El jefe unitesticular ha sido mi enemigo: el profeta del nacional… ¡Nacionalcatolicismo! Te he odiado como nadie. Te he escrito como nadie lo ha hecho. Te he, ¡tetero, escúchame! Estoy dolido. Estoy perdido. Quiero asesinar en la máquina del pánico, a los fantasmas de la infancia; asesinar a mamá travestida de Nuria Espert; asesinar al nuevo orden establecido, por los sublevados, contra papá. Mi papá ha sido: madre y padre. La madre del dolor y la traición, y el padre fantasmagórico: ¡Recreado como el arquitecto emocional! Recreado en el odio y la incertidumbre. Recreado con los libros superdotados y el recreo solitario y la Patafísica y los versos de Wiggnestein contra Stalin…

Papá, te quiero. Papa, quiero cantar fandangos:

 

Aunque me voy, no me voy;

Aunque me voy, no me ausento:

aunque me voy de palabra,

no me voy de pensamiento.

 

Cantar con mi padre, frente al mar de sangre: presidido por los enemigos de Cristo y el progreso sureño:

– He visto a la virgen veranear, junto a M. Houellebecq, sobre los quarks de una plataforma cabalística de mar– relata el Kundera pseudocomunista al devenir de: una aparición mariana, anarquista frente al mar rojo de la conciencia elevada al infinito surrealista.

Papá, adiós: ¡sin dios! No, papá. Ecoutez-moi! Mamaaaa. Má. Madre. Mamá ha muerto, y por ello: mi carta es una declaración universal- Ciudad Rodrigo, Surolandya, Paris-: vuelvo a casa…. ¿vuelvo o no vuelvo? Será que vuelvo; me acompaña la república y un ejército de repúblicos y… ¡Dichoso sea lo confuso ante el oro chino! Sin los tres puntos, informo a papá Edipo y a la carnívora Electra y a los amigos de él:

-Ha comenzado la República Constitucional.

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