«Das dabei zu befürchtende Endergebnis erinnert an das schon im 19. Jahrhundert erfundene Wort eines sterbenden Machthabers, der auf dem Sterbebett von seinem geistlichen Berater gefragt wird; „Verzeihen Sie Ihren Feinden?” und der mit bestem Gewissen antwortet: „Ich habe keine Feinde; ich habe sie alle getötet» (Carl Schmitt[i]).

Advertencia preliminar: el presente es un tema actual dado a la polarización (que es lo que pretende explicar). Mi escrito no se posiciona, no es normativo. En lo que sigue intento analizar, con mayor o menor resultado, cómo el monopolio de lo político en la forma histórica Estado presupone la soberanía, ergo la decisión en la amistad-enemistad. El carácter total del Estado de los siglos XX y XXI ahonda en la decisión, y su lógica autoidentificativa se proyecta en el enemigo, significándose individuo–sociedad–Estado como uno (unidad por identificación y como enemigo). Es, pues, enemigo existencial (total) por su amenaza, al que se enfrenta por todos los medios (guerra total).

Lo político y la enemistad.

La gradualidad en la diferenciación amigo–enemigo es la ontología de lo político[ii] que monopoliza el Estado[iii], institucionalización de la decisión y del derecho —tanto su definición (iuspositiva) como su «creación» (legislativa)—.

Como forma de lo político, artificial, neutral y soberana[iv], es unidad de decisión de la enemistad. Como antítesis de la guerra civil (Behemoth), la despolitización ad intra implica que la decisión de la enemistad se establece ad extra, respecto de otros Estados o formas de lo político ajenas al territorio en el que se impone[v].

La posición de la decisión no es procedimental ni enunciativa. No es ejercicio de retórica o estrategia política. No es figurada o discursiva. Es constitutiva del ser de lo político y de su unidad, es «existencial»[vi].

Enemigo total, guerra total.

La radicalidad de la decisión amistad-enemistad, que presume un momento o «intensidad extrema» de la gradualidad en su antítesis[vii], dispone el ser del enemigo por exclusión dialéctica. En tanto que ontológica —constitutiva— es enemigo vital (total) o existencial[viii]. El enemigo es contravenido. Empero, si la hostilidad se concreta en amenaza, en posibilidad de beligerancia, los conceptos amigo, enemigo y guerra «adquieren su acepción real», es «la realización extrema de la hostilidad»[ix]: enemigo total en guerra total.

La ocultación oportunista del enemigo no es más que un «indicio del carácter antipolítico y antirrealista del neutralismo moderado», insinuando —quizá por su ingenuidad, quizá por la representación de su función política[x]— que «su eclipse semántico disolverá su hostilidad». También suele alterarse «maliciosamente su estatuto» («acaso un adversario que se aviene al diálogo») o se niega su existencia[xi]. El pacifismo rampante (irrealismo político) es impotente ante la factualidad de la «experiencia política»[xii].

Estado total.

El carácter —como momento y no como forma[xiii]— vigesimónico y actual del Estado, en su «forma histórica» de «Estado minotauro»[xiv], es el de «Estado total» que identifica sociedad y Estado[xv]. Siendo un todo en la posición del soberano —por subsunción (legalidad) y por identificación—, la declaración de enemistad de otro Estado implica ipso facto la declaración de enemistad de esa sociedad autoidentificada.

La nacionalidad —con carácter expansivo en la actualidad en la mayoría de los Estados de occidente como «ciudadanía»— es el criterio de inclusión individual (de cada individuo que coexiste en el espacio territorial y de dominación del Estado en cuestión). Si es nacional es parte constitutiva e indisociable —en términos estatales— de la sociedad y, en consecuencia, de su Estado.

Por tanto, el par dialéctico individuo–Estado se diluye en el par autoidentificado sociedad (civil[xvi] y política[xvii])–Estado (total) y se radicaliza en la simplificación de enemistad. El enemigo del Estado decisor no diferencia los pares, constituye la enemistad total como enemistad tripartita: del individuo nacional en el Estado en cuestión, de la respectiva sociedad como agregación de los nacionales y del Estado enemigo.

Los conceptos intermedios: entre guerra total y «paz efectiva».

La situación política internacional se dirime (o debe dirimir), según los pacifistas, en términos jurídicos —en aplicación continua del Derecho Internacional Público, International Law, Droit International—. Incoa su desarrollo iuspositivo continuo. Presumen su coactividad, subsunción en la norma del hecho. Aplican (en su retórica) sus consecuencias o efectos jurídicos.

Sin embargo, la posibilidad de guerra total, aun proyectada, «sugiere la formación» de «conceptos y momentos intermedios» entre su facticidad y la «paz efectiva», entre la guerra y la paz[xviii]. Esta es la efectividad de la «distinción propiamente política» amigo-enemigo[xix].

Dos ejemplos actuales: Los Estados de Rusia e Israel.

En Occidente hay dos frentes abiertos: las «guerras» en Ucrania y Gaza (ahora en armisticio). En la primera, el enemigo de los Estados coaligados en la European Union o Union Européenne y en la NATO (OTAN) es Rusia —como Estado, como sociedad, como individuo[xx]—. En la segunda, la enemistad es latente, aun velada, implícita. Lo es en tanto aliado geopolítico del hegemón occidental. Empero, algunos de los políticos que conforman la élite —o las élites— europeas dicen posicionarse con el «enemigo», o con el «terrorismo», o con el «islamismo radical» —según sus adversarios o rivales en la lucha por el poder—.

La lógica totalizadora se extiende a su teología política. La visión religiosa es constitutiva de su orden político existencial. Identifican judaísmo y Estado de Israel, ergo judaísmo e Israel (individuo–grupo religioso–sociedad). Quien declara su enemistad se autoidentifica contra todo judío, en facciones dialécticas. La decisión se ha constituido en la enemistad. No lo es de la amistad, sino negación en la enemistad. No afirma su ser, niega al declarado enemigo (Rusia/Israel/Hamás).

La negación de la negación de la enemistad propia del irrealismo político pacifista les condena a no entender la ontología de la política, ergo a fracasar en su saber y su práctica. ¿No es paradójica su incapacidad?[xxi]

Conclusión.

La disociación entre el enemigo y el Estado–sociedad–individuo (declarado enemigo) constituye la simplificación de la cuestión. Si ese concreto Estado es enemigo del Estado decisor que es soberano en el territorio del que observa, la autoidentificación Estado-sociedad-individuo propia se proyecta al enemigo. Por tanto, todo individuo, todo grupo social, étnico o nacional y el respectivo Estado soberano será el enemigo. Sin diferenciación.

El modo de pensamiento ideológico[xxii], que «da prioridad al deseo», proyecta como idea mundi su pacifismo en la deseabilidad del «reino feliz de los tiempos finales»[xxiii] —«el orden social definitivo»—, tan «perfecto, pacífico y conformista» que erradicaría los conflictos «al desaparecer el deseo de poder»[xxiv]. El Estado es, en sí mismo, despolitizador en tanto que neutralizador y, en cierta medida, impregna de tal carácter toda su realidad: «[u]n macrocosmo unitario che tende a porsi come struttura globale munita d’una volontà onnicomprensiva»[xxv]. La volontà omnicomprensiva es total, en sus propios términos.

«Y es que, ¿quién podría decidir?»[xxvi].


[[i]] „Die legale Weltrevolution: Politischer Mehrwert als Prämie auf juristische Legalität und Superlegalität“, 6, p. 339, Der Staat, vol. 17, No. 3, 1978, pp. 321-339. La versión española («La revolución legal mundial: Plusvalía política como prima sobre legalidad jurídica y superlegalidad», 6, p. 24, Revista de estudios políticos (Nueva época), N.º 10, julio/agosto, pp. 5-24) difiere ligeramente:

Podemos temer un resultado final que recuerda un cuento del siglo XIX. Un soberano está moribundo en su lecho de muerte. Su padre espiritual le pregunta: «¿Perdona usted a sus enemigos?» Y el soberano contesta, con la mejor conciencia del mundo: «No tengo enemigos; los he matado a todos».

[[ii]] Carl Schmitt, «El concepto de la política», 1, p. 97, en sus Escritos políticos, Doncel, Madrid, 1975, pp. 95-166, ed. de Francisco Javier Conde. Es reimpresión de la edición en Cultura española, Madrid, 1941 (original en alemán: Der Begriff des Politischen, Hanseatische Verlgasanstalt, Hamburg, 1933). En adelante me referiré, entre paréntesis, a la versión y edición que cito.

[[iii]] Carl Schmitt, El concepto de lo político, versión de 1927, 1, p. 30, Res Publica: Revista de Historia de las Ideas Políticas, Madrid, separata, 2018, IV, pp. 30-66, ed. de Santiago M. Zarria y Günter Mashke (primera versión del original en alemán: «Der Begriff des Politischen», Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, 58 Band/1 Heft, 1927, pp. 1-33).

Véase lo curioso de las dos citas anteriores, más allá de lo notable del título en el contexto schmittiano: «lo político» (des Politischen) frente a «la política» (die Politik). En los estudios sobre la obra de Schmitt, el análisis de las ediciones sucesivas de Der Begriff des Politischen es una cuestión muy relevante por las modificaciones en el texto que el autor introdujo. La primera edición data de 1927, la segunda de 1932 (en su Mit einer Rede über das Zeitalter der Neutralisierungen und Entpolitisierungen, Duncker und Humblot, München-Leipzig, pp. 7-65) y una tercera de 1933 (ya citada, vid. supra ii). Transcurridos treinta y cinco años de la primera edición, Schmitt publico una nueva obra de «acotación»: Theorie des Partisen: Zwischenbemerkung zum Begriff des Politischen, Duncker & Humblot, Berlin, 1963 (ed. española de su hija Anima Schmitt de Otero: Teoría del partisano: Acotación al concepto de lo político, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1966; reed. en Trotta, Madrid, 2013). Ese mismo año volvió a editar la obra y fijó, de alguna forma –nótese la ambigüedad–, la edición que debería perecer (Text von 1932 mit einen Vorwort und drei Corollarien, Duncker und Humblot, Berlin).

Las ediciones en español de Der Begriff des Politischen son, quizá, lo más problemático de toda la obra (vastísima) de Schmitt en español, país que tan próximo le resultaba –recuérdese que su hija Anima (Louise) Schmitt (1931-1983) se casó y vivió en Santiago de Compostela con un profesor español de historia del derecho, Alfonso Otero Varela (1925-2001), o su conocida cita «No olvide nunca que los enemigos de España han sido siempre también mis propios enemigos» (carta a Francisco Javier Conde fechada el 15 de abril de 1950, cito la traducción de Jerónimo Molina Cano, «Carl Schmitt – Javier Conde: Correspondencia (1949-1973)», p. 338, Razón española: Revista bimestral de pensamiento, N.º 131, mayo-junio, 2005, pp. 318-348)–. Una primera y cercana traducción de la versión de 1933 por uno de sus discípulos españoles y «amigo», Francisco Javier Conde, apareció en el compendio Carl Scmitt, Estudios políticos, Opus cit. De la versión de 1932 resultó la edición española más conocida en la actualidad: la de Rafael Agapito como El Concepto de lo Político: Texto de 1932 con un prólogo y tres colorarios, Alianza, Madrid, 1991; aunque hay otra de Dénes Martos de la edición de 1963 (Duncker und Humblot, Berlin) con idéntico título. De la versión de 1927 solo me consta la edición citada en el primer párrafo de la presente referencia, que se completa con un análisis introductorio y comparativo de las ediciones bastante completos, vid. Ibid., II, pp. 19-25.

[[iv]] El Estado como forma artificial, «máquina» o «mecanismo» se refiere a su diseño, a su configuración e implementación deliberada «como instancia neutral», «capaz de arbitrar las diputas» y «acabar con la guerra civil». En sus sucesivas formas, la despolitización y neutralización comprendió (1) la religión (en las guerras civiles de religión en Europa, SS. XV-XVI), (2) la metafísica política (S. XVII), (3) la moral (S. XVIII), (4) la economía (S. XIX), (5) la técnica (S. XX) y (6) la cultura (S. XX) (Dalmacio Negro Pavón, «La neutralización de la cultura», Altar Mayor, N.º 190, 2020, pp. 191-192).

Han existido, y existirán, innumerables formas de lo político. Pierre Manent, en Cours familiar de philosophie politique, Fayard, Paris, 2001, propuso una distinción entre formas naturales (ciudad, nación e Imperio) y artificial (Estado). Esta división no implica que las primeras fueran resultado de la naturaleza o inmanentes a la coexistencia humana, sino de la visión organicista de esa cosmovisión política y de su imaginario autocromprensivo –en parte constitutiva de la interpretación del mundo, en parte «transfigurativa de poder» (Cfr. Manuel García-Pelayo Alonso, «La transfiguración del poder», I, p. 231, Revista de Ciencias Sociales, Universidad de Puerto Rico, vol. I, Núm. 2, junio, 1957, pp. 231-255; después incluida como «La transfiguración de poder», en su compendio Los mitos políticos, Alianza editorial, Madrid, 1981, pp. 38-63, referencia en su apartado 1, p. 38)–. Para una formulación conceptual completa de las formas de lo político, vid. Dalmacio Negro Pavón, Sobre el Estado en España, 5, pp. 46-47, Madrid, Marcial Pons, 2007, y, sobre todo, Ibid., Historia de las formas del Estado: Una introducción, El buey mudo, Madrid, 2010, Primera parte, Cap. III.

[[v]] El Estado es, «en la historia europea de los últimos siglos», «la forma clásica [hegemónica, imperante] de la unidad política, trata de concentrar en su mano todas las decisiones políticas, para instaurar la paz interior.» La soberanía, concentración de la decisión, «relativiza» y «resume en sí» todo antagonismo interno (en el territorio dominado por ese Estado). El antagonismo particular de la antítesis amigo-enemigo es, también, el «principio constitutivo del concepto de la política» interna, pero relativizado, suprimido el «extremo antagonismo dentro de la unidad» (en su «grado» y «proximidad», no en su «antítesis»). Carl Schmitt, «El concepto de la política» (versión de 1933, ed. de F. J. Conde), Opus cit., 2, pp. 102-103.

[[vi]] Ibid., 2, p. 99. El concepto enemigo presupone «hostilidad» y «la posibilidad, existente en la realidad, de una contienda armada, o sea, de una guerra [entre facciones o formas políticas]». No obstante, Schmitt explicita una cautela que, como es previsible, los no lectores y citadores del concepto de lo político no consideran: «No es que la existencia política sea siempre una lucha sangrienta y toda acción política una acción militar de combate, ni tampoco que cada pueblo esté colocado ininterrumpidamente frente a los demás en la alternativa de enemigo o amigo o que, a veces, no sea políticamente más acertado evitar la guerra. […] Tampoco se propone ensalzar la guerra o la revolución como el “ideal social”». Ibid., 3, pp. 107-108.

[[vii]] Carl Schmitt, «El concepto de la política» (versión de 1933, ed. de F. J. Conde), Opus cit., 1, p. 98. Cursiva en el original. Esta dinámica de enemistad y, en general, la sociologie du conflit fue analizada en detalle por uno de sus discípulos más notables: Julien Freund. Vid. p. ej. su artículo «Philosophie et sociologie politiques», Archives Européennes de Sociologie, vol. 8, N.º 1, 1967, pp. 129-151; y su Sociologie du conflit, Presses Universitaires de France, Paris, 1983 (hay ed. española: Sociología del conflicto, Ediciones ejército, Ministerio de Defensa, España, 1995, trad. de Juan Guerrero Roiz de la Parra).

 [[viii]] Carl Schmitt, «El concepto de la política» (versión de 1933, ed. de F. J. Conde), Opus cit., 1-2, pp. 98-100.

[[ix]] Ibid., 3, p. 107.

[[x]] Con «representación de su función política» no me refiero de forma alegórica a su posición política, sino al espectáculo de la política, vid. Guy Debord, La sociedad del espectáculo, I, tesis, 1-4, 6, 8-10, Pre-textos, Valencia, 1999, ed. de José Luis Pardo (primera edición original en francés: La Société du spectacle, Buchet-Chastel, Paris, 1967). Me refiero al concepto espectáculo desarrollado en la obra [«[t]odo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación» (tesis 1), «[e]l espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre las personas mediatizadas por las imágenes» (tesis 4)], y no la construcción ontológica –de tradición marxista– de «las sociedades en las que imperan las condiciones de producción modernas», la teoría crítica y el mouvement situationniste.

 [[xi]] Jerónimo Molina Cano «Lo político, morada del enemigo», 1, pp. 61-62, Razón española, N.º 141, enero-febrero, 2007, pp. 55-81.

 [[xii]] Ibid., 1, pp. 55-57.

 [[xiii]] Vid. Georg Daskalakis (discípulo griego de Carl Schmitt), «El Estado total como momento del Estado», Empresas políticas, N.º 4, 2004, pp. 107-111, trad. de Jerónimo Molina Cano (original en alemán: „Der totale Staat als Moment des Staates“, Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie, vol. 31, No. 2, 1937/38, pp. 194-201); y el análisis clarificador y conceptual de Carmelo Jiménez Segado y Jerónimo Molina Cano en su artículo «Carl Schmitt ante el Estado total: Un apunte sobre la polémica del Estado totalitario», 1, pp. 289-294, Revista de ciencias sociales, volumen monográfico extraordinario Carl Schmitt: Análisis crítico, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Chile, 2012, pp. 289-301.

 [[xiv]] Dalmacio Negro Pavón, Historia de las formas del Estado…, Opus cit., Cuarta parte, C. XXXIII. El término es originario de la obra de Bertrand de Jouvenel, Du Pouvoir: Histoire naturelle de sa croissance, Ginebra, Les Éditions du cheval ailé, 1945, «Présentation du Minotaure» (hay ed. española con prólogo de Dalmacio Negro: Sobre el poder: Historia natural de su crecimiento, Unión editorial, Madrid, 1998, trad. de Juan Marcos de la Fuente). Es en este prólogo a la traducción española de la obra de Jouvenel en el que Dalmacio Negro esboza el concepto «Estado Minotauro».

 [[xv]] Carl Schmitt, «Hacia el Estado total», p. 141, Revista de Occidente, N.º 95, 1931, pp. 140-156 (original en alemán: „Die Wendung zur totalen Staat“, Europäischen Revue, vol. 7, no. 9, 1931, Dez., pp. 146 y ss.; incluido en Positionen und Begriffe im Kampf mit Weimar Genf – Versailles, 1923-1939, Hanseatische Verlagsanstalt Aktiengesellschaft, Hamburg, 1940, pp. 146-157).

[[xvi]] Según Dalmacio Negro Pavón, hasta la obra de Thomas Hobbes, el conjunto político se entendía como «Pueblo», término organicista y ordenador. Hobbes «lo sustituyó» por el de «Sociedad como conjunto de individuos dispersos», «un modelo científico a fin de cuentas» (artificialista y organizador). Después, John Locke empleó el término societas civilis como traducción «inexacta» del koinonia politiké (comunidad política) aristotélico. Por tanto, pueblo y sociedad, comunitas y societas, no son términos equiparables, sino por el contrario propios de dos visiones contrapuestas de la existencia humana: la organicista y la mecanicista o artificialista. Id. «Pueblo, sociedad y partidos», 29-30, pp. 779-780, Verbo, núm. 549-550, 2016, pp. 749-787.

[[xvii]] La confusión en Europa –extendida en su decadencia del y al continente americano–, su pacifismo rampante, la forma oligárquica de gobierno que requiere continua legitimación, los Estados totales y el «modo de pensamiento ideológico» han influido de forma decisiva en una situación de apoliticidad (por «despolitización») y neutralidad (por «neutralización»), Dalmacio Negro Pavón, «La neutralización de la cultura», Opus cit., p. 192. Mayor consideración requiere la «desintegración del êthos y el Estado», que también confluye como causa de la crisis, o quizá resultado. Vid. Ibid., La situación de las sociedades europeas: La desintegración del êthos y el Estado, Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales «Francisco de Vitoria» (IIESFV)-Unión Editorial, Madrid, 2008; reed. Unión Editorial, Madrid, 2023.

Nótese que los términos descriptivos de la «situación» son inequívocamente schmittianos, vid. p. ej. Carl Schmitt, «La época de las neutralizaciones y de las despolitizaciones», 1929 (); Ibid., «Resumen de los diversos significados y funciones del concepto de la neutralidad política interna del Estado», 1931 ().

[[xviii]] Carl Schmitt, «El concepto de piratería», p. 138, Theoría: Revista del Colegio de Filosofía, núm. 40, junio-diciembre, 2021, pp. 130-138, presentación y trad. de Yuri Notturni (original en alemán: „Der Begriff der Piraterie“, Völkerbund und Völkerrecht, 4. Jahrgang, 1937, pp. 351-354; incluido en Positionen und Begriffe im Kampf mit Weimar – Genf – Versailles, 1923-1939, Hanseatische Verlagsanstalt Aktiengesellschaft, Hamburg, 1940, pp. 240-243).

[[xix]] Carl Schmitt, «El concepto de la política» (versión de 1933, ed. de F. J. Conde), Opus cit., 1, p. 97.

[[xx]] La mayor constatación es la exclusión de deportistas y entidades deportivas rusos de competiciones internacionales como medida «de presión» o represalia.

[[xxi]] «Nada importa tampoco para la determinación conceptual de la política que se desee o no como estado ideal ese mundo sin política.» Carl Schmitt, «El concepto de la política» (versión de 1933, ed. de F. J. Conde), Opus cit., 3, p. 110.

[[xxii]] Sobre los «modos de pensamiento político» vid. Dalmacio Negro Pavón, «Modos de pensamiento político», sesión del 16 de enero de 1996, Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, N.º 73, 1996, págs. 525-568.

[[xxiii]] Manuel García-Pelayo Alonso, «El reino feliz de los tiempos finales», 1. 3, p. 67, en su compendio Los mitos políticos, Alianza editorial, Madrid, 1981, pp. 64-110. Es un mito político o «forma mítica» en que, «al final del tiempo [que en el modo de pensamiento ideológico será la consecución o establecimiento mundial o universal de la ideología] vendrá un reino feliz [un estadio sociopolítico] en el que la humanidad se verá libre de los problemas que le agobian, un reino en el que regirá la justicia y, por ella, la paz».

[[xxiv]] Por todo el párrafo, Dalmacio Negro Pavón, «Prólogo», pp. 9-10, a Pedro M. González, La justicia en el Estado de partidos: Dependencia político-judicial española. Desde la Transición hasta Ruiz Gallardón, Editorial MCRC, Madrid, 2019, pp. 9-24.

[[xxv]] Paolo Grossi, «Un diritto senza Stato: La nozione di autonomia come fondamento della costituzione giuridica medievale», II, p. 270, Quaderni Fiorentini per la storia del pensiero giuridico moderno, Núm. 25, 1996, pp. 267-284 (trad. española de Ana Matilde Kissler Fernández en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, N.º 9, 1997, pp. 167-178).

[[xxvi]] Dalmacio Negro Pavón, Gobierno y Estado, XIII, 1, p. 87, Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2002.

2 COMENTARIOS

  1. Qué nivelazo, Adrián. Enhorabuena. Es uno de los análisis mejor argumentados que he visto sobre la cuestión. Antes de tu cita número 6, sugeriría la palabra “analítica” en lugar de existencial.

    Es de agradecer que trates de aplicar conceptos políticos y jurídicos al análisis de este tipo de sucesos, en lugar del análsis ético, estético o meramene espontáneo que se suele ver en las redes sociales o en los medios de comunicación. Tu actitud muestra un compromiso científico con el derecho que seguro que te llevará muy lejos 🙂

    Te felicito por tu excelente artículo.

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