Black Hawk

Sin entender la naturaleza del Régimen que se tiene delante es imposible entender nada de lo que pasa.

Lo que pasa es que en Barcelona las turbas han rapiñado en completa impunidad tres autos de la Guardia Civil, que, aparte la Agencia Tributaria, es todo lo que queda del Estado en España. Ha sido el “Black Hawk Down” del independentismo de Puigdemont, que lo ha celebrado como el caudillo Aidid la caída de los helicópteros en Mogadiscio, y podría haber encargado ya a Juanjo Puigcorbé, con dinero de Méndez de Vigo, un Ridley Scott de la gesta popular.

Y Mariano, en Madrid, leyendo a Ignatieff en el “Marca”.

El jefe del gobierno era el personaje menos indicado para estar al frente de una situación como la que vivíamos. Era distraído hasta un grado inconcebible, y las cuestiones de orden público le traían sin cuidado. Él mismo me confesó que el 12 de abril, en espera de los resultados electorales, se había estado distrayendo en la lectura de una novela policíaca.

Eso dice del almirante Aznar su director de Seguridad, el general Mola, en una entrevista del año 34, antes de salir para África. Lo había nombrado el gobierno Berenguer en circunstancias estúpidas: “Acababa de salir España de una Dictadura y toda la preocupación del presidente era dar la sensación de que se habían restaurado las libertades constitucionales y de que se respetaban todos los derechos del hombre”…

La consigna era esperar, no precipitarse, que no pudieran creerse en el extranjero que en España imperaba un despotismo… Y esta política de abstención, de blandura, llegó con Aznar a extremos tan indignantes de contemporizaciones que a mí a veces me daban la sensación de una vergonzosa complicidad. Tenía el presentimiento de que la Monarquía iba a su fin.

Cuando, tras los alborotos de Atocha (un guardia muerto), Mola presentó a Berenguer su dimisión, éste la rechazó con desgana: “¡Bah!… Parece mentira que se preocupen ustedes tanto de las fogatas revolucionarias!”…

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