qué llagas mete el dedo, de qué habla?

Alberto Gálvez: La libertad sin verdad es imposible. Y hoy llevamos 50 años alejados de la verdad. Patología es una «fragua de desenmascaramientos»: no conquistamos libertad alguna, no existe separación de poderes, no hay representación. Hicieron participar a nuestros padres y abuelos de un vodevil en el que seguimos inmersos. Patología de la Transición viene a hablar de lo que nadie quiere hablar y que, por eso mismo, es lo más urgente y necesario.

María García: Háblenos un poquito de los personajes que hilvanan esta historia.

Alberto Gálvez: Don Antonio García-Trevijano (Jorge Muñoz), luchador incansable por la ruptura y las libertades, es presentado como una suerte de Quijano. De hecho, el subtítulo de la obra es Del repúblico hidalgo don Antonio García-Trevijano. A su lado, Pancha (Luna Mayo), su cuidadora, una muchacha opositora a sanitaria que cae en las redes del viejo maestro y que se erige en un trasunto de Sancho, encarnando todas las manidas ideas de la Transición. Junto a ellos, cuatro sanitarios con nariz de payaso y deseos de incordiar (Fernando Figueroa, Sole Mallegas, José Montiel y Marta Nebot).

María García: ¿Y cómo es la puesta en escena?

Alberto Gálvez: La acción transcurre en una inquietante institución sanitaria: un gota a gota, una cama de hospital, cuatro enfermeros… Nadie sabe por qué Trevijano está confinado allí. ¿Quizás porque es el único loco que proclama que no vivimos en democracia? Las situaciones cómicas se irán sucediendo a un ritmo vertiginoso mientras descubrimos al protagonista y desciframos lo que sucedió realmente en aquellos fatídicos años.

María García: El teatro como reducto y el payaso como reflejo certero de nuestras miserias. Nada ni nadie mejor para escribirnos y hacernos pensar, ¿no?  

Alberto Gálvez: Pues sí, el teatro debería ser el reducto de la verdad y el desenmascaramiento. Me temo que hoy, salvo maravillosas excepciones, el teatro llamado «comprometido» solo es reducto de ideologías chatas, disidencias controladas y de subvenciones. En Patología de la Transición hemos apostado por los payasos porque son los únicos capaces de mostrarnos la sangrante realidad como una fiesta. He ahí su grandeza y su misterio.

María García: ¿La risa es el mejor antídoto? 

Alberto Gálvez: Sí. La risa nos enseña quién hay detrás de la máscara honorable, qué se oculta tras el decorado amable, cómo la supuesta verdad solo es interesada apariencia… Esa es la magia de lo cómico: desarmar prejuicios y acceder por la parte trasera de la conciencia…

María García: Después de la obra, ofrecen un debate sobre la misma, sobre la Transición y sobre la figura de García-Trevijano. ¡Qué importante, ¿no?!

Alberto Gálvez: La fórmula obra-debate funciona fantásticamente. La representación desactiva ideas preconcebidas y el debate, tras el cual se puede participar, aborda las dudas que van surgiendo en esa hora de humor y catarsis. Por supuesto que hay espectadores que no pueden admitir lo que están oyendo y se van comenzado el coloquio. Tuvimos incluso un actor que, tras la primera función, tuvo que abandonar el espectáculo: atentaba con las ideas y preceptos que había mamado. ¡Mira si levanta ampollas nuestra Patología! De nuevo esa dimensión religiosa de los regímenes políticos que anulan la libertad y el entendimiento y nos someten voluntariamente a la servidumbre moral y política.

María García: «Casi un 20% de los jóvenes españoles creen positiva la dictadura franquista», «El franquismo, ‘la nueva moda indie’», «Un 26% de los jóvenes varones prefiere ‘en algunas circunstancias’ el autoritarismo a la democracia»… ¿Qué espera del público? ¿Qué le gustaría provocar y qué le diría a la gente, sobre todo a los jóvenes, para que se acerquen al teatro a ver Patología de la Transición?

Alberto Gálvez: Primero, ofrecer un código descuento a los que hayan llegado hasta aquí. ¡Introducid el código «Revista Teatros» y listos! Segundo, decir a esos jóvenes que prefieren el autoritarismo a la democracia que este régimen político que vivimos se llama técnicamente «oligarquía de partidos». Que, como decía Trevijano, «no hemos vivido ni un solo minuto de democracia». Que indaguen en esta palabra. La democracia son unas reglas de juego: separación de poderes y representación.  O jugamos al ajedrez o no jugamos. ¿Hay separación de poderes o hacen lo que les sale del perineo? ¿La corrupción es una consecuencia de la democracia o producto de la falta de ella? ¿Quién nos representa realmente? ¿Le importa a alguien que los jóvenes no puedan acceder a una vivienda, que cada vez sea más costoso trabajar, que suframos pobreza energética, que las nuevas generaciones vayan a vivir mucho peor que sus padres? Por último, les diría que no miren con las anteojeras de la ideología, que siempre son impuestas desde arriba para desviarnos del auténtico problema.

María García: Van a estar el 7 de diciembre en el Teatro Victoria, pero ¿qué vuelo le espera a Patología de la Transición

Alberto Gálvez: Este proyecto, como entenderá, no ha sido obra de ninguna institución pública ni de ninguna empresa. Ni siquiera de un grupo de amigos que quiera colar su creación en algún lugar de la cartelera madrileña. Nace de un grupo de ciudadanos que, seguidores de las ideas de ruptura y democracia de don Antonio García-Trevijano, desea hablar de estas cosas. Porque «memoria democrática» es precisamente esto: hablar de lo que pasó realmente, aunque derribemos ídolos y dinamitemos relatos. Con esta tarjeta de visita le aseguro que no nos van a programar en ningún teatro público. Mas es la propia sociedad civil con sus iniciativas libres de poderes políticos e ideologías la única que puede romper el actual estado de cosas: esta calma chicha que solo nos habla de un pasado que no fue como nos han contado y cuyas consecuencias sufrimos en el presente. En fin, que la necesidad de verdad está ahí y no me cabe duda que existe una nueva generación de programadores valientes que empiezan a hacerse eco de esa necesidad acuciante. ¡Seguiremos informando!

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