Desde hace tiempo, ha aumentado la obsesión por encumbrar en las listas electorales a personas independientes, procedentes de la sociedad civil o de la sociedad privilegiada, dando a entender que los políticos profesionales son un problema que se resuelve no eliminando los ingresos de los partidos sino acercándose a personajes populares cuya virtud convertirá a los dueños del estado en virtuosos por simpatía.
Las plataformas de listas como Ahora Madrid se fundan sobre tal obsesión y con el objetivo de librarse de la inevitable «ley de hierro». Tanto es así que renuncian a usar la palabra partido y, haciendo constantes llamadas a la sociedad civil o a la «gente corriente», se agrupan en complejas etiquetas que disimulan la atracción por el poder. Manuela Carmena es una estrella dentro de estos movimientos políticos y ha quedado claro que pretende huir de todo lo que signifique someterse a una organización mayor, pero es esta misma resistencia la que deja de manifiesto que Ahora Madrid, Ganemos, Barcelona en común y otros partidos son conscientes de su posición gregaria.
El alejamiento de Podemos de Íñigo Errejón para acercarse a estas estructuras evidencia que la vida orgánica de los partidos del estado consiste, básicamente, en la lucha por hacerse con su control. Los dominios sobre los que operan los partidos políticos no son las circunscripciones sino sus listas y sería una ingenuidad pensar que podrían contradecir la naturaleza oligárquica de toda agrupación que ingresa ingentes cantidades de dinero. Lo que Errejón persigue no es otra cosa que obtener el dominio sobre una lista al que habría tenido que renunciar dentro de su partido y, favorecido por su popularidad, el estatus más modesto de Más Madrid le garantiza su encumbramiento y todo ello realizando la proeza de no perder su halo de personaje independiente o, al menos, indomable.
El favor que nos hace Manuela Carmena con su hostilidad a Podemos es popularizar el rechazo a la disciplina de las oligarquías. Si bien esta postura insumisa es más un modo de defensa que una declaración de principios, es de esperar que los enfrentamientos por las listas pongan en el centro de atención la perversidad del sistema proporcional. Los partidos satélites están presentes en toda España y siempre mantendrán una relación de atracción y rechazo con los partidos que acompañan, por tanto, las polémicas en torno a las listas no van a dejar de producirse. La disgregación dificulta la ley del silencio y favorece la amplificación de los conflictos. Otra brecha en el consenso.

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