Estimado lector:
‘Cartas persas’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta a un sheij iraní que observa Occidente con ironía coránica y rigor constitucional. Sus cartas, herederas del espíritu crítico de ambos pensadores, desvelan las falsas democracias donde el poder se disfraza de ley.
Desde Estambul (enviada tras el ataque a Isfahán): Cuando los titiriteros declaran guerras… y otros mueren por el guion
Querido hermano Riza:
Mientras escribo estas líneas, el lamento del muecín se funde con el estruendo de camiones que transportan gasolina a precios de oro. «¡Todo sube!», gritó ayer un hombre al estrellar su taza contra el mármol de este café estambulí. Sí, todo sube: el pan, el falso como su melena dorada. Pero en Isfahán, la muerte sí fue real: una abuela iraní yació entre los cristales rotos de su ventana, víctima de un misil que confundió su humilde taller de alfombras con «blanco estratégico». Su único crimen fue vivir.
Occidente gritó victoria cuando sus bombas cayeron sobre nuestra tierra. Pero tras el humo, solo hallarás espejismos: ningún reactor destruido, ninguna capacidad aniquilada. Solo ruinas para cámaras ávidas de espectáculo. Los únicos muertos reales respiran aún en el olvido: el niño palestino aplastado bajo su escuela en Jabalia, el aldeano libanés segando trigo cuando el dron sonrió desde el cielo, la madre en Teherán que reza por un hijo devorado por la frontera. Todos ellos, daños colaterales en un juego de tronos donde los pueblos pierden… y los tiranos cobran. Trump alimenta fantasías de fuerza en su base enfurecida. Netanyahu compra tiempo mientras los fiscales retroceden ante la «emergencia nacional». Irán fortalece su resistencia, sí, pero ¿quién devuelve el aliento a los pulmones de Gaza asfixiados por el fósforo? El mundo llora por el gasóleo que escasea… sin ver que lo que se agota es la compasión humana.
Te pregunto, hermano: ¿por qué demonizan a Irán mientras besan las manos de jeques que decapitan periodistas en consulados? Nuestro pecado es negarnos a ser súbditos. Irán no invadió Irak —los tanques que arrasaron Faluya llevaban estrellas, no medias lunas—. Irán no bombardea mercados en Kiev —mira quién envió los misiles que destriparon la plaza de Odessa—. Irán no siembra 700 bases militares por el mundo. Cuando cerramos el Estrecho de Ormuz, no es agresión: es el grito ahogado de quien ve a sus hermanos palestinos morir de hambre por sanciones crueles… y nadie escucha.
La verdadera bomba no yace en nuestros desiertos, sino en las criptas de Zurich donde guardan los archivos de Epstein. En las sonrisas de políticos que firman cheques para bombas… mientras sus bancos custodian vídeos de niñas esclavas. Temen más esas grabaciones que a todos nuestros misiles. Por eso inventan enemigos. Por eso sacrifican niños en campos de refugiados, jóvenes soldados israelíes engañados con promesas de gloria, y ancianos iraníes que mueren sin insulina por bloqueos «humanitarios». Tres tragedias, un verdugo: la máquina de guerra que fabrica odio para ocultar su podredumbre.
Recuerdo aquel cuento de Rumi que nos narrabas en los jardines de Konya: «El lobo que más grita ‘¡Lobo!’ es el que tiene la sangre más fresca en el hocico». Hoy, los lobos visten trajes de seda. Netanyahu clama «¡Defensa!» mientras entierra documentos de corrupción bajo los escombros de Gaza. Trump anuncia «¡Victoria!» cuando sus misiles solo rompieron ventanas de un taller de alfombras donde una anciana tejía sueños para sus nietos… pero calla los nombres de las niñas del Lolita Express.
El mundo observa hipnotizado el precio del gas que sube… sin ver que lo que realmente encarece es el precio de la sangre inocente. La próxima vez que un hombre rompa su taza de rabia en Viena, dile esto: la guerra más sucia no estalla en los campos de batalla, sino en el silencio cómplice ante los mártires.
Mientras doblo esta carta, veo un barco de papel navegar hacia un petrolero saudí. Lo lanzó el niño palestino del muelle. En sus frágiles pliegues lleva escrito: «¿Por qué?». El barco se hunde entre olas de crudo… y el petrolero avanza hacia Occidente, cargado de lágrimas convertidas en combustible para su teatro de muerte.
Tu hermano que atrapa gritos en tinta,
Sheij Omar ibn Farid.
Carta XII: El juego de ajedrez donde las piezas son naciones
Desde El Cairo (respuesta a Omar, 3 días después). Crónica de un engaño tejido por think tanks y ejecutado con sonrisas de diplomacia
Querido hermano Omar:
Tu carta llegó con olor a pólvora y lágrimas. Mientras los buques de guerra surcaban el Estrecho como perros de presa, yo hallaba en un bazarcito cairota el mismo manuscrito maldito que tú describes: Which Path to Persia?, escrito por sabios de Brookings en el año 2009 de su era cristiana. Sus páginas olían a azufre y ambición. Permíteme develar cómo estos modernos magi convierten profecías en misiles… y por qué su «fin de la guerra» es otra farsa.
Recordarás aquel breve respiro cuando el bufón dorado ascendió al trono occidental. Algunos necios —incluso entre los nuestros— susurraban: «Reducirá el imperio para salvar la república». ¡Qué candoroso error! El asesinato de Soleimani no fue un arrebato: fue la primera piedra de este tablero sangriento. Cuando Irán y EE.UU. danzaban en frágiles negociaciones, el zorro de Tel Aviv lanzó su ataque… y aquel payano coronado gritó ¡Victoria! antes de que los misiles tocaran tierra. Proclamó haber aniquilado nuestro programa nuclear, mientras las cámaras mostraban solo escombros humeantes de un taller de alfombras en Isfahán. Los que creyeron en él ahora repiten como loros: «Era necesario»… negando que les vendieron humo por oro.
Ese manuscrito de Brookings es el Corán secreto de su estrategia. Te lo descifro: usan la diplomacia como tapadera —¡mira cómo sonríen en Viena mientras afilan dagas!—, aplican el «déjaselo a Bibi» (Netanyahu) para que Israel ataque primero con armas estadounidenses —¿no es idéntico al informe RAND que desangró Donbás?—, y fabrican provocaciones para justificar la guerra total. ¡Ay, si el general Soleimani resucitara para gritarles: «Yo fui esa provocación!».
No te dejes engañar por los cantos de sirena sionistas. Israel es solo un puñal en la mano de Washington. Sin sus donaciones anuales de 4000 millones de monedas de oro, sin sus Iron Dome fabricados en Texas, sin sus satélites que vigilan nuestros desiertos… ¿cómo osarían atacar? Usan a Netanyahu como usan a Zelensky: carne de cañón para desgastar al gigante antes de que el verdadero verdugo baje al ruedo. Gaza es su Donbás particular.
¿Por qué anuncian ahora el «fin» de la guerra, hermano? Porque ven cómo se derrumba su hegemonía. China teje la Ruta de la Seda, los BRICS crecen como un ejército de sombras, y Rusia sobrevive a sus embargos. Irán es la llave que cierra la integración euroasiática… y por eso debe ser destruida. Su narrativa es tan frágil como un velo de seda: «Israel tiene derecho a defenderse» de un ataque que ellos mismos iniciaron. ¡Hipocresía que hasta un niño de Qom desenmascara!
Nuestros líderes miran al abismo con ojos de estrategas. Si no respondemos, seremos como Rusia en 2014: invitación a la humillación perpetua. Si atacamos a EE.UU., el bufón unirá a su pueblo con la sangre de nuestros misiles. La senda sabia sería golpear a Israel hasta agotar sus defensas, como Rusia desangra a Ucrania. Que los Iron Dome se desplomen bajo enjambres de drones, mientras EE.UU. mira impotente desde lejos… sus arsenales divididos entre Tel Aviv, Kiev y Taiwán. Pero ¡cuidado! Pakistán duerme con un ojo abierto, Turquía grita traiciones vacías, y Rusia/China nos envían armas… pero no soldados. Estamos solos frente al lobo.
Aquí yace su mayor vileza, Riza: ¡Ansían que les ataquemos! Esos 40000 soldados estadounidenses en el desierto no son defensa… son carnada. Si un misil nuestro hunde un barco y mata cientos, el payano alzará la bandera manchada de sangre y gritará: «¡Guerra santa!». Buscan su Pearl Harbor particular… un sacrificio humano para movilizar a las masas adormecidas.
Mientras plegaba aquel infame manuscrito, recordé las palabras de Ibn Khaldun: «Los imperios mueren cuando confunden astucia con sabiduría». EE.UU. juega ajedrez con reglas escritas en 1945… ignorando que el tablero ahora tiene continentes que no controla.
Hoy, al pasar frente a la mezquita de Al-Azhar, vi a niños jugar con barquitos de papel al Nilo. Uno llevaba escrito «BRICS», otro «Nueva Ruta de la Seda». La corriente los unió contra el barco de «OTAN», arrastrándolo hacia la catarata. Un anciano copto murmuró: «Los ríos ganan a los acorazados… pero primero deben crecer».
Tu hermano que vigila desde el puente,
Riza al-Hassan.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen al personaje ficticio, no a sus autores reales ni al equipo editorial. La ironía es un puente, no un muro.
Nota editorial sobre las ‘Cartas persas’:
«Ningún espejo refleja la verdad entera, pero todo reflejo invita a cuestionarla». Las cartas del sheij Ibrahim al-Hamadani —y su «estimado hermano en Isfahán»— son un homenaje literario a Cartas persas de Montesquieu, obra maestra donde un viajero oriental critica con ironía las costumbres francesas. Este sheij es un personaje ficticio, creación satírica que encarna la mirada de un sabio islámico clásico para analizar Occidente: su pluma no defiende regímenes, dogmas ni banderas, sino que usa la tradición cultural persa como lente para interrogar el poder, la hybris y los espejismos de la modernidad. Sheij Yazid al-Rashid, mencionado en los textos, tampoco existió: es un compuesto de figuras como el sufí Al-Bistami (maestro de la lucha contra el ego) y filósofos que convirtieron la crítica en arte. Su propósito no es enseñar el islam, sino recordar —como hicieron Hafez, Rumi o Al-Farabi— que toda verdad se fragmenta en perspectivas.
«El sabio no teme a los espejos rotos, sino a quienes creen poseerlos intactos» (inspirado en Hafez).
La acción criminal de Irán en múltiples frentes (Siria, Líbano, Gaza, Huties, Somalia,…) en ataque continuo a Israel es un hecho. Los criminales ataques terroristas del 7 de octubre de Hamás contó con el apoyo en el diseño y material por parte de Irán y tuvieron como objetivo torpedear un acuerdo entre Israel y Arabia Saudí, como extensión de los Acuerdos de Abraham. El degüello y decapitación de bebes, la violación y asesinato de mujeres, el secuestro cruel, y el resto de la barbarie del 7 de octubre consiguió su objetivo, y la sangre del gazatíes inocentes ha reforzado la propaganda antisemita. Todo gracias a Irán. Imaginemos por un momento que los criminales Ayatollahs tuvieran la bomba atómica. Lo demás son cuentos chinos, o persas, mejor dicho. Todo envuelto en el pérfido celofán de la demagogia.
Estoy de acuerdo contigo,,Diego.