Los regímenes europeos están basados en ciertas reglas arbitrarias que nacen y resisten al principio solo con la voluntad de los fundadores. Gerhard Leibholz era consciente de que en el parlamento alemán nacido después de la Segunda Guerra Mundial no existía la representación política. Los fundadores del estado de partidos en España en el año 1978 también sabían que estaban eliminando la representación política. Pero tales abusos no pueden durar cuando se opone la inteligencia. Para evitar que las generaciones sucesivas practicaran el revisionismo, los fundadores emplearon una estrategia de sacralización y adiestraron a sus sucesores para que respetaran el culto a lo sagrado, porque donde reina lo sagrado no cabe la crítica. Un narrador debe ser inteligente para procurar la idiotez de sus personajes y el cuerpo de legisladores e ideólogos de las oligarquías construyeron un sólido evangelio de falsedades que reemplazaría la capacidad intelectual de la clase política.
Los creadores del sistema programaron así la muerte de la inteligencia y, efectivamente, muere al llegar a las puertas sagradas de los parlamentos de Europa continental. La estrategia es eficiente en cuanto puede sumar no solo a individuos cínicos o psicópatas. Gracias al procedimiento de sacralización, los cuatro o cinco oligarcas que dominan el estado se persuaden de que luchan por los intereses de la gente sustituyéndolos por los suyos. Sin posibilidad de crítica y sin necesidad de ella, la clase política procura engañar su conciencia para no perturbar su sueño.
Algunos bienintencionados defensores de la partitocracia piensan que son necesarios los partidos a sueldo del estado esclavizados por un jefe para construir un discurso unívoco y evitar que se «diluya la ideología». Si no fuera así, tal como supuestamente sucede en Gran Bretaña o Estados Unidos, la gente ya no sabría a quién votar porque no sabría con qué partido identificarse. Esta actitud me parece tan inteligente como si un preso en un campo de concentración agradeciera que los guardianes llevaran uniforme y pistola porque, si no, no sabría a quién obedecer. La identificación psicológica, sin embargo, es un mecanismo primitivo y acrítico que forma parte del proceso de la adicción a lo sagrado y conduce a la incapacidad para comprender o para aceptar las verdaderas causas de los fenómenos.

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