Estimado lector:
‘Cartas persas’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta a un sheij iraní que observa Occidente con ironía coránica y rigor constitucional. Sus cartas, herederas del espíritu crítico de ambos pensadores, desvelan las falsas democracias donde el poder se disfraza de ley. Al final se incluye un glosario de términos.

Sobre cortes de luz que iluminan oscuridades y resiliencias de plástico

Querido Naser, hermano en la claridad del desierto:

Recibo tus palabras desde Shiraz, donde los sabios aún recuerdan las enseñanzas de nuestro ancestro sheij Farid al-Baghdadi: «Quien vende miedo, cosecha esclavos». Yo, Ibrahim, escribo desde Madrid, donde anoche las calles se llenaron de linternas de teléfonos y el eco de maldiciones al cielo tecnológico. Dos derviches, un mismo veredicto: Occidente fabrica monstruos para vendernos espejismos.

Ayer, cuando el sol se ahogó en el Guadalquivir y España tembló sin electricidad, presencié vuestra danza de sombras. En un supermercado de Chamberí, vi a madres llenar carritos con kits de supervivencia (cajas de plástico con velas y baterías) mientras sus hijos jugaban a Pokémon GO entre pasillos oscuros. En la calle, un ejecutivo maldecía su Tesla parado —¡ironía!— frente a un mural que rezaba «El futuro es renovable». ¿No es este el colmo de vuestra mitología? Un pueblo que adora algoritmos pero olvida cómo encender un fuego.


Los palacios de Bruselas —esas criptas burocráticas donde se redactan dogmas en PDF— operan como los mercaderes de Samarcanda que vendían mapas de oasis… tras envenenar los pozos. Cuando en 2021 compararon malware con la Peste Negra, no hacían profecías: escribían el libreto de este apagón. Maquiavelo, ese tiktoker del siglo XVI, los aplaudiría: han convertido la política en un videojuego, donde ellos guardan los cheat codes (trucos) y nosotros compramos los mandos.

Mientras los ciudadanos arrastraban generadores como si fuesen momias egipcias, los «tecnosacerdotes» de Davos calibraban algoritmos (fórmulas matemáticas que predicen/controlan comportamientos) con la solemnidad de astrólogos reales. El «kit de 72 horas» no es sino el nuevo tabiz (amuletos islámicos con versos coránicos), pero sin la sabiduría de los imanes: su liturgia son infografías en PowerPoint y códigos QR que nadie escanea. Los brujos de Marrakech al menos sudaban bajo el siroco; estos «hechiceros del carbono neutral» dictan webinars desde chalés con paneles solares.

¡Oh Avicena, que separabas ciencia de superstición! ¿Qué harías ante estos «cirujanos del caos» que recetan «apagones terapéuticos» para curar males que ellos mismos infectaron en laboratorios de think tanks (fábricas de ideas políticas)? El corte de luz no fue accidente, sino spoiler (avance) de un sistema que privatizó hasta los rayos del sol. Los medios, esos derviches del prime time, corean «sabotajes rusos» con la ligereza de pregoneros medievales anunciando cometas. El miedo, ya sea en formato NFT (certificados digitales únicos) o píldora homeopática, sigue siendo el bitcoin de vuestros mercaderes.


El califa Al-Mamún advertía: «El gobernante ideal vende antorchas en la noche que él mismo crea». Los príncipes de Davos han perfeccionado el arte: hoy venden cursos de «supervivencia urbana» y seguros contra tormentas magnéticas. Mientras Europa colecciona power banks (baterías portátiles) como si fuesen reliquias, olvida que los sabios de Córdoba resistieron invasiones con tres herramientas jamás patentadas: cuentos transmitidos al oído, mantas compartidas y escepticismo ante profetas con blue check (✔️: verificación en redes sociales).

El apagón reveló vuestra paradoja: una civilización que domina la fusión nuclear pero tiembla ante un fusible quemado. Los que almacenan agua embotellada mientras clican «comprar ahora» en Amazon son como los escribas de Babilonia que vendían amuletos contra plagas… enviadas por sus propios reyes. En las ruinas de Palmira, donde mercaderes vendían espejos para «alejar espíritus», una inscripción en arameo reza: «Ningún imperio perdura cuando confunde cables con venas, y seguridad con adicción».

Sheij Ibrahim al-Hamadani, erudito que duerme bajo las estrellas y escribe con tinta de carbón, añadiría: «La verdadera luz no se almacena en pilas: nace cuando los hombres dejan de rezar a routers para mirarse a los ojos».

Que el último en salir del metaverso (universo digital paralelo) recuerde: las sombras más largas no son las de los rascacielos, sino las que proyectamos al huir de nuestra humanidad.

Desde Madrid, donde las farolas parpadean como plegarias mal contestadas.
Ibrahim ibn Yazid, erudito itinerante cuyas palabras son sal en la herida de los imperios.


El miedo es el único virus que se propaga por wifi y se cura desconectando el alma (Sheij Farid al-Baghdadi).


Las opiniones aquí expresadas pertenecen al personaje ficticio, no a sus autores reales ni al equipo editorial. La ironía es un puente, no un muro.

1 COMENTARIO

  1. Me ha parecido muy interesante el análisis expuesto. Muchas gracias. Espero el siguiente.

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