Vamos a darle la vuelta al cuento de la Transición.
Votar legitima a un régimen de poder surgido fundamentalmente de la transacción franquista, la traición carrillista y el oportunismo, o el miedo de todas las demás partes.
Hace más de cuarenta años que todos los partidos y sindicatos, sin excepción, saltaron de la sociedad al Estado. Las ambiciones de los jefes de partido pactaron el reparto del botín. Unos y otros, se constituyeron en una oligarquía de partidos estatales, que silenció el pasado con frivolidad, destape y bingo y se perpetúa en el Estado con el sistema electoral proporcional.
Desde aquella dictadura a esta partidocracia, la corrupción es factor de gobierno y el crimen, razón de Estado. Las consecuencias de la gran mentira están a la vista: el Estado español ha troceado y arruinado a la nación española, moral y económicamente, al tiempo que la España diferente del franquismo se transformaba en la España indiferente de la socialdemocracia.
Sin representación de la sociedad y sin separación de poderes, no puede haber democracia. La separación de poderes se fundamenta en la separación de nación y Estado. La nación legisla a través de los representantes que la sociedad civil debe elegir uninominalmente en sus distritos. El Estado ejecuta lo legislado, a través del presidente y su equipo de gobierno, elegido en elecciones presidenciales directas.
La democracia requiere reglas del juego, sin ellas, no hay más jugada que la del totalitarismo. En las votaciones totalitarias no se elige al representante del ciudadano, sino las cuotas de poder del partido estatal que pretende usurpar todos los poderes del Estado.
Votar es un derecho, pero hacerlo sin poder elegir es indigno y deshonroso. El deber moral y la única manera digna de deslegitimar y debilitar a la clase política enemiga de la sociedad civil es la abstención.

Ha llegado la hora de que la abstención sea consciente, activa y masiva, por eso, te invitamos a romper tu voto frente a las urnas de la partidocracia. La decisión constituye un acto de gran trascendencia política y de gran valor cívico, una cuestión de dignidad personal y decencia pública. Las acciones colectivas inteligentes y valientes, potencian dinámicas de lealtad ciudadana, factor determinante para conquistar la Libertad Política Colectiva. La abstención activa y las consecuentes rebeliones pacíficas que conlleva, hay que orientarlas a un fin político concreto, pre-ideológico y revolucionario; instaurar la República Constitucional como forma de Estado para España.

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