Estimado lector:
‘Crónicas de un cadáver adornado’ se publica en la revista del MCRC Diario de la República Constitucional, fundada por Antonio García-Trevijano, arquitecto de la teoría pura de la democracia. Inspirada en Montesquieu ―cuya separación de poderes Trevijano llamó «alma de la libertad»―, esta columna presenta al Omar ibn Hassan, viajero persa que desmonta los mitos democráticos de Europa con ironía coránica y bisturí trevijanista.
Querido hermano Naser al-Din:
Desde que mi camello holló este pútrido continente llamado Europa, no ceso de evocar las palabras del sabio al-Ghazali: «El pez no descubre el agua hasta que la arena le quema las agallas». Estos occidentales nadan en un océano de ilusiones políticas cuyas orillas —¡ay!— son acantilados de mentira. Hoy te desvelaré su pecado capital: llamar democracia a lo que en Qom reconoceríamos al instante como oligarquía de ladrones con corbata.
Paseaba ayer junto al Sena (¡que Alá purgue sus aguas de versos decadentes!) cuando un catedrático de la Sorbona —cargado de títulos y vacío de lucidez— me confesó: «Nuestros jóvenes ya no creen en la política». Le respondí con Ferdousí: «El árbol podrido atrae gusanos, no pájaros». Su silencio olía a naftalina ideológica. ¿Cómo creer en un sistema donde los partidos —esas cofradías de trepas— han convertido el Estado en su harén privado? García-Trevijano, un pensador ibérico que lee a Tucídides como nosotros al Hafiz, lo denuncia: «Estado de partidos». Jaula dorada donde la voluntad popular es engordada con retórica hasta el sacrificio.
Te estremecería, hermano, la mecánica de su fraude. Estos demócratas han inventado un dualismo demoníaco:
- Democracia empírica: Su sistema corrupto.
- Democracia normativa: Un fantasma inalcanzable.
¡Como si un tahúr moviera piezas a su antojo y llamara «ajedrez en evolución» a su timo! Trevijano desmonta la farsa: Las reglas democráticas son como las del ajedrez: constitutivas o inexistentes. No hay término medio entre juego limpio y estafa.
Pero lo más vomitivo es su teatro de la obediencia. Los ciudadanos votan como quien tira dados cargados, sabiendo que el resultado se pacta en sótanos del poder. Trevijano lo desnuda: «El engaño ideológico hace creer que obedecer al gobierno es obedecer a los jefes de tu tribu partidista». ¡Vergüenza debería abrasarles! Hasta el mendigo más ruin de Samarcanda sabe que obedecer no es arrodillarse.
En el bazar de Bruselas —donde se venden sueños comunitarios a precio de saldo—, un joven idealista gritaba: «¡Por qué toleramos corruptos!». Un viejo escéptico respondió: «Porque el pueblo tiene los gobernantes que merece». ¡Error letal, hermano! Como sentencia Trevijano: «Donde hay gobiernos corrompidos no hay democracia». La corrupción no brota de la libertad, sino de su ausencia.
Recuerda las lecciones de Ibn Khaldun: «Cuando la tiranía se viste de costumbre, la rebelión viste de locura». Europa lleva dos generaciones anestesiada: primero por los horrores bélicos, luego por el consumo obsceno. Pero Trevijano —con mirada de astrónomo persa— profetizó un terremoto juvenil hacia 1998-2000. Maastricht no fue un tratado, hermano: fue el ataúd sellado de su soberanía.
Al anochecer, en un café de Montmartre, un excomunista me susurró entre vapores de absenta: «La izquierda sacrificó la democracia política en el altar de la quimera social». ¡Verdad como un puñal! Persiguieron igualdades etéreas mientras los partidos devoraban instituciones. Ahora entiendo por qué Trevijano compara el sistema con el «vaso impuro de Horacio»: todo lo que toca se pudre.
Parto hacia Aquisgrán, donde murmuran que Carlomagno aún agita sus cadenas en la tumba. Al empacar mis libros, la sentencia de Al-Hallaj me atraviesa: «La peor prisión es aquella cuyos barrotes no se ven». Los europeos se creen libres porque eligen cada cuatro años entre carceleros con distintos eslóganes.
Si Montesquieu resucitase, reconocería en esta «democracia» la misma tiranía muelle que denunció en los serrallos otomanos. Pero al menos nuestros sultanes no disfrazan de libertad el látigo. Aquí el engaño es tan perfecto, que hasta los esclavos bendicen sus cadenas llamándolas «derechos humanos». ¡Que Alá nos guarde de tan letal maya!
Tu hermano que camina entre espejismos.
Sheij Omar ibn Hassan.
*París, a 12 de Jumada al-Akhira de 1419*
Próxima parada: Barcelona, donde la igualdad estrangula la libertad.






Gracias
MCRC
Gracias por estas reflexiones.