El pasado 8 de junio de 2018 acudí a la inauguración del curso de verano de la Universidad Pública de Navarra titulado “La crisis de la política en España”. Mi objetivo era repartir junto con otro compañero algunos trípticos del MCRC al mayor número posible de asistentes a este curso antes del comienzo de la conferencia. No esperaba gran cosa de la conferencia, pero por curiosidad me quedé a escucharla.

En efecto, los cuatro ponentes y el moderador no me sorprendieron y el contenido fue pobrísimo y lleno de tópicos insufribles a los que estamos habituados en esta partidocracia: el fin del bipartidismo, la necesidad de diálogo, feminismo, etc., todo adornado con todo tipo de elucubraciones, datos irrelevantes y palabrería en general. Pero la razón por la que escribo este artículo no es para informar sobre lo que allí se dijo, ni siquiera son relevantes los nombres de las personas que actuaron como ponentes.

Lo que me gustaría explicar es la experiencia que yo tuve personalmente ante dicha situación. Conforme transcurrían las intervenciones de los ponentes, todas en sintonía con una línea de discurso socialdemócrata, se formaba en mi imaginación la visión de los actores de la conferencia como réplicas de Smith, personaje de la trilogía Matrix que se replicaba hasta el infinito para combatir la voluntad de Neo, protagonista de la película interpretado por Keanu Reeves. Todos ellos participando de una simulación de debate, con argumentos falsos, para explicar un simulacro de crisis política. Yo tenía claro que esa visión era fruto de mi imaginación, pero sin embargo la simulación era real para los ponentes.

Durante el tiempo que duró el discurso de tan sesudos conferenciantes decidí que quería hablar en el turno de preguntas para poner de manifiesto que todo aquel ficticio debate en realidad trataba de una crisis inexistente. Yo entiendo que una crisis ocurre cuando se transita un cambio en la naturaleza del sujeto en crisis. El Estado de Partidos existente en España en cambio se comporta tal como se diseñó desde el principio. La corrupción política existente no es nada nuevo. El cambio de gobierno reciente se entiende también perfectamente con las reglas que los partidos se dieron en el 78. No hay nada nuevo. Sólo se trata de una nueva iteración de la simulación de una crisis. En definitiva, ruido para confundir.

Sentado en la sala de conferencias podía sentir que física y moralmente me estaba afectando aquella situación absurda. El realismo de tal simulación me asustaba. Me sentía en cierto modo como un soldado en una trinchera durante la Primera Guerra Mundial, que estaba esperando el sonido de un silbato para saltar fuera de la trinchera y atacar, sabiendo que sólo un milagro podría salvarme de ser abatido en pocos segundos de estar al descubierto. Se trataba de una batalla intelectual en este caso, pero mi ser me exigía el deber de poner de manifiesto la verdad y desechar la simulación en pie y dando la cara.

Efectivamente así fue, pedí la voz el primero y rápidamente fui abatido. Tan pronto como el moderador entendió mi declaración de que el debate era una simulación y el tema inexistente el moderador actuó con la rapidez de quien detecta un virus en su pantalla de ordenador, me catalogó como una anomalía, me quitó el turno de palabra, y básicamente me eliminó tan pronto como pudo. No solo eso, el resto de los ponentes y del público tampoco quisieron entrar al trapo de opinar en primer lugar sobre si el tema de la conferencia era real o no.

Esta experiencia me ha hecho reflexionar estos días sobre el porqué de mi sensación física, que yo considero era del mismo tipo que la náusea causada por la desesperación y el miedo de verse perdido en pocos segundos fuera de la trinchera. Creo no ser el único que haya experimentado una sensación semejante. Pero… ¿qué es lo que da tanto miedo?
He llegado a la conclusión de que lo que asusta es el realismo de estas simulaciones y el estado tan avanzado de corrupción intelectual en el que estamos. En otras palabras, la intensidad con la que los participantes creen en ellas y el asedio permanente a la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso.

El concepto de simulaciones está presente en la filosofía de Jean Baudrillard y tiene mucho que ver con el “como si…” que tantas veces Antonio García-Trevijano ha explicado como mecanismo para sostener las mentiras de la Partitocracia. Da vértigo ver la extensión de la cadena de mentiras. Los participantes de esta conferencia ya están, como gran parte de la población, en un estado de consciencia postmodernista. Les interesa más bien nada debatir de verdad si hay o no una crisis política, o si España dispone de una democracia formal o no. ¿Para qué? Ellos tienen asimilado que tienen algo mucho mejor, lo que intuyo Baudrillard llamaría una hiper-democracia. Las responsabilidades morales que conlleva sostener una Democracia formal son demasiado complejas para las mentalidades postmodernas. Para qué molestarse si basta con creer que la simulación es real. Mejor que eso, que es hiper-real, o sea mejor que real. En un simulacro de democracia (se le puede poner muchos pseudónimos como democracia material, democracia avanzada, etc. pero, en definitiva, hiper-democracia) la vida es más fácil. No hay que elegir representante realmente, la administración crea el “diálogo”, dice sobre lo que hay que pensar o no a través de múltiples canales subvencionados, e incluso ni siquiera las ideologías necesitan ser reales, sólo con las siglas vale. Basta con creer que la simulación es lo real, o incluso mejor que real.

Antonio García-Trevijano describe los procesos de individuación e individualización en su libro El factor republicano. Creo que hay que pensar sobre si el proceso de individualización en la época post modernista sigue activo o está siendo constantemente objeto de ataque. La poca capacidad de discernir entre lo verdadero y lo falso en los tiempos actuales de sobrecarga de información, y la incapacidad de manejarse en un entorno cada vez más complejo, presentan un desafío para el sostenimiento del Yo cada vez más evidente. Los valores morales solían ser producto del sedimento cultural obtenido con la familia y entorno social. Ahora todo es mutable demasiado rápido. Se cambia de pareja, de ideología, de trabajo, de sexo, o de marca del móvil, y casi ni se sabe claramente qué cambio es más importante.

Don Antonio solía narrar una ocasión en la que el militante del PSOE Fernando de los Ríos preguntó a Lenin para cuándo la libertad de los ciudadanos, y Lenin respondió: ¿Libertad para qué? Don Antonio reiteraba que la Libertad Colectiva es el fundamento de las libertades. Sólo somos libres cuando los demás lo son. Pero de nuevo, ¿libertad política para qué? Creo que la libertad política es la herramienta primordial para sostener el Yo, defenderlo de los que lo asedian. La herramienta para que uno salga vivo de la trinchera. La herramienta para que Neo no se convierta en Smith.

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