La forma de un vaso no inhiere la sustancia líquida que contenga. Pero la forma de Estado es inherente a su contenido. Es más, las formas monárquicas o republicanas, por representar opuestas concepciones del poder y del mundo, no solo se traducen en la organización y funciones del Estado, sino que determinan, en las personas sujetas a su jurisdicción, opuestos o contradictorios modos de ser y de estar en sus vidas.

La tesis de la accidentalidad de la forma estatal -un canto de cisne del oportunismo preventivo de cualquier Régimen político-, no contempla las diferencias entra el modo de ser y de estar, porque parte del supuesto marxista de que la administración del Estado pertenece a la clase dominante. Y si la conducta de ésta es invariante en la Monarquía y la República, parece lógico deducir la accidentalidad, para ella, de la forma de Gobierno-Estado.

La teoría pura de la República tiene que definir el modo de ser republicano, afrontando la dificultad de no contar con antecedentes en la filosofia política. Pues, hasta ahora, los no accidentalistas se declaran monárquicos o republicanos, sin que esa identificación esencial de su ser personal se haya manifestado, en las existencias individuales, con modos diferentes de estar en la Monarquía o en la República.

Trataré de resolver teóricamente la contradicción entre el ser republicano y el estar monárquico, así como de señalar los efectos específicos de la discordancia entre el modo de ser y el modo de estar. Una discordancia que causó en la República española la comedia de la primera representación federal y la tragedia de la segunda representación parlamentaria, como ahora causa el drama de la degeneración de España en esta Monarquía de unos Partidos que creen poder ser republicanos, porque alguna vez lo fueron, ¡estando hoy, para siempre, monárquicos!

Las relaciones de poder son modos de ser y de estar los entes políticos. El modo de ser republicano es tan real (ontológico) como el modo de ser monárquico. Ninguno de ellos es puramente conceptual o idealista, aunque representen ideales de vida social en el Estado. El modelo de la Monarquía resuelve el problema de la duración de los reyes haciendo prevalecer en el Estado la estabilidad del estar sobre el dinamismo del ser. Ese mismo afán de permanencia hace que los partidos republicanos, sacrificando su ser dinámico, se hagan órganos del Estado monárquico. La partitocracia está más cómoda en la Monarquía porque su provecho no depende del albur de una elección popular del Jefe del Estado. En las Repúblicas de Partido no hay tal riesgo: sus Presidentes pertenecen a la partitocracia que los elige.

Sólo alcanzan autenticidad las vidas personales y colectivas cuyo modo de ser determina su modo de estar. El ideal estoico, y aun más el epicúreo, modos de ser sin estar, renuncian a una vida plena, apartándose de la política para cultivar el jardín privado. Pero sin vivir la plenitud de todas las dimensiones de la vida colectiva, ese ideal no logra dar autenticidad a las vidas personales. La indiferencia a la libertad política, producto de la miopía del egotismo, renuncia a gozar de los placeres provenientes de la libertad ajena. La dignidad de la República Constitucional hará innecesario refugiarse en la dignidad estoica de la existencia personal, como obligan las dictaduras y partitocracias a las personas nobles, pero sin capacidad o valor para combatirlas en nombre de la democracia.

El posibilismo de la adaptación a la circunstancia política es un modo muy español de estar sin ser. La célebre fórmula orteguiana –la del “yo soy yo y mi circunstancia“-, literalmente copiada, sin decirlo, de Max Stirner, el filosofo del egoísmo metafísico del Yo Único, retrocede la concepción de la vida colectiva a los tiempos míticos o legendarios donde el individuo no podía modificar su circunstancia tribal.

Tampoco se resuelve el problema de cohonestación de los modos de ser y de estar en la política, con las reflexiones del moderno filosofo inglés Oakeshott, pues su consideración de los modos de ser y estar como puntos de vista, le condujo a una separación entre el modo práctico, el histórico, el científico y el poético. Una separación que la teoría pura de la República no puede aceptar porque ella misma se define desde una perspectiva vital que integra la acción republicana de la libertad política en la historia, la ciencia y la poesía.

Y ese es, precisamente, el modo de ser del “Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional“. A diferencia de la retórica republicana de los partidos legitimadores y estabilizadores de la Monarquía, la esencia del MCRC es incompatible con cualquier modo de estar en la vida pública, si no es para disolver el modo de estar monárquico, abriendo una fase de libertad constituyente, mediante la acción cultural y política más adecuada, para que el futuro modo de estar en la República venga determinado por el modo de ser republicano. Un modo de ser dinámico porque la República, a diferencia de la Monarquía, es un proceso abierto a la innovación.

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