Estimado lector:
‘Cartas persas’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta a un sheij iraní que observa Occidente con ironía coránica y rigor constitucional. Sus cartas, herederas del espíritu crítico de ambos pensadores, desvelan las falsas democracias donde el poder se disfraza de ley.
Sobre bibliotecas quemadas, presidentes asesinados y el aire envenenado que todos respiramos.
Querido Usbek, bajo el olivo que plantó Saadi en Shiraz:
Hoy, mientras cenizas de Natanz nublaban la luna, desenrollé un pergamino olvidado: el discurso de John F. Kennedy en la Universidad Americana (10 de junio de 1963). «¿Qué clase de paz busco? No una Pax Americana…». ¡Qué lejos está Occidente de estas palabras! Netanyahu —ese Herodes con cronómetro helvético— quema bibliotecas vivas mientras los neoconservadores brindan con champán. Kennedy comprendió lo que estos farangis desprecian: la quietud de los cañones no basta; se requiere el coraje de domeñar la arrogancia humana.
En este espejo roto de Kennedy y los asesores del abismo, recuerdo sus palabras grabadas con sangre tras Cuba: «Eviten confrontaciones que obliguen al adversario a elegir entre retirada humillante o guerra nuclear». Hoy, Israel arrincona a Persia: su «Operación León Ascendente» busca esa elección perversa. Mientras Salami y Bagheri yacen fríos, los halcones de Tel Aviv susurran: «¡Que Irán responda! Necesitamos mártires para recuperar nuestro manto de víctimas». El paralelo es atroz: como en Bahía de Cochinos, la CIA tejió esta farsa. Negociaciones en Omán (¡el domingo brindarían con Vitkov, enviado de EE.UU.!) fueron cortina de humo. Inspectores de la OIEA —arcángeles convertidos en buitres— certificaron «paz» horas antes de que las bombas-taladro colapsaran Natanz. ¡Hasta científicos en pijama fueron masacrados en sus lechos! Trump confiesa: «Nos avisaron…» (¡mentira de sastres!), mientras Graham tuitea «Recen por Israel». ¿Rezar por quien quema cunas?
En la sabiduría ahogada por el silencio europeo, Kennedy clamaba: «Examinemos nuestra actitud hacia la paz». Hoy, diplomáticos en Ginebra mascullan «desescalada», entre caviar, pero niegan el diálogo como herejía. ¿Cuándo llamó un canciller europeo a Teherán? Prefieren teatro: lágrimas de diseño en la ONU mientras vetan condenas con manos manchadas de petróleo. El presidente elogiaba al pueblo ruso: «Celebremos sus logros contra el nazismo». Hoy, Europa borra 27 millones de muertos soviéticos. Irán, tras matar a Soleimani, bombardeó una base vacía: gesto de caballerosidad. Israel convierte niños carbonizados en «daños colaterales». Kennedy advertía: «La hostilidad retórica es un lujo mortal». Europa responde con Guterres balbuceando «¡calma!» mientras los buitres preparan su veto.
Al contemplar el jardín de Kennedy con sus raíces arrancadas, recuerdo que en 1963, él y Kruschev firmaron la prohibición nuclear tras rozar el abismo y comprender que eran socios. Hoy, Netanyahu dinamita ese legado. Mientras misiles caen, Occidente repite: «Israel tiene derecho a defenderse». ¿De qué? ¿De las protestas en París y Roma que inundan sus pantallas? El presidente fue claro: «Al definir nuestro objetivo, damos esperanza». Los neoconservadores solo definen blancos: Irán era el «séptimo país de su lista». Convirtieron la tierra de Hafez en laboratorio de su suicidio. En Washington celebran: ¡Por fin su guerra! Olvidan: «Provocar elección entre humillación y aniquilación nuclear es desear la muerte del mundo».
En este epílogo del aire que nos envenenan, Kennedy decía: «Todos respiramos el mismo aire». Hoy, Occidente lo contamina con drones. Cuando el polvo se asiente, solo quedará:
Los pueblos que entierran a sus Kennedy,
se condenan a ser gobernados por Netanyahu.
«كُلَّ مُتَكَبِّرٍ جَبَّارٍ»
*(Toda arrogancia será humillada – Corán 40:35)*
Desde el jardín donde las raíces de Kennedy brotan entre escombros de misiles,
Sheij Rashid al-Hamadani.
Las opiniones aquí expresadas pertenecen al personaje ficticio, no a sus autores reales ni al equipo editorial. La ironía es un puente, no un muro.
Nota editorial sobre las ‘Cartas persas’:
«Ningún espejo refleja la verdad entera, pero todo reflejo invita a cuestionarla». Las cartas del sheij Ibrahim al-Hamadani —y su «estimado hermano en Isfahán»— son un homenaje literario a Cartas persas de Montesquieu, obra maestra donde un viajero oriental critica con ironía las costumbres francesas. Este sheij es un personaje ficticio, creación satírica que encarna la mirada de un sabio islámico clásico para analizar Occidente: su pluma no defiende regímenes, dogmas ni banderas, sino que usa la tradición cultural persa como lente para interrogar el poder, la hybris y los espejismos de la modernidad. Sheij Yazid al-Rashid, mencionado en los textos, tampoco existió: es un compuesto de figuras como el sufí Al-Bistami (maestro de la lucha contra el ego) y filósofos que convirtieron la crítica en arte. Su propósito no es enseñar el islam, sino recordar —como hicieron Hafez, Rumi o Al-Farabi— que toda verdad se fragmenta en perspectivas.
«El sabio no teme a los espejos rotos, sino a quienes creen poseerlos intactos» (inspirado en Hafez).





